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HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Seminario optativo de la Maestría en Educación Universitaria
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04 octubre, 2007

EL CONFLICTO CON LA IGLESIA


TEDESCO, J.C. (1982): Educación y sociedad en la Argentina (1880-1900), Bs. As.: CEAL, cap VI, 119-128 (Resumen y notas por JCP para uso de la cátedra)

Los conflictos en relación a la enseñanza religiosa habían seguido a las luchas políticas iniciadas después de 1810. Al llegar al Congreso Pedagógico ya habían surgido muchos enfrentamientos. Para los intelectuales proscriptos, la Iglesia había apoyado al rosismo y a los caudillos del interior. La consigna de Facundo Quiroga, que resumía los términos de la lucha, era “Religión o muerte”.
En 1853 en el debate de la Convención constituyente, se rechazaron las posiciones católicas que pretendían que la Religión católica sea admitida como religión del Estado. Cuando se incorpora la provincia de Bs As a la Confederación, en 1860, se repite el intento y fracasa.
El programa de los proscriptos concebía la libertad de conciencia como una conquista para la llegada de europeos no católicos.

La libertad de cultos se logra a nivel constitucional. Luego los liberales intentan eliminar la vigencia del catolicismo en las escuelas públicas. Aún antes de haberse discutido y aprobado la ley 1420, una disposición del Consejo General de Educación había reglamentado la enseñanza religiosa, disponiendo que fuera impartida por los párrocos y no por los maestros. Elllo había motivado una queja del arzobispo de Bs. As.
En 1882, en el Congreso Pedagógico, hubo incidentes. Más tarde, en el debate de la Ley de Educación, el enfrentamiento alcanza el cenit. Como consecuencia hubo varios obispos expulsados.

Declinación del poder de la Iglesia (Tedesco, cap VI: 121)
El poder de la Iglesia estaba declinando. Por una parte se enfrentaban a las prácticas liberales que permitían el desarrollo capitalista y por el otro, perdían influencia frente a las élites dirigentes.
Hay dos fenómenos estrechamente relacionados. Por una parte, la orientación político-ideológica de los católicos frente al Estado era garantizar la influencia del Estado pero revestido con la legitimidad religiosa. Y para ello el Estado debía enfrentar las políticas liberales que permitían el avance capitalista.
El segundo fenómeno es que la orientación de la Iglesia contrariaba las tendencias hacia la participación del país en el mercado mundial, lo cual la llevaba a distanciarse de las élites dirigentes.
Esto tiene que ver con las alianzas del papado. Luego de la revolución burguesa en Europa, la alianza de la Iglesia con el poder feudal hizo que el enfrentamiento de los revolucionarios se hiciera globalmente contra ambos poderes (feudalismo e iglesia). El capitalismo, al destruir las antiguas relaciones de producción, destruyó también sus bases ideológicas y colocó al pensamiento católico en crisis.
Y así como nuestras élites políticas se inspiraron en las de Europa, la Iglesia argentina se inspiró en el Papa, reproduciendo en apariencia conflictos europeos.
La debilidad de la Iglesia queda puesta de manifiesto por la disminución del número de sacerdotes en relación a los habitantes, por el crecimiento demográfico acelerado. La carrera de sacerdocio perdía atractivos, por lo cual la mayoría debía incorporarse desde el exterior[1].
Los gobiernos de este período estaban más o menos dispuestos a restituir el decoro y la respetabilidad que reclamaba el obispo, pero no así su independencia.

Independencia o control en las relaciones entre Estado e Iglesia (Tedesco: 123)
En la Argentina se muestra la tendencia a concentrar el control de los mecanismos de poder en el Estado y en la élite dirigente.
Así sucedió en las relaciones con la Iglesia. El Estado prefirió controlarla y no pasar a la separación institucional, que quizás hubiera permitido que la Iglesia quedara fuera del control y un agente de oposición importante por su arraigo en vastos sectores de la población.
Se reivindicó, por ejemplo, el ejercicio del Patronato, para poder intervenir en el nombramiento de los curas párrocos que, hasta ese momento eran nombrados por el arzobispo, a pesar de la ley. En 1886 se planteó un incidente cuando el gobierno trató de hacer cumplir la ley. Eduardo Wilde, en su calidad de Ministro de Justicia, Instrucción Pública y Culto, fue quien llevó la posición del gobierno. Wilde reconocía las funciones sociales de la religión y de los sacerdotes, pero por eso quería que el gobierno interviniese[2].
El reconocimiento de las funciones sociales de la religión en cuanto al dominio y control de las conductas de los habitantes llevó también al Estado a controlar la enseñanza que se brindaba en los seminarios de formación de sacerdotes.!
“”Nuestro clero se educa actualmente bajo la impresión de ciertas teorías e incitaciones preconizadas en la cátedra, que el Estado no podría menos que considerar subversivas, pues en algunos casos ellas contradicen las leyes del país o dificultan su rápida ejecución”- (Wilde 1884) Justificando las tareas de inspección del Estado sobre los seminarios.
Las teorías correspondían a los principios de la Iglesia cuyo resumen más representativo es el Syllabus.
El gobierno prefirió mantener la unión con la Iglesia sobre la base de la dependencia, lo mismo que con las universidades, aplicando la misma argumentación.
Wilde sostiene que mientras la Iglesia admita el sostén de cualquier entidad, permanecerá en una dependencia más o menos acentuada, pero completamente incompatible con su dignidad y misión en la tierra”. (pag 126)
El Estado hizo valer lo que Wilde denominó el ‘derecho de vigilancia’, para evitar que los individuos “encasillándose en sus creencias, se sustraigan a la ley civil … y se conviertan en predicadores de ideas subversivas …”(pag 126)
Sin embargo, en determinado momento la Iglesia intentó convertirse en factor de oposición. Sancionada la ley 1420, en el interior del país se inició una campaña a través de pastorales de los obispos contra los diarios y contra las escuelas normales por estar a cargo de maestras protestantes. Los obispos de Córdoba, Salta, Santiago del Estero se pronunciaron así. En algunas provincias las escuelas normales tienen una deserción importante y en La Rioja casi deben cerrar sus puertas.
Las pastorales se amparan en las concepciones ultramontanas del Syllabus. No sorprende que se hayan originado en el interior del país, sobre todo en el Norte, mientras que Bs As tenía una posición más racionalista, ligada a la ideología burguesa europea. La Iglesia derivó en el terrorismo ideológico propio de la Inquisición. En esto no fue acompañada ni por los mismos sectores católicos de Buenos Aires que, cuando defendieron la enseñanza religiosa, trataron de quitarle al Syllabus su contenido regresivo. Los católicos porteños trataron en todo momento de aparecer tan liberales como sus opositores y de demostrar la falsedad de los argumentos liberales con sus mismos ejemplos. Así, EEUU e Inglaterra eran presentados, según el orador, como modelo de país con libertad de cultos o como modelo de país donde el espíritu religioso y cristiano había sido el motor de su desarrollo,
Esta situación de algunos grupos católicos se puso de manifiesto cuando ellos llegan a sostener la necesidad de la separación de la Iglesia y el Estado. José Manuel Estrada o Pedro Goyena reivindican la independencia de la Iglesia, sobre la base de que lo contrario implica el predominio del Estado sobre ella.




[1] El arzobispo de Bs As se refiere a las vocaciones sacerdotales en su Memoria de 1887 (pp 353-361) advirtiendo que para ello hacía falta restituir el decoro, la respetabilidad y la independencia para el sacerdocio

[2] Ver párrafos de Wilde en cartas al arzobispo y en el Debate parlamentario de la ley 1420

CATÓLICOS Y LIBERALES Legislación educativa

1880: LEGISLACIÓN EDUCATIVA
CATÓLICOS y LIBERALES


En el último cuarto del siglo XIX se inicia un nuevo período de expansión capitalista, a favor de la llamada segunda revolución industrial. Mientras que en la primera revolución industrial aparece la máquina, que multiplica la producción de bienes de consumo, con la segunda se comienzan a producir en gran escala máquinas, con las cuales los bienes de consumo se reproducen en forma exponencial. Se renuevan las fuentes de energía y combustibles, al ser reemplazado el carbón por el petróleo y la energía eléctrica. El número de operarios aumenta a miles; como contrapartida se produce la crisis de las formas económicas anteriores y desocupaciones masivas. Este gran impacto social ocasiona las grandes migraciones que caracterizan al período, favorecidas por el incremento en la capacidad de los medios de transporte transatlántico; precisamente la aparición del vapor hará que los grandes contingentes humanos, al igual que las mercaderías, puedan trasladarse a grandes distancias. Tiene lugar así la internacionalización del capitalismo, constituyéndose el mercado mundial. El país hegemónico es Inglaterra.
Los países periféricos, especialmente el nuestro, reciben un gran contingente de emigrados europeos, lo cual favorece el proyecto político prevaleciente. Se recibe mano de obra barata, permitiendo además la constitución de un proletariado de raza y cultura europea. Bagú explica que los países centrales cobran el transporte y se deshacen de los desocupados. Por otra parte, expanden su mercado, venden a los mismos emigrados, y recibirán de ellos los ahorros enviados por bancos de la misma nacionalidad a los familiares que habían quedado en la retaguardia. Así se cerraba el ciclo de simbiosis en el cual ingresaba Latinoamérica.
En el orden interno, nuestro país adaptará su estructura productiva para insertarse en el mercado internacional del trabajo, haciéndolo como agro-ganadero[1]. Luego de la crisis de 1880 y la federalización de Buenos Aires, se ingresa en un período de relativa estabilidad política. El país se abre al capital extranjero y se acrecienta la inmigración[2].


Scalabrini Ortiz describe muy bien el encuentro entre el inmigrante y la tierra y también su drama;
“El labriego europeo invadió la pampa fascinado. La verdad de las extensiones fértiles excedía en mucho los más ávidos ensueños de su imaginación. La labró, la dividió en predios, la rayó con su arado, la asperjó con su simiente, embriagado por la largueza con que le eran devuelto sus afanes. La llanura se inflamó un rato, alborotada por el animoso europeo... pero poco a poco la tierra se fue recobrando: aplacó los bullicios extemporáneos; apaciguó las exuberancias del bienestar corporal. Volvió a imponer su despotismo de silencio y de quietud, volvió a quedar en suspenso y como en éxtasis. Manejando la tierra el hombre fue allanado por la tierra. Al conjuro irresistible de esa metafísica de la tierra, la continuidad de la sangre se quebró...”
R. Scalabrini Ortiz: “La Tierra invisible”.

Se consolida en este período la oligarquía terrateniente, representada en el partido conservador. Sobre su hegemonía se desarrolla una ideología liberal que pregona un universalismo abstracto. En lo interno habrá de caracterizarse por libertad política sin soberanía popular[3]. No es otra cosa que la fórmula alberdiana de limitación de los derechos políticos, junto con amplias libertades civiles.

El pensamiento argentino
Cuando se habla de la generación del 80, se suelen incluir, en realidad, dos generaciones que se suceden sin solución de continuidad en su gestión: la de 1880 y la de 1896. El período de gestión de ambas, por lo tanto, se confunde y abarca desde 1880 hasta 1916, año en que el advenimiento del radicalismo al poder produce un impacto que cambia la política argentina. En este largo período, dos corrientes filosóficas principales pugnan por imponerse: el positivismo - con sus variantes - y el grupo católico.
El positivismo es la corriente mayoritaria de la época. Junto con la ideología liberal bajo la cual se cobija, es de origen cosmopolita y europeo. Es interesante transcribir la valoración que, de esta generación, hace Alejandro Korn:
“se liga a esta influencia el desarrollo económico del país, el predominio de los intereses materiales, la difusión de la instrucción pública, la incorporación de masas heterogéneas, la afirmación de la libertad individualista. Se agrega como complemento el despego de la tradición nacional, el desprecio por los principios abstractos, la indiferencia religiosa, la asimilación de usos e ideas extrañas. Así se creó una civilización cosmopolita, de cuño propio, y ningún pueblo de habla española se despojó como el nuestro, en forma tan intensa, de su carácter ingénito, so pretexto de europerizarse” Korn A (“Influencias...”) (op. cit.), pp. 199-271.

Las consecuencias pedagógicas del positivismo fueron el auge de las ciencias físico-matemáticas, las ciencias naturales – a la cual se subordinaban las ciencias del hombre – y del método experimental.
El positivismo tuvo varios focos de irradiación, siendo los más importantes el grupo de Paraná y el universitario. Este último tuvo importante actuación a través de la cátedra, del periodismo y de los círculos culturales, y sobre él volveremos.
La resistencia católica
Figura: José Manuel Estrada. Tomada del sitio: http://www.mendoza.edu.ar/
Frente a esta corriente se alza el grupo católico, que se enfrenta a los positivistas en recordados debates en el Congreso de la Nación. Esta fracción católica militante sostenía la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en todas las escuelas, así como la libertad de empresa educativa, especialmente para los grupos confesionales que representaba.
Frente al avance de las posiciones laicistas y anticlericales favorecidas por la inmigración masiva, la Iglesia y sus fieles asumieron una actitud de militancia vehemente. Recordemos que por esta época una encíclica del Papa Pío IX arengaba a los católicos a plantarse contra las nuevas ideas; se trata de la encíclica Quanta Cura y el Syllabus[4], de 1864. En su presentación se dice:
“Nuestro Santísimo Señor Pío IX, Pontífice Máximo, no ha cesado nunca, movido de su grande solicitud por la salud de las almas, y por la pureza de la doctrina, de proscribir y condenar desde los primeros días de su Pontificado, los principales errores y las falsas doctrinas que corren particularmente en nuestros miserables tiempos …

Los católicos de la época se aferraron fuertemente a la encíclica para condenar las propuestas liberales en educación. Se funda el periódico “La Unión” cuyo jefe de redacción era Estrada y su director Alejo de Nevares. En el primer número Estrada escribía:
“Vamos a alarmar las conciencias, a despertar a los dormidos, a reanimar a los pusilánimes, a enardecer los espíritus, a vincular corazones, a disciplinar para la batalla del Señor. Mientras los creyentes han dormido, el liberalismo ha velado”.

En 1884 se realiza el primer Congreso de los católicos argentinos. En un discurso, Pedro Goyena exalta los objetivos: “El gobierno Argentino quiere asociarse al movimiento contemporáneo, quiere imitar a los gobiernos que se guían por los principios científicos, quiere implantar el positivismo en la legislación, lo que significa, señores, poner en práctica el materialismo, desterrar a Dios del hogar, desterrar a Dios de la escuela, de la ley, de la tumba, desterrar a Dios de la sociedad... Nuestro deber es tomar participación en los negocios públicos con el firme propósito de que los principios de la moral católica sean la norma de la vida política de la Nación... nosotros somos mucho más que un partido, pero tenemos que organizarnos como un partido... (Parera R: La Ofensiva Católica de 1884) (op. cit.)
A pesar de estar en minoría, este grupo tiene gran importancia y, sobre todo, congrega detrás suyo, unos intereses muy poderosos y arraigados en la sociedad argentina.
Aún así, por la época que nos ocupa, en congruencia con los intereses y realidades socioeconómicas, el positivismo logra imponer la mayoría de las leyes educacionales que consolidan su proyecto.

Educación
Los hechos más importantes que ocurren durante este período son la sanción de las leyes 1420 y 1597 y la nacionalización de la UBA; veremos separadamente los hechos producidos por la generación de 1896, a pesar de que la separación puede resultar artificial. La ley 1420 consagra la enseñanza obligatoria, gratuita, laica, la graduación de la instrucción y la autonomía del gobierno escolar[5] . Es uno de los logros del pensamiento liberal y fue calificada como “fruto selecto de la labor de Sarmiento”[6]. A ella no nos habremos de referir, por exceder los objetivos de este trabajo.

Nacionalización de Universidad de Buenos Aires
La nacionalización de la UBA ocurre a consecuencia de la federalización de la ciudad. En el momento de ser nacionalizada - en 1881 - la universidad cuenta aproximadamente con 2000 alumnos, según la estimación del rector Manuel Quintana, lo cual es un notable crecimiento comparado con los 500 alumnos de la época de J. M. Gutiérrez[7]. El Dr. Quintana había sido el primer rector elegido por la Asamblea universitaria y, por lo tanto, no designado por el poder político. Se mantuvo al frente de la misma desde 1877 hasta su nacionalización, renunciando en disconformidad por este hecho.
Los principales cambios ocurridos desde entonces serán la supresión de los Estudios preparatorios, que se refunden con el Colegio Nacional, el cual pasa a su vez a depender de la Facultad de Humanidades[8]. Además, se dictan disposiciones referidas al gobierno de la universidad que no alcanzan a cobrar vigencia[9].


[1] Romero LA: (“Las economías del interior”) (op. cit.)
[2] Para tener una idea de los cambios demográficos que produce la inmigración en nuestro país, recordemos que en el primer censo nacional, en 1869 existían 1830214 hab. Con 75% de analfabetismo; en 1895 había 3954911 hab., con 53% de analfabetos (Manganiello EM op. cit., pág. 117)
[3] Giudici E (op. cit.)
[4] Quanta Cura y Syllabus, Encíclica y anexo que proponen una sanción moral y legal contra las ideas del siglo XIX. Puede encontrarse en http://www.filosofia.org/mfa/far864a.htm
[5] Solari MH, pág. 187
[6] Giudici E (op. cit.), pp. 127-128
[7] Halperin Donghi T (op. cit.): pág. 89
[8] Ibídem, pág. 90
[9] De acuerdo a Halperin (op. cit.) “en el gobierno universitario debía darse nuevamente algún papel a los graduados, integrándolos en la Asamblea universitaria; el retorno a esa solución, que había tenido vigencia en las primeras etapas de la existencia de la UBA se imponía - según el gobierno nacional - para evitar que el gobierno de la universidad quedase en manos de un círculo estrecho de docentes y académicos”. (Pág. 90)