Seguidores y subscriptores


HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Seminario optativo de la Maestría en Educación Universitaria
Mostrando las entradas con la etiqueta Borges. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Borges. Mostrar todas las entradas

10 octubre, 2008

BORGES: Una Biografía

SALAS, Horacio (1994): Borges. Una biografía. Bs. As.: Planeta (Comentarios de JCP)

Un texto excelente, que al recorrer la biografía de Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo (en adelante JLB) y de sus ascendientes, nos invita también a recordar de otra manera la historia de nuestro país, desde antes de sus orígenes, en pleno Virreinato. Varios de los ancestros de las familias Borges y Acevedo habían tomado parte en las guerras de la independencia americana y en las luchas civiles del siglo XIX. El linaje es de soldados y estancieros: “Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada”. Salas armoniza sus propias reflexiones con textos del propio JLB. Dirá que la historia de la patria se confunde así con la biografía familiar, son la misma cosa (cap. 1). Aquí se nos agrega otro nivel de análisis en cuanto nuestras propias reflexiones se superponen a las del biógrafo. El propio JLB en sus obras retoma algo míticamente la historia de sus antepasados en el contexto del país, próceres o mártires desde la independencia, las luchas civiles contra el rosismo (aunque algún familiar fuera rosista) la participación en la revolución mitrista, etc.
Su escenario de la infancia: una familia aristocrática venida a menos, que se muda a lo que entonces eran los confines de la ciudad (Palermo) donde aprende con igual destreza inglés y español[1], vive sumergido en una biblioteca de ilimitados libros ingleses (cap 3) origen e inspiración de muchas de sus obras, con una ventana por la cual espiaba el mundo de los malevos del arrabal que de alguna manera lo fascinaban
Si quisiéramos delimitar la importancia de la historia de Borges y su familia, así considerada, para la disciplina ‘Historia de la Educación’ sería difícil excluir alguno de los atrapantes capítulos del libro que estamos comentando. La historia es un resumen vívido como si fuera contado por un testigo ocular – que llamativamente había perdido la visión – y que nos cuenta la historia con un singular posicionamiento – no siempre es fácil coincidir con JLB – pero siempre con estupenda maestría. La convierte en ensayo o en poesía (como la que dedica a Rosas [2]contradiciendo una tradición familiar, pues no lo trata con toda la vehemencia que se hubiera esperado), relee el Martín Fierro de Hernández, libro con el que tiene una relación particular:
“Mi madre me prohibió la lectura del Martín Fierro, porque lo consideraba un libro sólo adecuado para rufianes y que nada hablaba de los verdaderos gauchos. También éste lo leí a escondidas. Los sentimientos de mi madre se originaban en que Hernández había sido partidario de Rosas y, en consecuencia, un enemigo de nuestros antepasados unitarios”.(pag 36-37)
Admiró el libro desde el punto de vista literario, pero insistía en que la suerte de Argentina hubiera sido distinta si en lugar de elegir un soldado desertor, prófugo, asesino, borracho y provocador como modelo de la literatura argentina, se hubiera elegido el Facundo de Sarmiento. Luego se convencerá que fue Lugones quien lo elevó a la categoría de héroe. El culto a la obra ha llevado al culto absurdo del gaucho Martín Fierro (pág. 37-38).
JLB y su hermana Norah aprendieron a leer en inglés yen español, pero ninguno de los dos asistió a la escuela durante los primeros años de su infancia. Sin embargo, ya cumplidos los 9 años, decidieron inscribir a JLB (Georgie) en una escuela pública cercana.
En su autobiografía, JLB menciona la desconfianza que su progenitor, como anarquista, sentía por toda obra encarada por el Estado (pág. 43). De todas maneras, entre las familias más acomodadas era de buen tono que los niños fueran educados por institutrices europeas.
Borges coincide con Victoria Ocampo en resaltar el menosprecio que sentía la clase ilustrada por los españoles y su lengua. Sarmiento creía que muchos de los males del país se debían al carácter hispánico y sostenía que para desarraigarlos era preciso también superar esa influencia que él entendía subsistente en el espíritu del gaucho argentino (pág. 44).


[1] Desde muy niño “cuando le hablaba a mi abuela paterna lo hacía de una manera, y después descubrí que eso se llamaba hablar en inglés, y cuando hablaba con mi madre o mis abuelos maternos lo hacía en un idioma que después resultó ser el español” (pag. 34)
[2] Ver en este mismo blog los versos dedicados por JLB a Rosas.

22 septiembre, 2008

Poema de Borges sobre Juan M. de Rosas

Silvina Natali, Psicóloga Adscripta de nuestra cátedra, nos ha hecho llegar un texto que Jorge Luis Borges le dedicara a Juan Manuel de Rosas. Una interesante reflexión en clave poética como pocos podrían hacerlo.

ROSAS

En la sala tranquila
cuyo reloj austero derrama
un tiempo ya sin aventuras ni asombro
sobre la decente blancura
que amortaja la pasión roja de la caoba,
alguien, como reproche cariñoso,
pronunció el nombre familiar y temido.
La imagen del tirano
abarrotó el instante,
no clara como un mármol en la tarde,
sino grande y umbría
como la sombra de una montaña remota
y conjeturas y memorias
sucedieron a la mención eventual como un eco insondable.
Famosamente infame
su nombre fue desolación en las casas,
idolátrico amor en el gauchaje
y horror del tajo en la garganta.
Hoy el olvido borra su censo de muertes,
porque son venales las muertes
si las pensamos como parte del Tiempo,
esa inmortalidad infatigable
que anonada con silenciosa culpa las razas
y en cuya herida siempre abierta
que el último dios habrá de restañar el último día,
cabe toda la sangre derramada.
No sé si Rosas
Fue sólo un ávido puñal como los abuelos decían;
creo que fue como tú y yo
un hecho entre los hechos
que vivió en la zozobra cotidiana
y dirigió para exaltaciones y penas
la incertidumbre de otros.

Ahora el mar es una larga separación
entre la ceniza y la patria.
Ya toda vida, por humilde que sea,
puede pisar su nada y su noche.
Ya Dios lo habrá olvidado
Y es menos una injuria que una piedad
demorar su infinita disolución
con limosnas de odio.

Jorge Luis Borges.