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HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Seminario optativo de la Maestría en Educación Universitaria

06 octubre, 2007

CORRIENTES PEDAGÓGICAS: siglo XIX

Es común, cuando se habla de las corrientes pedagógicas, dividirlas en conservadoras (tradicionalistas) y liberales (progresistas o innovadoras). Sin embargo, estos términos son altamente equívocos, por cuanto adquieren distintas significaciones según la época y según la región o país. Nos interesa también reconocer que, dentro de cada una de ellas, existen variantes que impiden considerarlas como una ideología compacta. Adriana Puiggrós encuentra que, dentro de las pedagogías liberales, hay diferentes líneas. Así, para la primera mitad del siglo XIX distingue, contra la pedagogía colonialista, la presencia de 4 concepciones diferentes del liberalismo[1]:

Pedagogía liberal radicalizada: influida por Rousseau y por los socialistas utópicos: antirracista, democrática en los métodos de enseñanza y disciplina, anticlerical y laica: Simón Rodríguez (maestro de Simón Bolívar) Mariano Moreno (quizás uno de los más radicalizados jacobinos), el presbítero Gorriti.

En una carta de Simón Rodríguez al rector del colegio Latacunga se lee:
“Si usted desea como lo creo que mi trabajo y los gastos no se pierdan, emprenda su escuela con INDIOS!!! (…) De blanquitos poco o nada podrá usted esperar (…) No se desanime Usted, Señor Rector, los hombres no son todos unos, escoja Usted su gente: en la MASA, hay muchas personas de JUICIO: con los hijos de ellas Usted podrá contar, para emprender la reforma que desea.

Pedagogía federalista popular con elementos liberales: Muchos caudillos desarrollan experiencias semejantes a la reforma educativa que puso en marcha el caudillo nacionalista popular Francisco Solano López, derrotado en la guerra del Paraguay. Se trata de una educación moderna, participando la sociedad civil y apoyada en la cultura de los pueblos.
La concepción democrática y popular se halla en Artigas – dando continuidad a las ideas de Belgrano – y en varios caudillos Bustos (Córdoba) López (Santa Fe), Alejandro Heredia (Tucumán), Félix Heredia (Salta), Molina (Mendoza) Ferré (Corrientes), Pancho Ramírez (Entre Ríos) y Urquiza (Entre Ríos), defendiendo la idea de construir un sistema educativo estatal. En sus provincias la enseñanza siguió siendo religiosa “pues en esa época del país era aún inconcebible la laicidad”. Pero comenzaron a diferenciar entre las creencias religiosas y la adhesión a la concepción medieval del poder, que otorgaba primacía a la Iglesia Católica sobre el Estado. Avanzaron sobre el monopolio educativo eclesiástico, desarrollando la instrucción pública, e implementaron la obligatoriedad y gratuidad. (pp 47)

Pedagogía de la generación liberal de 1837: En particular la de Sarmiento, moderadamente liberal, pues partía de la exclusión de los indios y de la descalificación de toda expresión cultural popular, de la herencia hispánica. Pero su sistema de educación pública era abarcativo y democrático.

Pedagogía liberal oligárquica: Rivadavia quería modernizar el sistema importando la estructura y la ideología más elitista de la experiencia educativa francesa. Mitre continuaría la tendencia.

Pedagogía tradicionalista colonial antiindependentista: dirigida por sectores pro-hispánicos de la Iglesia Católica. El viejo bloque que defendía la educación colonial clerical y rechazaba la educación de los indios y mestizos. Terminada la guerra de la Independencia, esta corriente tuvo su núcleo directivo en Córdoba y luego se extendió por todo el país y se convirtió en nacionalismo católico. Entre los caudillos la corriente tradicionalista estaba representada por Facundo Quiroga y Rosas (47-48).

[1] A. Puiggrós, 2003: pp 44-45

DIRECTIVISMO

Tomado del texto: TEDESCO, j.c. (1986): “Directivismo y espontaneísmo en los orígenes del sistema educativo argentino” En: Educación y sociedad en la Argentina (1890-1943). Dimensión argentina, Bs.As.: Ediciones Solar. Cap. Xx (1ª parte): pp 261-269. Resumen y notas: Juan Carlos Paradiso, para uso de la cátedra.

Nota previa: Juan C. Tedesco identifica dos grandes tendencias en el sistema educativo argentino. En el período que nos ocupa (fin del siglo XIX) el directivismo se asocia con el positivismo, y será lo que desarrollamos en este resumen. El espontaneísmo tiene la figura paradigmática de Carlos Vergara, que nosotros veremos en forma separada. El autor es uno de los máximos referentes de la educación en nuestro país, por lo cual sus puntos de vista son siempre atendibles. Sin embargo, creemos que en este texto no se aclara suficientemente la relación que existe entre el positivismo y la pedagogía, pareciendo sugerir que Pestalozzi y Herbart son pedagogos positivistas. En el caso de Pestalozzi, continuador de Rousseau, el mismo está en una confluencia de caminos que luego dará origen a bifurcaciones y creemos que es necesario aclarar que diferentes lecturas del autor pueden dar origen a distintas pedagogías. Esto es también evidente con Herbart, mucho más cerca del positivismo, pero aún así, desvirtuado por los herbartianos hasta convertirlo en un icono de la causa positivista. También es cierto que la pedagogía positivista herbartiana tuvo mayor difusión – quizás su apogeo – en los EEUU, hasta que fue cuestionada por Dewey. También prendió más en Chile que en Argentina, en donde si se quiere, se vio un pestalozzismo algo más puro, a través del ‘eje’ Mann-Oswego-Sarmiento-José María Torres, normalismo. (J.C.P.)

Existe una difundida imagen que adjudica una hegemonía muy fuerte al positivismo y lo asocia con la pedagogía tradicional. La cuestión es más compleja.
Desde el origen de la expansión escolar existieron las 2 tendencias: hacia la educación formal o hacia la des-institucionalización, quedando la educación inmersa en el proceso de socialización general.

Origen del sistema educativo argentino (pág. 262)
Argentina fue uno de los países de la región que expandió más rápidamente la escolaridad básica en el marco de los modelos europeos.
Argentina, junto con Uruguay, Costa Rica y, en menor medida, Chile, fueron los países que incorporaron al conjunto de la población en los circuitos de difusión cultural básica, acompañando así a la incorporación del país en el mercado mundial, como exportadores de materias primas e importadores de productos manufacturados. En otros países de América Latina (AL) se excluyó el acceso a la acción educativa escolar.
El sistema educativo tradicional (SET) estaba concebido como un sistema de distribución social del conocimiento, según el cual la masa tenía acceso sólo a un mínimo de enseñanza básica que garantizaba la homogeneidad cultural; una élite accedía a las expresiones más elaboradas y al dominio de instrumentos. La operación fundamental era la reproducción del conocimiento, el maestro la figura central del proceso, que resumía el conocimiento y la autoridad. La distribución se hacía en la escuela en forma homogénea (no individualista ni particularista como se hacía en la familia o la iglesia. En este sentido “lo que caracterizaba al SET era el equilibrio o la congruencia en la articulación tanto entre los diferentes componentes del sistema educativo como entre éste y la realidad social para la cual fue elaborado” (J.C. Tedesco, pág. 263)

Actualmente se pone énfasis en el carácter reproductor del SET. Pero debe tenerse en cuenta que la expansión de la escuela supone siempre un grado de ruptura con las pautas que rigen la socialización primaria familiar. Incluso, en la medida en que la expansión escolar es producto de procesos de cambio social, la escuela cumple funciones que se acercan al tipo de fenómenos que la teoría de la socialización tipifica como acciones de reconversión social. 264
La propuesta tradicional reproducía el orden ideológico dominante, pero este orden era una modificación de los contenidos de la iglesia y la familia. O sea, SET implicaba la conquista por la escuela de espacios que eran de otras agencias. Y sus valores eran seculares, republicanos, científicos.
La articulación entre sistema educativo y realidad social se establecía fundamentalmente a través del eje cultural. La educación formaría al ciudadano en un marco de democracia liberal.
Los objetivos debían ser cumplidos. Debía difundirse la lectoescritura en los sectores populares, conjuntamente con ciertos conocimientos y valores. El valor político de la educación lo indicaba el hecho de que los principales ideólogos de los sectores dominantes se dedicaron a la enseñanza. Incluso, los autores de los libros de lectura de la primaria eran intelectuales y políticos de primera línea.
Los sectores populares no cuestionaban el tipo de educación, sino que pretendían incluso tener mayor acceso.

Didáctica positivista (Tedesco, pág. 265) (El esquema no pertenece al texto original de Tedesco, pero se basa en sus enunciados):


.....................................................................................................................................................
La base teórica más general de la metodología de la enseñanza aceptada por los positivistas radicó en Pestalozzi y Herbart[1].
Desde José María Torres que los sintetizó y divulgó a través de la Escuela Normal de Paraná, todos ellos ofrecen una versión de los principios. Sobre esta base, el interés de los educadores positivistas radicó en fundamentar la enseñanza sobre un conocimiento científico de la psicología infantil. Viendo trabajos de Víctor Mercante, Rodolfo Senet y otros, se aprecia que la didáctica positivista estuvo estructurada sobre un doble reduccionismo: (ver diagrama)

La didáctica se apoya en la Psicología, sobre todo la Psicología evolutiva y en la teoría del aprendizaje.
La Psicología se reduce a la Biología: esto es específico del positivismo.
Y ello acompañado de toda la carga ideológica que rodeaba a los análisis sociales hechos en función de postulados biológicos que concebían a la sociedad bajo el modelo del organismo.
Y así, la didáctica queda sujeta a las reglas mecanicistas fijas y lineales de la biología de la época.
Como consecuencia se explicaban las diferencias sociales y educativas a través de la herencia y la raza.

La preocupación por el método fue una constante y estuvo asociada a la formación docente. El núcleo central de pedagogos positivistas se movió en estrecha articulación con la Formación Docente y la supervisión escolar. Así había una correspondencia fuerte entre teoría y práctica y un nivel de eficiencia relativamente satisfactorio.

Herencia y raza (Tedesco 267)
La reducción de lo social al nivel biológico venía con la importación acrítica de las categorías evolutivas desde la biología a las teorías sociales. Así, las diferencias sociales podían explicarse a través de variables como herencia y raza. Son conocidas las versiones positivistas acerca de América Latina y las causas de su estancamiento y atraso. Carlos O. Bunge ofrece un buen modelo en su obra Nuestra América[2]. Los pedagogos positivistas desarrollaron una concepción muy precisa de los rasgos que definían la capacidad de aprendizaje en la población escolar en virtud de su herencia genética y racial. Víctor Mercante ilustra muy bien estas ideas en su libro sobre Enseñanza de la Aritmética[3].

En los escritos de Mercante están los rasgos más salientes de la didáctica positivista: (Tedesco, pág. 268)
Ø El centro del proceso de aprendizaje debe estar en el maestro ya que, espontáneamente los alumnos tienden a la pasividad. La estimulación debe apelar a todos los sentidos posibles.
Ø Como la acción del maestro es la única garantía, ello justifica el autoritarismo.
Ø Pero hay desconfianza en el alumno y también en el maestro. Entre los docentes predominaban los indiferentes. Habla del resabio de viejas prácticas que exigen el chicote para movernos. Y a que hay elementos amorfos que exigen estímulos que estimulen su amor propio para cumplir con sus deberes.
En síntesis, la desconfianza en respuestas espontáneas orienta toda la didáctica positivista. Las regulaciones, apoyadas en Pestalozzi y Herbart tenían fuerte acento en el manejo de instrumentos, control de experiencias científicas, observación, etc. En este sentido la propuesta positivista está lejos del formalismo vacío de las prácticas pedagógicas habituales.

Consideraciones finales (Tedesco 279)
El análisis de las propuestas pone claramente en evidencia el carácter autoritario de las propuestas genetistas (directivistas) y el carácter democrático de las postulaciones espontaneístas. Sin embargo, esta caracterización corre el riesgo de suponer que el carácter democrático o antidemocrático de las relaciones pedagógicas determina las funciones globales que el sistema cumple con respecto a la estructura social. Passeron muestra la independencia entre democratización de las relaciones pedagógicas y del sistema educativo. George Snyders, analizó extensamente el problema del directivismo y no-directivismo en la enseñanza.[4]
Y Saviani[5] planteó recientemente una suerte de reivindicación del carácter democrático y científico de la pedagogía tradicional.
Su mención apunta a que ya existe una cierta tradición teórica que ha tendido a superar las hipótesis que extrapolaban sin mediaciones las características de los vínculos pedagógicos a los vínculos sociales y viceversa.
En este sentido después de leer a los positivistas, resulta difícil no enfatizar el carácter claramente antidemocrático de sus postulados. El fatalismo biológico resultaría inmodificable; el fracaso escolar sería explicado por razones genéticas y la función de los métodos y programas escolares sería seleccionar a los más aptos y excluir rápidamente a los que no podrían avanzar en el sistema más allá de sus posibilidades objetivas. (Tedesco 280)
Mercante[6] fundamentaría “uno de los proyectos más orgánicos de reforma escolar basado en este diagnóstico psico-pedagógico brindando, en 1916, los argumentos para la reforma del ministro Saavedra Lamas…” (Tedesco 280)







[1] Pestalozzi estaba lejos del positivismo, partiendo de una pedagogía holista. En cuanto al positivismo de Herbart, se discute la continuidad o ruptura con respecto a Pestalozzi. El tema está muy bien tratado en Bowen. Parece que mucho del positivismo de Herbart tiene que ver con una doble traducción / traición que hicieron los herbartianos alemanes y norteamericanos, por la cual lo fueron despojando se sus elementos inadecuados para la ideología positivista. (Ver artículo de Bowen en el blog de la cátedra)
[2] También se puede consultar el libro de Carlos O. Bunge “Nuestra Patria. Libro de lectura para la educación nacional” (Lecturas para 5º y 6º grado de las escuelas primarias y para los cursos de maestros en las escuelas normales).
[3] Leer párrafo “Razas y Educación” de Víctor Mercante (“es injusto atribuir …”)
[4] SNYDERS, George (1975) Où vont les pédagogies non-directives ? , Paris : PUF
[5] SAVIANI, Demerval “Escola e Democracia” ANDE, Revista de Associaçao Nacional de Educaçao, año 1, nº 1, 1981. SAVIANI, Demerval: Escola e Democracia: para além da teoría da curvatura da varfa, ANDE, año 1 nº 3, 1982
[6] Ver párrafo ‘Razas y educación’

05 octubre, 2007

COLEGIOS NACIONALES

Colegios Nacionales: La creación de Mitre
El decreto de creación de colegios nacionales en varias capitales de provincias, elaborado por el gobierno del general Mitre en 1863 es considerado la fecha de iniciación de una enseñanza media con caracteres definidos. El sentido de esta creación fue político, la orientación elitista y los planes enciclopedistas, hacia una vertiente humanista clásica.
Mitre dirá, años más tarde:
“Lo urgente, lo vital porque tenemos que educar a los ignorantes bajo pena de vida, es robustecer la acción que ha de obrar sobre la ignorancia, sin desperdiciar un solo peso del tesoro cuya gestión nos está encomendada, para aplicarlo al mayor progreso y a la mayor felicidad de la sociedad, antes que la masa bruta predomine y se hace ingobernable y nos falte el aliento para dirigirla por los caminos de la salvación. Es por eso que al lado de las escuelas primarias tenemos los colegios nacionales, que dan la educación secundaria, que habilitan al hombre para la vida social, desenvolviendo en más alta escala sus facultades, elevando así el nivel intelectual, de modo que el saber condensado en determinado número de individuos obre en la masa de la ignorancia, difunda en ella una luz viva y sostenga con armas mejor templadas las posiciones desde las cuales se gobierna a los pueblos, enseñándoles a leer y escribir, moralizándolos, dignificándolos hasta igualar la condición de todos, que es nuestro objetivo y nuestro ideal.”
Bartolomé Mitre, 16 de julio de 1870, Discurso en el Senado[1]
Este criterio es francamente elitista para Tedesco. Lo que es cierto es que se desea formar una élite que superará el nivel de educación de las escuelas primarias. Hay una idea de lo que hoy llamaríamos masa crítica que deberá actuar sobre la “masa de la ignorancia” y estas élite será quien tendrá aptitudes para gobernar …
Así se fueron creando colegios nacionales en casi todas las capitales de provincia:
1863 Bs.As.
1865 a 1871: varias provincias del Norte y Cuyo
1874: Rosario
Vemos que la creación de estos colegios es anterior a las leyes fundacionales (1420 y Ley Avellaneda).
Cuando se crean los colegios nacionales, Sarmiento aún no había logrado la expansión de la enseñanza primaria:
El desarrollo de los colegios nacionales y los esfuerzos que ello implicó, ocasionaron las críticas de algunos sectores. Sarmiento, por ejemplo, reclamó insistentemente por la prioridad de la enseñanza primaria sobre cualquier otro nivel. Sin embargo, ya en 1878, parecía un tanto desengañado y afirmaba:
“no volverá a reproducirse el movimiento popular que en 1857 hizo subir el número de los alumnos de ocho mil a once mil … […] sobrevinieron épocas de calma, período de riqueza y contentamiento, y los hombres que influyen en la dirección dada a la política se abandonaron a las inspiraciones de clase y cuidaron de desenvolver de preferencia la educación superior, en la universidad y colegios preparatorios”
(D.F. Sarmiento, obras completas, XLIV, p 205 en Tedesco, pag 68)

La distribución de recursos del presupuesto educacional es un buen indicador de las preferencias oficiales por este ciclo de enseñanza.
También preocupaba era que ese desarrollo se hacía sobre la base de una enseñanza humanista clásica, que resultaba meramente preparatoria para la universidad.
La discusión acerca del carácter de la enseñanza se replanteó alrededor de 1884, cuando se anunció la reforma del plan de estudios. Desde las direcciones de varios colegios nacionales del interior llegaron propuestas al Ministerio de Instrucción Pública, entonces ejercido por Eduardo Wilde, en el sentido de orientar la enseñanza hacia contenidos productivos. Paul Groussac, director del colegio nacional de Tucumán, había propuesto la supresión de varios colegios nacionales y su reemplazo por escuelas primarias superiores de contenido práctico.
Eusebio Gómez, director del Colegio Nacional de Rosario, en su memoria de 1883 (informe de 1884) señalaba que:
“Antes que abogados, médicos, estadistas y literatos, el país reclama imperiosamente el concurso de comerciantes, industriales, agricultores, ingenieros y trabajadores en general.”
Proponía la supresión de materias no adecuadas y su reemplazo por otras del tipo de la química industrial, química aplicada y agricultura.
Otros directores quieren incorporar mecánica práctica que el progreso industrial y fabril de nuestro país reclama urgentemente.
A pesar de todos los reclamos, el programa sancionado respetó la tradición enciclopedista y la consolidó. El nuevo plan no preveía ninguna orientación productiva, establecía la escuela única (no bifurcada por especializaciones) mantenía el latín y acentuaba el predominio de las materias humanísticas sobre las científicas. Las materias de contenidos prácticos llegaron a desaparecer.
Un retrato muy fresco de la vida en el Colegio Nacional en la década de su creación, lo da Miguel Cané en su famosísima 'Juvenilia'. Un cariñoso y admirado recuerdo del republicano francés Amadeo Jacques, el pintoresco y severo director se puede apreciar en todas sus páginas. Aparece también José María Torres y otras figuras de la época. Sobre el enciclopedismo del plan de estudios es harto elocuente la lectura de cualquiera de los episodios de la vida en el colegio, sobreabundantes de una recién adquirida erudición por el entonces joven Cané, como un nuevo rico que 'se tira toda la ropa encima'. Más allá de los méritos literarios de la obra, tiene el valor de esa frescura, de la facilidad de la emoción y aún del artificial abuso de los conceptos aprendidos en las aulas, que le dan un sello inconfundible.

Torcuato di Tella y Ana María E. de Babini coinciden en que el crecimiento de la educación – en determinadas circunstancias – puede no cumplir una función económica o aún puede estar asociado al estancamiento económico y no a su desarrollo. Tedesco se pregunta que, si el crecimiento educativo no se realizó en función de exigencias económicas, ¿en virtud de qué exigencias fue logrado?. El autor afirma que ese crecimiento se realizó en función de necesidades políticas que encontraron apoyo en importantes factores de la estructura social. Para satisfacer esas exigencias, el contenido de la enseñanza más coherente era el enciclopedismo.
Este contenido, nos referimos al de la enseñanza media no ofrecía ningún atractivo para los grupos dedicados a actividades productivas. Preparaba para el ingreso a la universidad o para los puestos en la administración pública. Tanto un destino como otro tenían una carga política muy fuerte. El título de doctor era casi imprescindible para tener acceso a los niveles más altos de la dirigencia política.
En 1889, las cámaras de diputados y senadores estaban compuestas en un 96 y 95% respectivamente por médicos o abogados.
Wilde, un médico, señalaba en su memoria ministerial de 1884:
“Durante los primeros años de nuestra organización, eran los abogados quienes exclusivamente ocupaban los puestos públicos. … Data de épocas próximas el momento en que los médicos han extendido su esfera de acción, preparándose para el estudio de materias extrañas a su profesión para actuar en las Cámaras y en el gobierno, verificándose en esto un verdadero adelanto”
(Eduardo Wilde, memoria presentada en 1885)

Los inmigrantes participaban poco en la vida política, patrimonio casi exclusivo de un sector de la población nativa. Veremos que ésta es una característica que diferencia a la inmigración en EEUU, que fue asimilada más rápidamente con diversas estrategias.
En el litoral, con grandes porcentajes de población inmigratoria dedicada a actividades económicas en expansión, no se percibía la educación como importante.
El Colegio Nacional de Rosario tuvo continuos descensos en su matrícula desde 1885 a 1889. La dirección señalaba, entre las causas principales, “la índole esencialmente industrial y comercial de esta ciudad” (pag 75)
Pero el hecho que avala con mayor fuerza la hipótesis de las motivaciones políticas es que los colegios no aparecieron como producto de iniciativas propias, sino del gobierno central y dependían de él en todo, tendiendo a formar élites homogéneas e integradas en los valores de la élite central.


[1] Tomado de M. Solari, 1987: pp 169-170.


Bibliografía

CANÉ, Miguel (1993): Juvenilia. Con un estudio sobre La Chacarita de los colegiales y la quinta de los vascos por el Ing. Héctor Ottonello. Introducción y notas: Juan Carlos Pellegrini, Bs.As.: Brami Huemul (6ª ed.). Versión electrónica recuperada el 8.09.2007 del sitio http://es.wikisource.org/wiki/Juvenilia


TEDESCO, J.C. (1982): Educación y sociedad en la Argentina (1880-1900), Bs. As.: CEAL


SOLARI, Manuel Horacio (1987): Historia de la educación argentina, Bs.As.: Paidós, 11ª reimpresión

04 octubre, 2007

Historia de la Educacion: Dickens, Charles

Historia de la Educacion: Dickens, Charles: ": http://es.geocities.com/biblio_e_dickens/dickens.html"

EL CONFLICTO CON LA IGLESIA


TEDESCO, J.C. (1982): Educación y sociedad en la Argentina (1880-1900), Bs. As.: CEAL, cap VI, 119-128 (Resumen y notas por JCP para uso de la cátedra)

Los conflictos en relación a la enseñanza religiosa habían seguido a las luchas políticas iniciadas después de 1810. Al llegar al Congreso Pedagógico ya habían surgido muchos enfrentamientos. Para los intelectuales proscriptos, la Iglesia había apoyado al rosismo y a los caudillos del interior. La consigna de Facundo Quiroga, que resumía los términos de la lucha, era “Religión o muerte”.
En 1853 en el debate de la Convención constituyente, se rechazaron las posiciones católicas que pretendían que la Religión católica sea admitida como religión del Estado. Cuando se incorpora la provincia de Bs As a la Confederación, en 1860, se repite el intento y fracasa.
El programa de los proscriptos concebía la libertad de conciencia como una conquista para la llegada de europeos no católicos.

La libertad de cultos se logra a nivel constitucional. Luego los liberales intentan eliminar la vigencia del catolicismo en las escuelas públicas. Aún antes de haberse discutido y aprobado la ley 1420, una disposición del Consejo General de Educación había reglamentado la enseñanza religiosa, disponiendo que fuera impartida por los párrocos y no por los maestros. Elllo había motivado una queja del arzobispo de Bs. As.
En 1882, en el Congreso Pedagógico, hubo incidentes. Más tarde, en el debate de la Ley de Educación, el enfrentamiento alcanza el cenit. Como consecuencia hubo varios obispos expulsados.

Declinación del poder de la Iglesia (Tedesco, cap VI: 121)
El poder de la Iglesia estaba declinando. Por una parte se enfrentaban a las prácticas liberales que permitían el desarrollo capitalista y por el otro, perdían influencia frente a las élites dirigentes.
Hay dos fenómenos estrechamente relacionados. Por una parte, la orientación político-ideológica de los católicos frente al Estado era garantizar la influencia del Estado pero revestido con la legitimidad religiosa. Y para ello el Estado debía enfrentar las políticas liberales que permitían el avance capitalista.
El segundo fenómeno es que la orientación de la Iglesia contrariaba las tendencias hacia la participación del país en el mercado mundial, lo cual la llevaba a distanciarse de las élites dirigentes.
Esto tiene que ver con las alianzas del papado. Luego de la revolución burguesa en Europa, la alianza de la Iglesia con el poder feudal hizo que el enfrentamiento de los revolucionarios se hiciera globalmente contra ambos poderes (feudalismo e iglesia). El capitalismo, al destruir las antiguas relaciones de producción, destruyó también sus bases ideológicas y colocó al pensamiento católico en crisis.
Y así como nuestras élites políticas se inspiraron en las de Europa, la Iglesia argentina se inspiró en el Papa, reproduciendo en apariencia conflictos europeos.
La debilidad de la Iglesia queda puesta de manifiesto por la disminución del número de sacerdotes en relación a los habitantes, por el crecimiento demográfico acelerado. La carrera de sacerdocio perdía atractivos, por lo cual la mayoría debía incorporarse desde el exterior[1].
Los gobiernos de este período estaban más o menos dispuestos a restituir el decoro y la respetabilidad que reclamaba el obispo, pero no así su independencia.

Independencia o control en las relaciones entre Estado e Iglesia (Tedesco: 123)
En la Argentina se muestra la tendencia a concentrar el control de los mecanismos de poder en el Estado y en la élite dirigente.
Así sucedió en las relaciones con la Iglesia. El Estado prefirió controlarla y no pasar a la separación institucional, que quizás hubiera permitido que la Iglesia quedara fuera del control y un agente de oposición importante por su arraigo en vastos sectores de la población.
Se reivindicó, por ejemplo, el ejercicio del Patronato, para poder intervenir en el nombramiento de los curas párrocos que, hasta ese momento eran nombrados por el arzobispo, a pesar de la ley. En 1886 se planteó un incidente cuando el gobierno trató de hacer cumplir la ley. Eduardo Wilde, en su calidad de Ministro de Justicia, Instrucción Pública y Culto, fue quien llevó la posición del gobierno. Wilde reconocía las funciones sociales de la religión y de los sacerdotes, pero por eso quería que el gobierno interviniese[2].
El reconocimiento de las funciones sociales de la religión en cuanto al dominio y control de las conductas de los habitantes llevó también al Estado a controlar la enseñanza que se brindaba en los seminarios de formación de sacerdotes.!
“”Nuestro clero se educa actualmente bajo la impresión de ciertas teorías e incitaciones preconizadas en la cátedra, que el Estado no podría menos que considerar subversivas, pues en algunos casos ellas contradicen las leyes del país o dificultan su rápida ejecución”- (Wilde 1884) Justificando las tareas de inspección del Estado sobre los seminarios.
Las teorías correspondían a los principios de la Iglesia cuyo resumen más representativo es el Syllabus.
El gobierno prefirió mantener la unión con la Iglesia sobre la base de la dependencia, lo mismo que con las universidades, aplicando la misma argumentación.
Wilde sostiene que mientras la Iglesia admita el sostén de cualquier entidad, permanecerá en una dependencia más o menos acentuada, pero completamente incompatible con su dignidad y misión en la tierra”. (pag 126)
El Estado hizo valer lo que Wilde denominó el ‘derecho de vigilancia’, para evitar que los individuos “encasillándose en sus creencias, se sustraigan a la ley civil … y se conviertan en predicadores de ideas subversivas …”(pag 126)
Sin embargo, en determinado momento la Iglesia intentó convertirse en factor de oposición. Sancionada la ley 1420, en el interior del país se inició una campaña a través de pastorales de los obispos contra los diarios y contra las escuelas normales por estar a cargo de maestras protestantes. Los obispos de Córdoba, Salta, Santiago del Estero se pronunciaron así. En algunas provincias las escuelas normales tienen una deserción importante y en La Rioja casi deben cerrar sus puertas.
Las pastorales se amparan en las concepciones ultramontanas del Syllabus. No sorprende que se hayan originado en el interior del país, sobre todo en el Norte, mientras que Bs As tenía una posición más racionalista, ligada a la ideología burguesa europea. La Iglesia derivó en el terrorismo ideológico propio de la Inquisición. En esto no fue acompañada ni por los mismos sectores católicos de Buenos Aires que, cuando defendieron la enseñanza religiosa, trataron de quitarle al Syllabus su contenido regresivo. Los católicos porteños trataron en todo momento de aparecer tan liberales como sus opositores y de demostrar la falsedad de los argumentos liberales con sus mismos ejemplos. Así, EEUU e Inglaterra eran presentados, según el orador, como modelo de país con libertad de cultos o como modelo de país donde el espíritu religioso y cristiano había sido el motor de su desarrollo,
Esta situación de algunos grupos católicos se puso de manifiesto cuando ellos llegan a sostener la necesidad de la separación de la Iglesia y el Estado. José Manuel Estrada o Pedro Goyena reivindican la independencia de la Iglesia, sobre la base de que lo contrario implica el predominio del Estado sobre ella.




[1] El arzobispo de Bs As se refiere a las vocaciones sacerdotales en su Memoria de 1887 (pp 353-361) advirtiendo que para ello hacía falta restituir el decoro, la respetabilidad y la independencia para el sacerdocio

[2] Ver párrafos de Wilde en cartas al arzobispo y en el Debate parlamentario de la ley 1420

CATÓLICOS Y LIBERALES Legislación educativa

1880: LEGISLACIÓN EDUCATIVA
CATÓLICOS y LIBERALES


En el último cuarto del siglo XIX se inicia un nuevo período de expansión capitalista, a favor de la llamada segunda revolución industrial. Mientras que en la primera revolución industrial aparece la máquina, que multiplica la producción de bienes de consumo, con la segunda se comienzan a producir en gran escala máquinas, con las cuales los bienes de consumo se reproducen en forma exponencial. Se renuevan las fuentes de energía y combustibles, al ser reemplazado el carbón por el petróleo y la energía eléctrica. El número de operarios aumenta a miles; como contrapartida se produce la crisis de las formas económicas anteriores y desocupaciones masivas. Este gran impacto social ocasiona las grandes migraciones que caracterizan al período, favorecidas por el incremento en la capacidad de los medios de transporte transatlántico; precisamente la aparición del vapor hará que los grandes contingentes humanos, al igual que las mercaderías, puedan trasladarse a grandes distancias. Tiene lugar así la internacionalización del capitalismo, constituyéndose el mercado mundial. El país hegemónico es Inglaterra.
Los países periféricos, especialmente el nuestro, reciben un gran contingente de emigrados europeos, lo cual favorece el proyecto político prevaleciente. Se recibe mano de obra barata, permitiendo además la constitución de un proletariado de raza y cultura europea. Bagú explica que los países centrales cobran el transporte y se deshacen de los desocupados. Por otra parte, expanden su mercado, venden a los mismos emigrados, y recibirán de ellos los ahorros enviados por bancos de la misma nacionalidad a los familiares que habían quedado en la retaguardia. Así se cerraba el ciclo de simbiosis en el cual ingresaba Latinoamérica.
En el orden interno, nuestro país adaptará su estructura productiva para insertarse en el mercado internacional del trabajo, haciéndolo como agro-ganadero[1]. Luego de la crisis de 1880 y la federalización de Buenos Aires, se ingresa en un período de relativa estabilidad política. El país se abre al capital extranjero y se acrecienta la inmigración[2].


Scalabrini Ortiz describe muy bien el encuentro entre el inmigrante y la tierra y también su drama;
“El labriego europeo invadió la pampa fascinado. La verdad de las extensiones fértiles excedía en mucho los más ávidos ensueños de su imaginación. La labró, la dividió en predios, la rayó con su arado, la asperjó con su simiente, embriagado por la largueza con que le eran devuelto sus afanes. La llanura se inflamó un rato, alborotada por el animoso europeo... pero poco a poco la tierra se fue recobrando: aplacó los bullicios extemporáneos; apaciguó las exuberancias del bienestar corporal. Volvió a imponer su despotismo de silencio y de quietud, volvió a quedar en suspenso y como en éxtasis. Manejando la tierra el hombre fue allanado por la tierra. Al conjuro irresistible de esa metafísica de la tierra, la continuidad de la sangre se quebró...”
R. Scalabrini Ortiz: “La Tierra invisible”.

Se consolida en este período la oligarquía terrateniente, representada en el partido conservador. Sobre su hegemonía se desarrolla una ideología liberal que pregona un universalismo abstracto. En lo interno habrá de caracterizarse por libertad política sin soberanía popular[3]. No es otra cosa que la fórmula alberdiana de limitación de los derechos políticos, junto con amplias libertades civiles.

El pensamiento argentino
Cuando se habla de la generación del 80, se suelen incluir, en realidad, dos generaciones que se suceden sin solución de continuidad en su gestión: la de 1880 y la de 1896. El período de gestión de ambas, por lo tanto, se confunde y abarca desde 1880 hasta 1916, año en que el advenimiento del radicalismo al poder produce un impacto que cambia la política argentina. En este largo período, dos corrientes filosóficas principales pugnan por imponerse: el positivismo - con sus variantes - y el grupo católico.
El positivismo es la corriente mayoritaria de la época. Junto con la ideología liberal bajo la cual se cobija, es de origen cosmopolita y europeo. Es interesante transcribir la valoración que, de esta generación, hace Alejandro Korn:
“se liga a esta influencia el desarrollo económico del país, el predominio de los intereses materiales, la difusión de la instrucción pública, la incorporación de masas heterogéneas, la afirmación de la libertad individualista. Se agrega como complemento el despego de la tradición nacional, el desprecio por los principios abstractos, la indiferencia religiosa, la asimilación de usos e ideas extrañas. Así se creó una civilización cosmopolita, de cuño propio, y ningún pueblo de habla española se despojó como el nuestro, en forma tan intensa, de su carácter ingénito, so pretexto de europerizarse” Korn A (“Influencias...”) (op. cit.), pp. 199-271.

Las consecuencias pedagógicas del positivismo fueron el auge de las ciencias físico-matemáticas, las ciencias naturales – a la cual se subordinaban las ciencias del hombre – y del método experimental.
El positivismo tuvo varios focos de irradiación, siendo los más importantes el grupo de Paraná y el universitario. Este último tuvo importante actuación a través de la cátedra, del periodismo y de los círculos culturales, y sobre él volveremos.
La resistencia católica
Figura: José Manuel Estrada. Tomada del sitio: http://www.mendoza.edu.ar/
Frente a esta corriente se alza el grupo católico, que se enfrenta a los positivistas en recordados debates en el Congreso de la Nación. Esta fracción católica militante sostenía la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en todas las escuelas, así como la libertad de empresa educativa, especialmente para los grupos confesionales que representaba.
Frente al avance de las posiciones laicistas y anticlericales favorecidas por la inmigración masiva, la Iglesia y sus fieles asumieron una actitud de militancia vehemente. Recordemos que por esta época una encíclica del Papa Pío IX arengaba a los católicos a plantarse contra las nuevas ideas; se trata de la encíclica Quanta Cura y el Syllabus[4], de 1864. En su presentación se dice:
“Nuestro Santísimo Señor Pío IX, Pontífice Máximo, no ha cesado nunca, movido de su grande solicitud por la salud de las almas, y por la pureza de la doctrina, de proscribir y condenar desde los primeros días de su Pontificado, los principales errores y las falsas doctrinas que corren particularmente en nuestros miserables tiempos …

Los católicos de la época se aferraron fuertemente a la encíclica para condenar las propuestas liberales en educación. Se funda el periódico “La Unión” cuyo jefe de redacción era Estrada y su director Alejo de Nevares. En el primer número Estrada escribía:
“Vamos a alarmar las conciencias, a despertar a los dormidos, a reanimar a los pusilánimes, a enardecer los espíritus, a vincular corazones, a disciplinar para la batalla del Señor. Mientras los creyentes han dormido, el liberalismo ha velado”.

En 1884 se realiza el primer Congreso de los católicos argentinos. En un discurso, Pedro Goyena exalta los objetivos: “El gobierno Argentino quiere asociarse al movimiento contemporáneo, quiere imitar a los gobiernos que se guían por los principios científicos, quiere implantar el positivismo en la legislación, lo que significa, señores, poner en práctica el materialismo, desterrar a Dios del hogar, desterrar a Dios de la escuela, de la ley, de la tumba, desterrar a Dios de la sociedad... Nuestro deber es tomar participación en los negocios públicos con el firme propósito de que los principios de la moral católica sean la norma de la vida política de la Nación... nosotros somos mucho más que un partido, pero tenemos que organizarnos como un partido... (Parera R: La Ofensiva Católica de 1884) (op. cit.)
A pesar de estar en minoría, este grupo tiene gran importancia y, sobre todo, congrega detrás suyo, unos intereses muy poderosos y arraigados en la sociedad argentina.
Aún así, por la época que nos ocupa, en congruencia con los intereses y realidades socioeconómicas, el positivismo logra imponer la mayoría de las leyes educacionales que consolidan su proyecto.

Educación
Los hechos más importantes que ocurren durante este período son la sanción de las leyes 1420 y 1597 y la nacionalización de la UBA; veremos separadamente los hechos producidos por la generación de 1896, a pesar de que la separación puede resultar artificial. La ley 1420 consagra la enseñanza obligatoria, gratuita, laica, la graduación de la instrucción y la autonomía del gobierno escolar[5] . Es uno de los logros del pensamiento liberal y fue calificada como “fruto selecto de la labor de Sarmiento”[6]. A ella no nos habremos de referir, por exceder los objetivos de este trabajo.

Nacionalización de Universidad de Buenos Aires
La nacionalización de la UBA ocurre a consecuencia de la federalización de la ciudad. En el momento de ser nacionalizada - en 1881 - la universidad cuenta aproximadamente con 2000 alumnos, según la estimación del rector Manuel Quintana, lo cual es un notable crecimiento comparado con los 500 alumnos de la época de J. M. Gutiérrez[7]. El Dr. Quintana había sido el primer rector elegido por la Asamblea universitaria y, por lo tanto, no designado por el poder político. Se mantuvo al frente de la misma desde 1877 hasta su nacionalización, renunciando en disconformidad por este hecho.
Los principales cambios ocurridos desde entonces serán la supresión de los Estudios preparatorios, que se refunden con el Colegio Nacional, el cual pasa a su vez a depender de la Facultad de Humanidades[8]. Además, se dictan disposiciones referidas al gobierno de la universidad que no alcanzan a cobrar vigencia[9].


[1] Romero LA: (“Las economías del interior”) (op. cit.)
[2] Para tener una idea de los cambios demográficos que produce la inmigración en nuestro país, recordemos que en el primer censo nacional, en 1869 existían 1830214 hab. Con 75% de analfabetismo; en 1895 había 3954911 hab., con 53% de analfabetos (Manganiello EM op. cit., pág. 117)
[3] Giudici E (op. cit.)
[4] Quanta Cura y Syllabus, Encíclica y anexo que proponen una sanción moral y legal contra las ideas del siglo XIX. Puede encontrarse en http://www.filosofia.org/mfa/far864a.htm
[5] Solari MH, pág. 187
[6] Giudici E (op. cit.), pp. 127-128
[7] Halperin Donghi T (op. cit.): pág. 89
[8] Ibídem, pág. 90
[9] De acuerdo a Halperin (op. cit.) “en el gobierno universitario debía darse nuevamente algún papel a los graduados, integrándolos en la Asamblea universitaria; el retorno a esa solución, que había tenido vigencia en las primeras etapas de la existencia de la UBA se imponía - según el gobierno nacional - para evitar que el gobierno de la universidad quedase en manos de un círculo estrecho de docentes y académicos”. (Pág. 90)

SARMIENTO: Ideas educativas

Ideas educativas de Sarmiento
Tomado de RECALDE, Héctor (1987): “El sistema de educación formal” en: El Primer Congreso Pedagógico 1882/1 Bs.As: CEAL, cap II pp 28-48

Sarmiento fue el único de su generación que elaboró un proyecto educativo orgánico (H. Recalde, pág. 46). El mismo aparece formulado en educación popular, calificado como la “primera obra de magnitud que se publicó sobre el tema en Sudamérica”.
Contiene el resultado de observaciones recogidas por el autor en sus viajes desde 1845 a 1847 por países europeos y EEUU. Realizado por iniciativa de Manuel Montt, ministro del interior de Chile, luego fue presentado como proyecto al congreso en ese país. Si bien no fue original, sí fue importante en nuestro medio donde todo estaba por hacerse.
Sus fuentes son los principios pedagógicos surgidos durante la revolución francesa y la realidad del sistema educativo norteamericano, que había impactado a Sarmiento.
Desarrolla los principios básicos que inspiraron el proyecto educativo de la generación del 80, los mismos que trató de implementar cuando estuvo al frente de la educación en la provincia de Bs As como Jefe del departamento de Escuelas. Se concretaron en la Ley de Educación común de la Pcia de Bs As en 1875.
Afirma que la educación es un derecho de todos y que es un deber del Estado el asegurarla. Responsable de la difusión de la instrucción elemental, el Estado debe reservarse el contralor del sistema educativo y la formación de los maestros. La participación popular en la administración escolar, se producirá a través de los Consejos escolares y las Asociaciones Cooperadoras.
No excluye la existencia de escuelas privadas, pero se opone a que se las subvencione. En sus informes como responsable de educación de la provincia de Bs As deja constancia de los problemas y las dificultades que tuvo con los directores de escuelas privadas para que le dejaran obtener datos sobre el funcionamiento.
El optimismo pedagógico es uno de los rasgos más notables del pensamiento de Sarmiento. Son múltiples las funciones que le asigna a la educación: económicas, políticas y sociales. En cada aspecto espera que la educación aporte a la solución de los problemas existentes.
Pero ve con lucidez los factores que conspiran contra la difusión de la educación. En el campo, los latifundios y el despoblamiento. Por eso aboga por la división de la tierra, ligado a la Educación popular.
Otro obstáculo es el exiguo presupuesto educativo. Por eso aboga por que las escuelas tengan rentas propias que las liberen de las contingencias de políticos. Son los recursos que luego prevé la Ley 1420.
No hay prácticamente nada en el Congreso Pedagógico que no hubiera sido propiciado anticipadamente por Sarmiento.
SARMIENTO, Domingo F. (1849): Educación Popular (orig. Publicada en Chile) (En Obras Completas, tomo XI, Bs.As.: Librería La Facultad / Juan Roldán, 1914.

Sarmiento: EDUCACIÓN POPULAR

Educación Popular
D.F. Sarmiento
(En Obras Completas, tomo XI, Bs. As.: Librería la Facultad, Juan Roldán, 1914)[1]

Introducción. Instrucción Pública
La instrucción pública tiene por objeto preparar las nuevas generaciones en masa para el uso de la inteligencia individual, por el conocimiento aunque rudimental de las ciencias y hechos necesarios para formar la razón. Es una institución puramente moderna, nacida de las disensiones del cristianismo y convertida en derecho por el espíritu democrático de la asociación actual.-
Hasta hace dos siglos había educación para las clases gobernantes, para el sacerdocio, para la aristocracia; pero el pueblo, la plebe no formaba parte activa de las naciones. Habría parecido, entonces, absurdo sostener que todos los hombres debían ser igualmente educados.-
El progreso de las instituciones, la libertad adquirida en unos países, el despotismo en otros; han contribuido a preparar a las naciones en masa para el uso de los derechos que hoy no pertenecen a tal o cual clase de la sociedad, sino simplemente a la condición humana. Hay más todavía: los derechos políticos, esto es; la acción individual aplicada al gobierno de la sociedad, se han anticipado a la preparación individual aplicada al gobierno de la sociedad, se han anticipado a la preparación individual que el uso de tales derechos suponen.-
Hasta hace poco existían entre los pueblos civilizados dos derechos civiles distintos: uno se refería a la propiedad y otro a la persona. Con la última revolución de Europa, todos los hombres tienen derecho a ser reputados suficientemente inteligentes para la gestión pública y el ejercicio del derecho electoral que les corresponde a todo varón adulto sin distinción de clase, condición ni educación. Esta igualdad de derechos acordada a todos los hombres sirve de base a la constitución social y de ella nace la obligación que tiene todo gobierno de proveer a la educación de las generaciones venideras.-
Las condiciones sociales de los hombres muchas veces no dependen de su voluntad pero la sociedad en masa tiene interés en asegurarse que la educación recibida en la infancia prepare suficientemente a todo individuo para desempeñar, en el futuro, sus funciones sociales. El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen; y la educación pública no debe tener otro fin que aumentar esas fuerzas de producción, de acción y de dirección. La dignidad del Estado, la gloria de una nación se basa en la dignidad de sus súbditos; y esta dignidad se obtiene elevando el carácter moral, desarrollando la inteligencia y predisponiéndolo a la acción ordenada y legítima de todas sus facultades .-
Las masas están menos dispuestas a respetar la vida y la propiedad a medida que su razón y sus sentimientos morales están menos cultivados. Téngase presente que los Estados sudamericanos pertenecen a una raza que figura en última línea entre los pueblos civilizados. España y sus descendientes carecen de todas las dotes que la vida de nuestra época requiere, debido a que no tienen aquellos conocimientos en ciencias naturales o físicas que – en Europa – han creado una poderosa industria que da trabajo a todos los individuos de una sociedad. Así, la producción en escala provechosa, hoy debe hacerse con medios mecánicos.
Si la educación no prepara a las futuras generaciones para esta adaptación de los medios de trabajo, el resultado será la pobreza y oscuridad nacional; mientras que en otras naciones, con la ayuda combinada de la ciencia y la industria con la instrucción pública se auguran mayores desarrollos y progresos.-
La inmigración puede y debe aclimatarse entre nosotros. Su número ha crecido y de seguir así, provocará la sustitución de una sociedad por otra, haciendo descender – lentamente – a las últimas condiciones a quienes no estén preparados, educados, capacitados tanto intelectual como industrialmente.-
Nuestros mayores esfuerzos deben ser destinados a educar las generaciones venideras..-
España hoy yace sumida en la insignificancia y la nulidad, siendo una colonia más en el seno de Europa. Ella nos ha legado su ineptitud civil, su atraso intelectual e industrial.-
Ingleses, franceses y holandeses en Norteamérica no se unieron con los aborígenes; de modo tal que sus descendientes formaron naciones compuestas de razas europeas puras con tradiciones europeas intactas, capacidad y afán de progreso, permitiéndoles – así – desenvolverse y avanzar. En cambio, la colonización española incorporó al indígena legando una progenie bastarda, rebelde, sin tradición de ciencia, arte e industria; sin que los padres hayan podido transmitir a sus hijos la aptitud intelectual, la moralidad y capacidad industrial que no tenían. Sólo cambiando las razas pueden cambiarse los instintos, la civilización, las ideas. Pero elevar los espíritus degradados a la altura de los hombres cultos llevará siglos.-
En Argentina, Chile, Venezuela y otros Estados sudamericanos pueden sentirse los efectos dañinos que produce esa amalgama de razas con bárbaros que viven en los bosques, odian la civilización y conservan su idioma primitivo y hábitos de indolencia y repugnancia contra el aseo, el vestido, las comodidades … Faltan estímulos al accionar humano.-
Nuestra tarea consiste, por ello, en suplir las deficiencias dejadas por España; preparándonos para la nueva existencia que próximamente asumirán las sociedades cristianas asentadas sobre las bases de su organización social y allanándoseles las dificultades que hoy impiden el libre desarrollo de las facultades del hombre; sin excluir a aquellos que no pueden bastarse a sí mismos.-
Todo cuanto ocurra en el mundo a partir de ahora dependerá de la inteligencia; y la grandeza de las naciones dependerá más de las fuerzas intelectuales y productivas, que de las materiales.-
Aún pesan sobre nosotros tradiciones raciales que la independencia de España no ha podido cortar
Se necesitan ejércitos permanentes para combatir al enemigo pero también se necesita la educación pública para que desaparezcan los defectos y males que pesan sobre nosotros.-
La extensión de la instrucción a toda la clase trabajadora puede salvar la insuperable dificultad que la incapacidad natural de nuestra gente opone al progreso industrial por no poder manejar y mantener en buen estado los aparatos o máquinas más simples.-
Las estadísticas inglesa y francesa han demostrado la influencia que un mínimo de instrucción ejerce en la aptitud fabril; por lo tanto un rudimento de instrucción dado en las escuelas resulta esencial para adquirir destreza y habilidad como trabajadores.-
Quienes no han contado con una educación primaria representan la última clase de operarios y su trabajo es improductivo. Se los emplea en actividades con un mínimo de destreza manual y mental.-
Los jefes de taller y otros empleados requieren de un mayor grado de conocimientos en una especialidad en particular o un conocimiento general de los negocios y – siempre – un irreprochable carácter moral. Esto les permite hacer toda una carrera comenzando como simples operarios. Los que ni siquiera saben escribir sus nombres realizan los trabajos más bajos o menos importantes, tienden a relajar sus esfuerzos y caer en viejos hábitos; se fatigan rápido, carecen de actividad espontánea debido a que la falta de educación y ejercicio obstruye el juego de los poderes mentales. Los que saben leer visten con más orden, aseo, pulcritud; aspiran a mejorar.
Son ya una costumbre en Europa los anuncios – en el frente de los comercios – promoviendo servicios, mercaderías, nombres de profesionales, etc., ejerciendo una gran influencia civilizadora sobre la masas populares.
Quienes están alfabetizados suelen adoptar el traje, vestimenta que identifica a los pueblos cultos y a las clases superiores. Denota espíritu de progreso, que se extiende a la vivienda, los muebles, aparatos de labranza. Aquí los paisanos habitan en ranchos y los indígenas, en tolderías instaladas en los alrededores de las ciudades. Son guaridas inmundas y estrechas de hombres degradados por la miseria y la estupidez.- En Europa ricos y pobres visten, leen y viven muy parecido. Los diferencian la calidad del vestido, los materiales, etc. Al saber leer, pueden encontrar en ellos información muy útil referida a nuevos inventos, recetas agrícolas, arte mecánicas incluso de lugares alejados.-
La facilidad para obtener medios de subsistencia, la dignidad, la cultura del espíritu son obra del efecto moralizador de la escuela; evitando que el individuo se entregue a la bebida, el ocio y abandono; especialmente por absorber parte del tiempo disponible a la vez que le proporciona hábitos de sociabilidad, trabajo, disciplinamiento, respeto por la autoridad.-

[1] Selección de textos: COSTA, Noemí D.

ALBERDI: INMIGRACIÓN


“De la inmigración como medio de progreso y de cultura para la América del Sud. Medios de fomentar la inmigración. Tratados extranjeros. La inmigración espontánea y no artificial. Tolerancia religiosa. Ferrocarriles. Franquicias. Libre navegación fluvial” [1]
En: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina
Juan Bautista Alberdi.
Figura: Alberdi en su madurez, Tomado de:
¿En qué forma vendrá en lo futuro el espíritu vivificante de la civilización europea a nuestro suelo? Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe. Cada europeo que viene a nuestras playas nos trae más civilización en sus hábitos que luego comunica a nuestros habitantes, que muchos libros de filosofía.
¿Queremos que los hábitos de orden, de disciplina y de industria prevalezcan en nuestra América? Llenémosla de gente que posea esos hábitos. Este es el medio único de que América, hoy desierta, llegue a ser un mundo opulento en poco tiempo. Si queremos ver agrandados nuestros Estados en corto tiempo, traigamos de fuera sus elementos ya formados y preparados.
Aviso importante a los hombres de Estado sudamericanos: las escuelas primarias, los liceos, las universidades, son por sí solos, pobrísimos medios de adelanto, sin las grandes empresas de producción, hijas de las grandes porciones de hombres.
Se hace este argumento: educando a nuestras masas, tendremos orden; teniendo orden vendrá la población de afuera. No tendréis orden ni educación popular sino por el influjo de masas introducidas con hábitos arraigados de ese orden y buena educación.
¿Cómo conseguir todo esto?
Tratados extranjeros. Firmad tratados con el extranjero en que deis garantías de que sus derechos naturales de propiedad, de libertad civil, de seguridad, de adquisición y de tránsito les serán respetados. Esos tratados serán la más bella parte de la Constitución; la parte exterior, que es la llave del progreso.
Plan de inmigración. La inmigración espontánea es la verdadera y grande inmigración. Nuestros gobiernos deben provocarla, por el sistema grande, largo y desinteresado, por la libertad prodigada por franquicias que hagan olvidar su condición de extranjero, persuadiéndolo de que habita su patria; facilitando, sin medida ni regla, todas las miras legítimas, todas las tendencias útiles.
Tolerancia religiosa. Si queréis pobladores morales, y religiosos, no fomentéis el ateísmo. Si queréis familias que formen las costumbres privadas, respetad su altar a cada creencia. La América española, reducida al catolicismo con exclusión de otro culto, representa un solitario y silencioso convento de monjes. El dilema es fatal: o católica exclusivamente y despoblada; o poblada y próspera, y tolerante en materia de religión.
Inmigración mediterránea. Hasta aquí la inmigración europea ha quedado en los pueblos de la costa y de ahí la superioridad del litoral de América, en cultura, sobre los pueblos de tierra adentro. El medio más eficaz de elevar la capacidad y cultura de nuestros pueblos de situación mediterránea a la altura y capacidad de las ciudades marítimas es aproximarlos a la costa, mediante un sistema de vías de transporte grande y liberal, que los ponga al alcance de la acción civilizadora de Europa.
Los grandes medios de introducir Europa en los países interiores son el ferrocarril, la libre navegación interior y la libertad comercial. La riqueza, como la población, como la cultura, es imposible donde los medios de comunicación son difíciles, pequeños y costosos.
Ferrocarriles. Es preciso traer las capitales a las costas, o bien llevar el litoral al interior del continente. El ferrocarril y el telégrafo, que con la supresión del espacio, obran. El ferrocarril innova, reforma y cambia las cosas más difíciles, sin decretos ni asonadas.
Sin el ferrocarril, no tendréis unidad política en países donde la distancia hace imposible la acción del poder central. La unidad política debe empezar por la unidad territorial, y sólo el ferrocarril puede hacer de los parajes separados por quinientas leguas un paraje único.
Franquicias y privilegios. Proteged al mismo tiempo empresas particulares para la construcción de ferrocarriles. Colmadlas de ventajas, de privilegios, de todo el favor imaginable, sin deteneros en medios. Los caminos de fierro son en este siglo lo que los conventos eran en la Edad Media; cada época tiene sus agentes de cultura.
Dejad que los tesoros como los hombres de afuera se domicilien en nuestro suelo. Rodead de inmunidad y de privilegios el tesoro extranjero para que se naturalice entre nosotros. Esta América necesita de capitales tanto como de población. El inmigrante sin dinero es un soldado sin armas.
Navegación interior. Los grandes ríos son otro medio de internar la acción civilizadora de Europa. Pero los ríos que no navegan son como si no existieran. Es necesario entregarlos a la ley de los mares, es decir a la libertad absoluta. No más exclusivismo en nombre de la patria.
Nuevos destinos de la América mediterránea. Los Estados no se han hecho para las aduanas, sino éstas para los Estados. Si queréis que el comercio pueble nuestros desiertos, no matéis el tráfico con las aduanas interiores. La aduana es la prohibición; es un impuesto que debiera borrarse de las rentas sudamericanas. Es un impuesto que gravita sobre la civilización y el progreso de estos países, cuyos elementos le vienen de afuera.
No temáis tampoco que la nacionalidad se comprometa por la acumulación de extranjeros, ni que desaparezca el tipo nacional. Mucha sangre extranjera ha corrido en defensa de la independencia americana. No temáis, pues, a la confusión de razas y de lenguas. El emigrado es como el colono: deja la madre patria por la patria de su adopción.
Abrir sus puertas de par en par a la entrada majestuosa del mundo; sin discutir si es por concesión o por derecho.

[1] Selección de textos: Noelia Carena

Mayorías y minorías en democracia

Chinchilla Herrera, Tulio Elí: Legado del Saber 14. La mayoría no existe. Reglas cuantitativas de la democracia
Este texto ha sido extractado del sitio http://bicentenario.udea.edu.co/leg14-01.html. Se aconseja a los interesados en profundizar el tema, remitirse al trabajo original de Tulio Chinchilla.

La democracia madisoniana se opone, según algunos autores, a la democracia mayoritaria.

Desde mediados del siglo XIX el concepto de mayorías y minorías ha venido dando un vuelco valorativo radical: la revalorización y hasta sacralización de las minorías, no ya las oligárquica y odiosas, sino las que, en razón del tamaño modesto y su condición oprimida, entrañan valor ético-político. Frente a una mayoría tantas veces ignorante —y por ello mismo proclive a la intolerancia—, ciertas minorías se consagran como reserva moral, portadoras de una legitimidad propia, capaces de lucidez cuando el rebaño embiste.En la ciencia política estadounidense la expresión ‘democracia madisoniana’ recuerda que la democracia no se define como el poder omnímodo de la mayoría, sino como el compromiso constitucional y cultural con la garantía de los derechos intangibles de las minorías, lo cual implica un conjunto de limitaciones institucionales y sociales a la soberanía mayoritaria. James Madison en El Federalista había precursado esta nueva visión al señalar que tan peligrosa para la república es la minoría detentadora del poder, como la mayoría que lo ejerce sin límites constitucionales sobre la minoría (tiranía de la mayoría). En una república no sólo es de gran importancia asegurar a la sociedad contra la opresión de sus gobernantes, sino proteger a una parte de la población contra las injusticias de la otra. Si una mayoría se une por obra de su interés común, los derechos de las minorías estarán en peligro. Sólo hay dos maneras para precaverse de esos males: primero, creando en la comunidad una voluntad independiente de la mayoría, esto es, de la sociedad misma; segundo, incluyendo en la sociedad tantas categorías diferentes de ciudadanos que los proyectos injustos de la mayoría resulten no sólo muy improbables sino irrealizables.
En su obra “La democracia en América” (1835), al develar los rasgos de la naciente democracia, Alexis de Tocqueville previno contra el ilimitado “poder moral de la mayoría sobre el pensamiento”, como el mayor peligro de este sistema de gobierno: “el mayor peligro de las repúblicas americanas reside en la omnipotencia de la mayoría”. La más sugestiva versión liberal de esta tesis antimayoritaria la encontramos en John Stuart Mill (Sobre la libertad, 1861): la opinión mayoritaria de una sociedad en materia moral e intelectual carece de toda legitimidad para imponer modelos de vida virtuosa o planes de vida valiosos a los individuos. Por más soberanos que sean el poder de la mayoría y su voluntad general plasmada en la ley, no los autoriza a desconocer los ámbitos de autodeterminación personal, los espacios de conducta autorreferente (la que no toca los derechos de los demás). La mayoría, entonces, no puede llegar a negar la diversidad de las formas de vida, algo valioso y digno de protección y estímulo. Hay un derecho básico: el derecho a la diferencia. Ser mayoría no otorga por sí misma ninguna respetabilidad ética o estética ni fundamenta más derechos que el de regular, mediante ley, algunos planos de la conducta que afecta a terceros (intersubjetiva). [15]
Al amparo de esta nueva óptica, casi se tiende a identificar la democracia con los derechos de las minorías, sobre todo las religiosas, étnicas, culturales, políticas, sexuales. Su existencia es valorada positivamente, por lo que se les garantiza un campo de inviolabilidad y maniobra mediante dispositivos constitucionales “antimayoritarios” a los que se aludirá más adelante.

ORDEN CONSERVADOR: Democracia y minorías


BOTANA, Natalio R. (1985): El Orden Conservador. La Política argentina entre 1880 y 1916. Buenos Aires: Hyspamerica, Biblioteca argentina de Historia y Política. (Resumen para uso de la cátedra. En este texto ha colaborado la alumna Analía Rossi)
Figura: Juan Bautista Alberdi (Tomada de www.larramendi.es)
Palabras claves: Botana, orden conservador, Alberdi, fórmula prescriptiva, democracia, democracia madisoniana, Madison, Tocqueville, liberalismo.

Natalio Botana encabeza una conocida familia conservadora de nuestro país, dedicada históricamente al periodismo. Interviene en el golpe de Uriburu (Ver: Irigoyen pág 368)
Hacia 1880 tres batallas sangrientas conmovieron a Bs As. Ellas son la culminación de un viejo conflicto, que se resuelve a través de la guerra. Bs As, federalizada fue Capital de la República. Poco tiempo después Julio A. Roca ascendía a la Presidencia. Treinta años más tarde Roque Sáez Peña ponía en marcha una reforma política que culminaría en 1916. El libro abarca este período. La ‘fórmula alberdiana’ tradujo en 1880 una concepción del orden político y a partir de una meditación crítica sobre ella se diseña la fórmula política que otorga sentido a la relación de mando y obediencia. Durante este período se produce un cambio espectacular en economía, población y cultura. Los grupos dirigentes, escépticos y conservadores en el campo político, fueron liberales y progresistas ante la sociedad que se ponía en movimiento, El liberalismo fue para ellos un sistema de convivencia deseable, que pareció compatible con una actitud resueltamente conservadora… Había que transformar el país pero desde arriba, sin tolerar que el alud migratorio arrancara de las manos patricias el poder. Su propósito fue desde entonces deslindar lo político de lo económico, acentuando en este último campo el espíritu renovador en tanto se contenía en el primero todo intento de evolución.
La combinación de conservadorismo y liberalismo generó actitudes muchas veces contradictorias. La élite transformadora no aprobó la existencia de un orden social sancionado por una religión establecida, pero estaba convencida de la desigualdad que imperaba en la sociedad. Le fue indiferente la arquitectura jerárquica y corporativa del antiguo régimen, pero defendió el control del poder político en manos de una clase social que se confundía con el patriciado y la aristocracia. Creyó en la propiedad. Jamás dudó del progreso y de su virtud para erradicar la sociedad tradicional. Confió en la educación pública común y gratuita para ganar la carrera que le proponía la civilización ascendente.
Se dio importancia al control de la sucesión política, imponiendo los cargos ejecutivos más altos – presidentes, gobernadores y senadores – sobre los opositores. Este fenómeno de control se concentró en la producción del sufragio mediante el fraude.
El momento alberdiano cristalizó en la autoridad de Roca. Luego ocuparían el primer plano los reformadores: Roque Sáenz Peña, Indalecio Gómez, Joaquín V. González y Pellegrini.
La reforma que se perseguía tenía límites: el más importante era la necesidad de conservar el poder.


LA REPÚBLICA POSIBLE
BOTANA, Natalio R. (1985): La república posible, en: El Orden Conservador. La Política argentina entre 1880 y 1916. Buenos Aires: Hyspamerica, Biblioteca argentina de Historia y Política, pag 40-64

La estructura institucional de un régimen alberga una realidad más profunda: la del poder. Este haz de relaciones de control se asienta sobre una constelación de intereses y valores de distintos grupos que pretenden gobernar al resto.
Hay una operación consistente en traducir aquella madeja de intereses y valores en una creencia compartida, que haga las veces de norma habitual para regular las relaciones de poder. Esa operación atraviesa un camino histórico que puede dividirse en dos tramos analíticos.
Primero debe consagrarse una fórmula prescriptiva o principio de legitimidad que:
busca satisfacer ciertas ideas acerca del régimen mejor adaptado a una doctrina de la libertad o de la justicia
pretende gratificar intereses materiales reivindicados por grupos y clases sociales.

Segundo tramo: Los actores procuran traducir las fórmulas prescriptivas en:
una creencia compartida con respecto a la estructura institucional del régimen
y en un acuerdo acerca de las reglas de sucesión

De esta serie de acciones puede resultar una fórmula operativa o sistema de legitimidad que vincula las expectativas, valores e intereses de los actores con las instituciones del régimen y las reglas de sucesión. Creencia y acuerdo son dos conceptos analíticos que calificarían el proceso de legitimación al cual parecen sometidas las formas históricas de los regímenes políticos. Esta perspectiva guía este libro, con el objetivo de observar un régimen político como un orden de dominación donde algunos pueden fijar metas, elegir medios y alternativas, adjudicar recompensas y sanciones.


ALBERDI Y SU FÓRMULA PRESCRIPTIVA


BOTANA, Natalio R. (1985): Ibídem, en “El orden conservador”, Biblioteca Argentina de Historia y Política, Bs.As.: Ed. Hyspamérica, pp 42-49 (Resumen: Analía Leila Rossi, supervisado por la cátedra)

Desde la independencia, los criollos que asumieron la conducción de las antiguas colonias españolas enfrentaron la grave contradicción entre el principio de legitimidad de la monarquía hereditaria y el principio de legitimidad de la república electiva. Al quebrarse los vínculos con la corona española los grupos dirigentes asumieron la tarea de construir una legitimidad de reemplazo. Las clases y grupos dominantes tenían un gran problema, ya que la caída del poder colonial, la carencia de fórmulas de reemplazo podía conducir a la anarquía o a la disolución política, lo que implicaba el ocaso de su poder y prestigio.
Juan Bautista Alberdi fue el autor de una fórmula prescriptiva que gozó del beneficio de alcanzar una traducción institucional sancionada por el Congreso Constituyente en 1853. Lo significativo de esta fórmula fue su perdurabilidad sobre las vicisitudes de la guerra interna entre Bs. As. y la Confederación, las impugnaciones posteriores provenientes de muchas provincias del interior y la resistencia de la misma.
Esta fórmula prescriptiva tiene la particularidad de justificar un régimen político en cuanto hace al origen del poder y a su programa futuro. Alberdi sostuvo que los argentinos debían darse una constitución para realizar un determinado proyecto. Este programa se proyecta sobre campos de acción específicos como: la inmigración, la construcción de ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de propiedad nacional, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la importación de capitales extranjeros y la exploración de los ríos interiores. Para alcanzar estos fines Alberdi tuvo la intención de provocar un trasplante cultural. Rechazó una cultura tradicional, la cultura hispánica que impide el cambio y la innovación y opta por el modelo de aquellos países europeos que ya se hallaban en trance de edificar una sociedad industrial que libere al hombre de la servidumbre de la naturaleza. Un cambio de tal envergadura no puede llevarse a cabo si no es inyectando desde afuera, en una cultura –según él históricamente terminada – nuevos fermentos de población y de riqueza que sean portadores de esos valores.
La población es el agente privilegiado del cambio cultural, pero no es el único. El ferrocarril y el vapor, las industrias y los capitales, que se han desarrollado y acumulado en otras naciones, son los agentes complementarios e imprescindibles.

El medio seleccionado para alcanzar estas metas es el régimen político. La elección de los gobernantes y las garantías otorgadas a los gobernados procuran conciliar los valores igualitarios de una república abierta a todos, con los valores jerárquicos de una república restrictiva, circunscripta a unos pocos. Esta fórmula se funda en una capacidad de decisión dominante para el poder político central; otorga el ejercicio del gobierno a una minoría privilegiada; limita la participación política del resto de la población; y asegura a todos los habitantes, sin distinción de nacionalidad, el máximo de garantías en orden a su actividad civil.
A Alberdi lo preocupaba organizar un poder central, fuerte para controlar los poderes locales y suficientemente flexible para incorporar a los antiguos gobernadores de provincia a una unidad política más vasta. La fusión entre dos tendencias contradictorias en la historia nacional, la centralización y la descentralización, pone sobre el tapete la idea que se forjaba Alberdi de la organización federal, pragmática.
No hay una ruptura definitiva con un orden tradicional, esto vendrá después cuando la población nueva, la industria y la riqueza, den por tierra a la cultura antigua. Mientras tanto, emergerá un papel político inédito que habrá de integrar lo nuevo y lo viejo: el control racional de la ley y los símbolos de dominio y soberanía quebrados desde los tiempos de la independencia.
En la fórmula alberdiana el presidente materializa el poder central, pero no detenta todo el poder ni tampoco ejerce un dominio irresponsable sobre la sociedad. El gobierno responsable deriva de la legitimidad del presidente investido por una constitución.
Es una mejora que la severidad sea ejercida por la constitución y no por la voluntad de un hombre. El gobernante elegido por el voto del país debe ser respetado como a la persona pública del Presidente de la Nación, porque el respeto al presidente no es más que el respeto a la constitución.
La constitución de la Federación Argentina tiene por objeto establecer una república no tiránica. Impedir la tiranía es la finalidad básica del gobierno republicano. Es preciso prevenir la tendencia a la corrupción y encuadrar dentro de los límites temporales precisos, otorgando a magistraturas diferentes la tarea de legislar, ejecutar y sancionar.
En términos prácticos el problema se expresaba así:

“¿Cómo realizar una organización constitucional que abrace y concilie las libertades de cada provincia y las prerrogativas de toda la nación y de hecho permita a los gobiernos que deben aceptarla la continuación en el mando de sus provincias?” (Bases, XVII 113)

Este argumento deja entrever una tensión entre la necesidad de encontrar una fórmula de reducción a la unidad y por otra el acuerdo que conviene establecer con aquellos que detentan posiciones de poder:

“Es preciso que el nuevo régimen contenga algo del antiguo” (Bases XXVII: 210)
Es la fusión entre dos tendencias contradictorias en la historia nacional, la centralización y la descentralización. Para Alberdi, Federación evoca un medio para alcanzar la unidad del régimen, ya que la unidad pura fracasó. De allí deriva el carácter mixto del gobierno consolidable en la unidad de un régimen, pero no indivisible (como quería el congreso de 1826) sino divisible y dividido en gobiernos provinciales. Todos limitados por la ley federal de la República.
Este gobierno mixto, que expresa el término federación, retoma rasgos esenciales trazados por la costumbre en las culturas de América del Sur. No hay ruptura definitiva con un orden tradicional; esa ruptura vendrá después, cuando la población nueva, la industria y la riqueza den por tierra con la cultura antigua. Mientras tanto, a medida que la transición se pone en marcha, es preciso reorientar las expectativas de obediencia hacia un nuevo centro de poder.
Se propone un papel político inédito que habrá de integrar lo nuevo y lo viejo: el control racional de la ley y los símbolos de dominio y soberanía. Es el papel del presidente. La figura monárquica reaparece bajo la faz republicana. Como decía Bolívar:
“Los nuevos Estados de la América antes española necesitan reyes con nombre de presidente”

La fórmula de Alberdi retoma esta idea de Bolívar. El presidente adquiere legitimidad no intrínsecamente, sino en razón del cargo, de su rol institucional.
La distinción entre el rol y el ocupante es tajante. Con ello Alberdi adecua a nuestra nación una argumentación trazada en los debates de Filadelfia, que se suele llamar ‘democracia madisoniana’ (teoría política de James Madison)[1].
Este argumento podría resumirse en la propuesta:
La constitución de la Federación Argentina tiene por objeto establecer una república no tiránica.
Impedir la tiranía es la finalidad básica del gobierno republicano. Para evitar el despotismo debe encuadrarse el gobierno dentro de límites temporales precisos y otorgar a magistraturas diferentes la tarea de legislar, ejecutar y sancionar.

Libertad política para pocos y libertad civil para todos. Alberdi defiende la forma de la representación para que la legitimidad del gobernante provenga del pueblo. Pero se trataba de un ‘pueblo chico’: los que saben elegir:
“La inteligencia y fidelidad en el ejercicio de todo poder depende de la calidad de las personas elegidas para su depósito; y la calidad de los elegidos tiene estrecha dependencia de la calidad de los electores. El sistema electoral es la llave del gobierno representativo. Elegir es discernir y deliberar. La ignorancia no discierne, busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera, se vende. Alejar el sufragio de manos de la ignorancia y de la indigencia es asegurar la pureza y acierto de su ejercicio”
Alberdi: Derecho Público Provincial, Bs As. UBA, 1956 (Botana pag 52)

Algunos están habilitados para intervenir en el gobierno; la mayoría sólo tiene derecho al ejercicio de la libertad civil.
“Repito que estoy libre del fanatismo inexperto, cuando no hipócrita, que pide libertades políticas a manos llenas para pueblos que sólo saben emplearlas en crear a sus tiranos. Pero deseo abundantísimas las libertades civiles o económicas de adquirir, enajenar, trabajar, navegar, comerciar, transitar y ejercer toda industria, porque veo en nuestro pueblo la aptitud conveniente para practicarlas. Son practicables, porque son accesibles al extranjero que trae su inteligencia; y son las más fecundas, porque son las llamadas a poblar, enriquecer y civilizar a estos países”
J.B. Alberdi: Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina, (Botana, pág. 52)
La fórmula alberdiana prescribe la coexistencia de dos tipos de república federativa: la república abierta y la república restrictiva. La primera estaría regida por la libertad civil, aunque no controla sus actos de gobierno ni interviene en la designación de los gobernantes. La república restrictiva es el trasfondo de un núcleo político capacitado para hacer gobierno y ejercer control, un espacio cuyos miembros se controlan a sí mismos y a la vez controlan el contorno.

Alberdi y Tocqueville: la libertad frente al riesgo de la igualdad
Es la vieja distinción entre habitante y ciudadano que desde los tiempos de Rousseau interrogaba al pensamiento político. Los que procuraron fundar Estados después de las revoluciones de Francia y EEUU advertían que el reino de la libertad política y económica podía sufrir la erosión de un movimiento súbito e irresistible: el movimiento de la igualdad.
Alberdi no prestó suficiente atención a este fenómeno, pero realizó una tajante división entre habitante y ciudadano.
Otros pensadores, que también provenían del tronco conservador, se percataron que todo el edificio republicano podía temblar en sus cimientos a medida que un aumento histórico de la igualdad social diera por tierra con las antiguas distinciones entre ciudadano y habitante. Esta realidad emergente fue la que deslumbró a Alexis de Tocqueville. [2]
Tocqueville sostiene que la democracia equivale a la igualdad, no significando como tal un régimen político sino un estado de naturaleza social que anuncia el ocaso de la dominación aristocrática, por lo que le produce miedo. En la introducción de ‘La democracia en América’ dice que el libro ha sido escrito bajo la impresión de una especie de terror religioso producido … al vislumbrar esta revolución irresistible que camina desde hace tantos siglos, a través de todos los obstáculos, y que se ve aún hoy avanzar en medio de las ruinas que ha causado” (p 56)
En una sociedad igualitaria la libertad corre grave peligro de desaparecer pues la realidad que se impone es la de un Estado que tiene que lidiar con individuos o grupos. Para Tocqueville hay 3 medidas que permitirían preservar la libertad en una sociedad igualitaria: descentralización federal, asociación voluntaria y moderación electoral (voto indirecto).
La diferencia entre Alberdi y Tocqueville es que el primero excluye muchos ciudadanos de la libertad política, mientras que Tocqueville los separa de la decisión directa de elegir: el sufragio indirecto es un sistema electoral que robustece la calidad de los gobernantes.
Tocqueville descubre que las instituciones políticas y la sociedad igualitaria permanecían en una crítica confrontación. Alberdi instala las instituciones sobre una severa distinción de rangos: votarán los de arriba, los educados y los ricos, no los ignorantes y los pobres. El acto de representación exige prudencia y sabiduría y plantea un dilema: o se universaliza la ciencia y el arte del gobierno o bien, mientras tanto, la responsabilidad de manejar la suerte de todos, debe quedar en un pequeño número de privilegiados.


[1] Democracia madisoniana. Es aquélla que se define por el respeto de las minorías. Es una democracia que no se define como el poder omnímodo de la mayoría, sino como el compromiso constitucional y cultural con la garantía de los derechos intangibles de las minorías, lo cual implica un conjunto de limitaciones institucionales y sociales a la soberanía mayoritaria. James Madison había señalado que tan peligrosa para la república es la minoría detentadora del poder, como la mayoría que lo ejerce sin límites. (ver Chinchilla)


[2] Alexis de Tocqueville, en la misma línea que otros pensadores liberales, prevenía contra el ilimitado “poder moral de la mayoría sobre el pensamiento”, como el mayor peligro de este sistema de gobierno: [13]“el mayor peligro de las repúblicas americanas reside en la omnipotencia de la mayoría”.

03 octubre, 2007

DEL HOLISMO AL POSITIVISMO (Siglo XIX)

Bowen, James (1992): Ciencia y Educación: Hacia una nueva pedagogía, en: Ibíd. “Historia de la educación occidental. Tomo III, El Occidente moderno. Europa y el Nuevo Mundo. Siglos XVII-XX” Barcelona: Herder, cap. X (2º parte), pp 435-473 (Resumen y notas por Juan C. Paradiso para uso de la cátedra[1])
Palabras claves: positivismo, Herbart, herbartismo, círculo de Weimar, universidad de Jena, apercepción.

Desarrollos científicos: del holismo al positivismo. Educación utilitaria
El holismo dominaba a comienzos del siglo XIX cuando la ciencia, que se desprendía de la tradición filosófica, todavía no había alcanzado su plena autonomía. En Francia el terror jacobino desmantelaba muchas de las instituciones científicas e incluso ejecutaba a Lavoisier. Con este telón de fondo, la Filosofía natural del círculo de Weimar y de la universidad de Jena dominaban el pensamiento científico europeo. Esto ocurría, entre otras razones, porque la ciencia todavía no estaba ligada a la industria y a la tecnología. Durante la primera mitad del siglo XIX la ciencia era una cuestión un poco vaga que se proponía ‘develar los secretos de la naturaleza’ y la revolución industrial paralela era una operación empírica, y los descubrimientos y aplicaciones eran conseguidos a través de la experiencia práctica de fabricantes e ingenieros.
El crecimiento continuo de la industria a lo largo de toda la primera mitad del siglo estimuló una creciente interrelación entre la ciencia y la industria a través de la tecnología, y llevó del holismo al positivismo, al desencadenarse procesos de aceleramiento de producción hasta llegar a la producción en gran escala.
La ciencia fue llevada cada vez más al servicio de la industria, es decir hacia la tecnología. Las escuelas francesas y las inglesas comenzaron a desarrollar programas de enseñanza técnica relacionados con los procesos industriales de fabricación.
En una época de represión política, después de las revoluciones de 1848, ni las industrias ni los gobiernos querían una ciencia holista, socialmente responsable; los industriales querían beneficios, los gobiernos conformismo, los científicos y tecnólogos aceptaron las condiciones porque querían trabajar y no perder en la carrera que se había desatado por premios y honores, rindiendo sus conciencias a cambio de financiaciones. Los científicos fueron separados en institutos especializados y cada vez prevalecía más una visión fragmentada del mundo, en vez de la unificada que pretendía el holismo.
Los científicos escapaban a toda obligación de responsabilidad social aceptando la idea de una teoría completamente exenta de valores: las consecuencias de la aplicación debían ser soportados por otros. Así se produjo un retorno al empirismo baconiano. Los constructos metafísicos y los presupuestos religiosos eran obstáculos para la inducción lógica y debían dejarse de lado. Esta actitud recibió amplia expresión en el curso de Filosofía positiva de Comte. El positivismo prosperó: era exactamente lo que querían los científicos, resultaba adecuado al capitalismo explotador. El darwinismo social parecía demostrar la superioridad burguesa.
El positivismo alcanzó su punto álgido en la posición de que la verdadera ciencia niega todos los constructos intermedios; el conocimiento procede directamente de las observaciones. Aunque había oposición al positivismo, especialmente entre los religiosos conservadores, la mayoría de las naciones occidentales ‘avanzadas’ llevaron a cabo fácilmente una separación de papeles, aceptando los beneficios de la ciencia y tecnología positivistas los días laborables y dejando los escrúpulos para los domingos.

Consecuencias educativas: hacia el empirismo pedagógico
Dadas las circunstancias de los tiempos, la amplia aplicación de la educación orgánica era imposible, y los enfoques de Pestalozzi y Froebel quedaban limitados a escuelas pioneras aisladas, patrocinadas por la vanguardia acomodada; la aplicación general tenía que hacerse a través de derivaciones baratas, tales como libros de texto y gráficos, así como juegos de objetos producidos en masa.
La solución a los problemas educativos llegó de Prusia. Ziller presentó una defensa de la educación como ciencia y de la pedagogía como una tecnología, es decir una aplicación de los principios científicos, y no un arte intuitivo como querían Pestalozzi y Froebel. Recurrió a trabajos de Herbart, resucitando una obra que había tenido poco éxito hasta entonces.
Así, con el movimiento hacia el empirismo y el positivismo, y el consiguiente rechazo a las interpretaciones metafísicas, a partir de mediados de siglo la obra de Herbart se vio resucitada. La idea de Herbart había sido que su teoría de la educación sirviera principalmente para el cultivo de la virtud, pero esta idea fue prontamente descartada: las ideas morales (libertad interior, perfección, buena voluntad, justicia y equidad) eran constructos metafísicos, y su eliminación no alteraba la efectividad de la teoría de las percepciones y la masa aperceptiva, ni de los procedimientos instructivos de la intervención pedagógica, mediante la cual el profesor reconstruye las confusas experiencias al azar del niño por medio de secuencias de lecciones estructuradas en las que cada lección sigue la psicología ‘natural’ por la que la mente forma ideas correctas: claridad, asociación, sistema y método. Al fin y al cabo, Herbart había dado lugar a una teoría del conocimiento como una taxonomía de relaciones externas en un mundo objetivamente real, que era precisamente lo que afirmaba el positivismo.
Ziller reexpuso a Herbart de este modo, pero estaba presentando una interpretación positivista. La novedad radicaba en la noción de instrucción, que implica una pedagogía mecanicista. La obra fue un tremendo éxito.
La popularización posterior de la teoría de Herbart tuvo lugar en Jena. Rein[2] dio un nuevo giro, con lo cual le quitó a Herbart el resto de la metafísica en las obras ‘herbartianas’ siguientes. Marcó la pauta para la presentación positivista de la lección, al desarrollar de nuevo las 4 etapas de Herbart en 5 etapas, que correspondían más o menos a la doctrina empirista del razonamiento inductivo.
Así el método de Herbart queda en las siguientes 5 etapas: preparación, presentación, asociación, generalización y aplicación.

El herbartismo prosperaba, tras haber mostrado una considerable flexibilidad al incorporar dentro de sí mismo rasgos estereotipados de Pestalozzi y Froebel, tales como las lecciones de cosas formalizadas, reducidas ahora a ilustraciones en libros de texto o en gráficos murales y ejercicios mecánicos degradados de artesanía en plegado y corte de papel, trabajo de costura o taller.
Los reformadores educativos creyeron que el método tenía bondades. Cecil Reddie, fundador de la escuela de Abbotsholme en Inglaterra, visitó a Rein y no podía creer haber encontrado un método tan valioso.
La metodología de las lecciones en 5 etapas se convirtió en la base de los planes de estudio para preparación de maestros de escuelas normales de EEUU, gozando de gran popularidad. Había muchos educadores convencidos de sus bondades, incluyendo a Dewey. En todas las regiones desarrolladas del mundo occidental prosperaba el herbartismo, pero fue en EEUU donde arraigó con más fuerza, por la relativa ausencia de concepciones educativas bien arraigadas, y porque parecía responder al carácter práctico de EEUU. Sin embargo, en el momento de sus mayores éxitos, Rice y luego Dewey cuestionaron el carácter científico del herbartismo y finalmente a fines del siglo XIX y principios del XX, los ataques terminaron por desacreditar a la doctrina.

El herbartismo en EEUU
La educación en EEUU en el siglo XIX estuvo, como en Europa, dominada por los colegios y universidades, y el surgimiento de un sistema de educación popular fue un proceso lento y difícil, acosado y obstruido por los privilegiados. La guerra civil de 1860-66 llevó a un punto álgido diferencias ideológicas previas y provocó una sociedad fracturada, con dos sistemas de valores que se reflejaban en la educación.
Aún después de la guerra siguieron las posturas extremas, y en educación los conservadores tenían prevalencia. Los profesores de los colegios norteamericanos solían llevar la enseñanza mediante el método de la ‘recitación’ (preguntas, respuestas, explicaciones), que cubría varias de las materias del curriculum. Ya en Europa (Prusia, Inglaterra) los métodos eran más dinámicos. Los norteamericanos muchas veces iban a formarse a Europa. Una de las luchas más importantes entre conservadores y progresistas se dio en relación al curriculum obligatorio u optativo.
Educación popular 1830-1900 (Bowen 454)
Los levantamientos revolucionarios europeos de finales de los años 20, se expresaron en EEUU por una agitación popular, que llevó a la elección en 1828 del general Andrew Jackson[3], campeón del pueblo.

Después de arduas luchas, se logró que la educación fuera una responsabilidad estatal. Massachussets tomó la iniciativa con el establecimiento de la primera junta de educación estatal en 1837, siendo Horace Mann el primer secretario de la junta.
Educación formal de los maestros:
Era de las escuelas normales (Bowen 461)
En el movimiento paralelo de preparación de maestros, los EEUU siguieron las pauta europeas, en especial las prusianas. A lo largo de todo el siglo XIX, las innovaciones venían del extranjero y a menudo entraban en conflicto con las prácticas conservadoras locales. Las nuevas teorías de Pestalozzi, Froebel y Lancaster fueron adoptadas hasta cierto punto, pero, como en Europa, sólo llegaron versiones derivadas, aplicadas, no las prácticas originales y vitales. Algunas veces los americanos viajaban a conocer los métodos europeos, como hicieron con Pestalozzi en Yverdon, otras se trataba de refugiados europeos después de las represiones (como los alemanes que trajeron el método Froebel, que habían escapado de las represiones que siguieron a los movimientos revolucionarios de 1848).
Las teorías de Pestalozzi y Froebel se hicieron populares cuando se abre camino la cruzada de las escuelas normales, con Horace Mann. A mediados de siglo estaban prevaleciendo los textos pestalozzianos derivados, como el de Lecciones de cosas de Elizabeth Mayo.
En 1861, Oswego[4] estableció una escuela normal con Sheldon como director, para preparar maestros según líneas pestalozzianas.

Ideal de progreso: una pedagogía científica (Bowen 464)
Luego de terminada la guerra de secesión, y con el desarrollo más acelerado del capitalismo y de la industria, hubo intentos de incorporar la filosofía idealista de Hegel, aunque en general fue prevaleciendo la idea de que la ciencia era la fuerza motriz, y la educación se puso cada vez más vinculada al desarrollo científico. Las doctrinas de Herbart, que fueron objeto de una tremenda restauración en Alemania, eran estudiadas como paradigma del nuevo espíritu científico. El pensamiento del mismo Herbart fue transmitido a otra teoría pedagógica bastante distinta, el ‘herbartismo’. El herbartismo comenzó a prosperar en EEUU a finales del siglo XIX, apartado en dos pasos del pensamiento de Herbart: uno dado por sus intérpretes prusianos, otro por sus traductores norteamericanos.
La doctrina original había sido formulada dentro del marco de la Naturphilosophie holista, en la que el cultivo del carácter ético estaba globalmente relacionado con toda la concepción filosófica. En la restauración prusiana de 1870-1890, la doctrina de Herbart[5] había sido expurgada de su metafísica, permaneciendo la epistemología y la ética. Existe una metafísica implícita como realismo de la estructura ordenada de un mundo externo material, mientras que en su epistemología se llega al conocimiento uniendo los fragmentos separados de nuestra experiencia de ese mundo externo. Se conservó la doctrina herbartiana de la mente como terreno en que se organizan ideas activas en masas de apercepción[6]. Sin embargo hubo otro cambio notable: Rein respondió a los avances científicos de mediados de siglo observando que el conocimiento se ha acumulado tan rápidamente que los individuos, en especial los jóvenes, son incapaces de realizar interrelaciones significativas por sí solos: ‘la actividad constructiva de la mente joven se ha sobrevalorado: los niños sólo pueden llegar por su propio esfuerzo, a pedacitos rotos e inconexos de conocimiento, cuando lo que necesitan es conseguir grandes masas interrelacionadas’. Para que las masas de apercepción construyan sistemas relacionados, y que el individuo tome conciencia de la totalidad del mundo, es necesario cultivar éticamente la voluntad, lo cual producirá el carácter moral.
Esta idea implicaba un carácter moral tanto para la instrucción como para el maestro: estos dos polos forman el carácter ético del niño. El mismo curriculum debe contener la múltiple extensión del mundo externo y ser presentado por procedimientos tan armoniosos como sea posible con respecto a la mente aperceptiva. La instrucción debe apuntar a ampliar la visión del niño, provocando un interés múltiple y presentando este mediante una secuencia graduada de instrucción. Rein estaba todavía dentro de la visión holista, pero incluía algunos cambios profundos de acento de los cuales los norteamericanos, desconocedores de la versión original y educados en un contexto cultural distintos, difícilmente podrían tener conciencia. Dado el carácter explotador de la economía capitalista, los lectores estaban dispuestos a aceptar la división entre naturaleza y hombre en la separación de las ciencias naturales y el estudio del hombre, situado fuera de la naturaleza, reforzando el dualismo cuerpo-espíritu en el curriculum.
En la segunda trascripción, norteamericana, se le quita todo el holismo y el carácter ético. Así, los aspectos superficiales de la psicología y de la instrucción secuencial quedaron unidos a las nuevas concepciones del positivismo. El cambio fue tan completo que lo que ahora se llama herbartismo habría sido descalificado por el mismo Herbart.
En América Charles de Garmo y los hermanos McMurry fundan la Sociedad nacional herbartiana, que propagaría el herbartismo. Era la clase de herbartismo expuesto en dos libros de los McMurry ‘Los elementos del método general’ y ‘El método de la recitación’.
La obra de los McMurry introduce nuevas modificaciones al pensamiento de Herbart. La propia doctrina de Herbart, concebida dentro de la idea holista de que el hombre es parte de la naturaleza y aprende por interrelación orgánica, veía la ’mente’ como una estructura de ideas de la masa de apercepción, y desde luego no como una unidad separada con poderes o facultades por las que se reciben, interpretan y estructuran las experiencias de los sentidos. McMurry aceptaba la separación de mente y naturaleza, desconociendo la tradición del holismo y del pensamiento herbartiano basado en la Naturphilosophie, y se limitaba a aceptar la visión mecanicista positivista. Leemos así que ‘la naturaleza no debe aparecérsele al hombre como un caos, sino como un mecanismo ordenado, cuyas piezas encajan perfectamente entre sí, controlado por leyes inmutables’. Dada esta concepción de relojería, no es sorprendente que al hombre le llegara “la orden de someter la tierra, y sabemos mejor que el hombre primitivo que ésta se somete mediante la investigación y el estudio”… El camino hacia el dominio pasa por la observación, el experimento y el estudio”. He aquí el enfoque explotador del Occidente de finales del siglo XIX: el mundo existe para ser conquistado por el hombre. La ciencia y la educación son instrumentos para este fin.
Esta separación mente / mundo y el enfoque explotador tuvo consecuencias graves en educación.
McMurry se mostraba sensible a las críticas de las extendidas doctrinas de la disciplina formal,[7] y reconocía que la educación debía ir más allá de la adquisición de ciertas formas de conocimiento y preparación intelectual, de la disciplina y poder mentales que proceden de un ejercicio de las facultades. Esto lo proporcionaba la dimensión ética.
McMurry era conciente de que, eliminados el núcleo religioso, y aceptando el dualismo mente-mundo exterior, los valores debían ser determinados externamente.
McMurry aceptaba la lección de cosas de tipo pestalozziano como medio valioso de estudiar la naturaleza a través de los sentidos, pero las experiencias de los individuos serán inevitablemente parciales, y si se quería llegar a una visión ampliada es necesario aclarar todas las percepciones confusas y defectuosas, de modo que puedan formarse conceptos verdaderos “a partir de los productos brutos proporcionados por los sentidos y otras formas de intuición”
Las lecciones de cosas son valiosas, pues a través de ellas el niño cobra conciencia de la acción directa de sus sentidos y su mente sobre la naturaleza externa. El maestro, utilizando la psicología herbartiana de la apercepción, debe estar constantemente guiando la percepción y llevando a la formación de resultados correctos, trabajando con los procesos de inducción lógica, para ayudar a que la mente forme conceptos, principios, leyes;
También es tarea del docente organizar el contenido del conocimiento en libros de texto bien elaborados y asegurar de que son almacenados en la mente de manera adecuada[8].
La masa de apercepción es diferente en cada niño; la tarea consiste en desarrollar masas de apercepción comunes mediante un curriculum de interés múltiple, mediante lecciones organizadas de manera secuencial. La esencia de la posición era producir una identidad de punto de vista entre la masa de la población; la imagen del sistema industrial que exige uniformidad e intercambiabilidad es dominante. La moral y el carácter que se pretendían eran una conformidad de voluntades y una conducta predecible; no había ninguna intención de aceptar la individualidad o la autonomía personal.
En ‘El método de la recitación’ exponía las 5 etapas proclamando la pedagogía como ciencia de la instrucción. Citando el dicho de Kant – las percepciones sin conceptos son ciegas – defendían la validez del sistema inductivo para generalizar y ayudar a la apercepción de nuevas experiencias. Éste era el madurado desarrollo de la posición herbartiana ya avanzado el siglo XIX: se había trasladado a una metafísica de un mundo externo, ordenado e inmutable que proporcionaba los datos de la experiencia sensorial. La mente recibe, ordena e interpreta estas experiencias y, con la ayuda del maestro de escuela, se crean masas de apercepción que se estructuran progresivamente en sistemas de generalizaciones.
La escuela tiene una tarea necesaria, de corregir y ampliar la observación del niño, mediante las 5 etapas formales. Las 4 primeras eran inductivas y la 5º deductiva.
La 1ª etapa, la preparación, es un procedimiento de preguntas por el cual el maestro dirige toda la atención a experiencias pasadas relacionadas con un problema concreto.
La 2ª, la presentación, asegura que los pensamientos nuevos estén unidos a los antiguos, es una etapa de síntesis. El maestro debe ser hábil en el arte de hacer preguntas. El objeto del cual se habla debe ser llevado a la clase de ser posible, sino, si es abstracto, grande o remoto, hay que usar modelos, mapas, fotos, recortes. Los niños deben hablar lo más exhaustivamente posible sobre el tema.
La 3ª etapa, la asociación, cuida de que las diversas idea separadas suscitadas se fundan en ‘nociones generales’ y esto puede hacerse mediante ejemplos, comparaciones y abstracciones.
La 4ª etapa es la generalización (última fase inductiva), por la que se llega a una formulación definitiva que resume todo lo anterior. La formulación puede proceder de un libro, en el caso de un juicio moral se puede resumir en una máxima, hay que evitar a toda costa la simple verbalización.
La 5ª etapa, la aplicación, es deductiva; la experiencia obtenida de la generalización es ampliada en principios, comparaciones y otro repaso del conocimiento obtenido anteriormente a la luz del nuevo aprendizaje.
En este enfoque eran centrales las nuevas doctrinas del interés y la correlación, que tuvieron mucha importancia en la obra herbartiana.
El método de la recitación serviría para todo el curriculum y alentó a los maestros a aceptar un plan de estudio externo, estructurado según el modelo de las grandes taxonomías del conocimiento. La enseñanza se convirtió en una tecnología más que en un arte; era un método para reproducir en la mente del niño los paradigmas del conocimiento que se creían científicos. Leyes, verdades generales, inducciones válidas, generalizaciones universales eran el interés de la escuela. El papel del maestro era reestructurar percepciones defectuosas y construir concepciones adecuadas y correctas.
No es sorprendente que, a pesar de las advertencias de los McMurry aparecieran docenas de libros de texto mecánicos y la clase se entregara a la verbalización y memorización. Todo procedía del maestro, lo cual limitaba la eficacia del sistema. Pero el libro ‘El método de la recitación’ era muy optimista. Se había llegado a la etapa científica de la ciencia de la educación, con la pedagogía como su tecnología, construida sobre leyes básicas: inducción, apercepción[9], finalidad, autoactividad, absorción, reflexión, interés y correlación.

[1] Este resumen no es exhaustivo, obviándose aspectos no directamente vinculados a la Historia de la Educación. El texto original es siempre recomendable para un tratamiento más completo.
[2] Rein, seguidor de Herbart, de quien reflota sus teorías, pero con un importante sesgo.
[3] Andrew Jackson (1767-1845) fue el 7º presidente de EEUU, estuvo entre los fundadores del moderno Partido Demócrata.
[4] Cirigliano se ocupa de la influencia del movimiento de Oswego sobre el normalismo argentino.
[5] Recordemos que Herbart muere en 1841
[6] Masa aperceptiva. De acuerdo a Herbart, cuando una idea es hecha consciente es asimilada al complejo de ideas conscientes, la masa aperceptiva. Dentro del marco de su epistemología realista, la apercepción es la asimilación, por la masa de las representaciones existentes en el individuo, de las nuevas representaciones, existiendo, por lo tanto, una masa de representaciones que apercibe y otra ya apercibida.
[7] Disciplina formal. Idea de que la mente se compone de facultades separadas, que pueden ser disciplinadas específicamente por determinadas signaturas: la historia disciplina la memoria, el latín y el griego la concentración, las matemáticas la razón, etc. (Bowen III, 468)
[8] El libro. Debe interpretarse que el maestro no escribe el libro, pero sí que lo selecciona según estos criterios. De todas maneras, para el caso: estudiar por libros bien organizados. Todo apunta a una secuencia más o menos fija de conocimientos, un orden.
[9] Ley de apercepción. Tiene un curioso parecido con la teoría de los esquemas de Piaget: los pensamientos nuevos sólo pueden comprenderse mediante la ayuda de viejos pensamientos; del mismo modo las nuevas emociones y voliciones.