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HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Seminario optativo de la Maestría en Educación Universitaria

28 abril, 2007

SÓCRATES VISTO POR JENOFONTE



Jenofonte. Fue otro discípulo de Sócrates quien, al igual que Platón, escribió diálogos protagonizados por su maestro. Sus escritos complementan a los de Platón y dan una visión alternativa.

Es conocida su Apología de Sócrates, que parece una refutación de la de Platón.

Apología de SÓCRATES

 

JENOFONTE (394 – 387? aC): Apología de Sócrates. Puede leerse un comentario y la obra completa en el sitio: http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Jenofonte/JenofonteApologiaSocrates.htm  (Consultado 19.4.2009)  La selección que publicamos es extractada de la página web mencionada (JCP).

 

Sobre la apología de Jenofonte

Sabemos que la muerte de Sócrates provocó una serie de obras de tipo apologético (apologías) y también acusatorio (kategoría), como la del sofista Polícrates. Entre las defensas o Apologías se pueden citar, la de Lisias( perdida), la de Platón y la Jenofonte. En siglos posteriores escribieron también Apologías sobre Sócrates: Teodectes de Faselis, Demetrio de Falero, Plutarco [1] y la declamación de Libanio.

Acerca de la Apología de Jenofonte, nadie dudó, en la antigüedad, acerca de sus autenticidad: Diógenes Laercio (II 57) la cita como suya, lo mismo que Ateneo (218 E). Será en la Modernidad, Willamowitz [2] quien la considere como inauténtica.

La obra fue escrita por Jenofonte entre el 394 y el 387. Parece que Jenofonte escribió su obra en protesta contra las libertades que se tomó Platón al componer su Apología. Como no había estado presente en el juicio, Jenofonte acude al testimonio de Hermógenes, amigo suyo y testigo de la muerte del maestro, como puede verse, incluso en el Fedón (59 b).

Jenofonte no pretende hacer un reportaje exacto del juicio, sino exponer la sublime actitud y altivo lenguaje ante el jurado de un Sócrates que estaba convencido que era un buen momento para morir (eukiría). Es ésta una diferencia esencial con la Apología de Platón: allí Sócrates se enfrenta a la muerte a partir de su fe en una vida posterior (doctrina también presente en el Fedón). Jenofonte no habla para nada de este tipo de creencia, sino que afirma que Sócrates basaba su satisfacción en la idea de evitar los achaques de la vejez. Mientras que para Platón la muerte parece ser la consecuencia lógica y trágica del cumplimiento de una misión, para Jenofonte representa una meta deseable en sí.

La Apología de Jenofonte se puede dividir en tres partes:

1. La primera parte (1-9) viene a ser como una introducción a las palabras de Sócrates ante el tribunal. En ella, Jenofonte se propone explicar los motivos de su actitud altiva (megalegoría). Para ello, introduce un relator en la persona de Hermógenes. A través suya nos enteramos que Sócrates se niega a defenderse porque su vida entera ha sido una apología y porque su genio divino (daimon) se opone a que prepare su defensa. Además, Sócrates afirma que es un buen momento para morir.

2. La segunda parte (10-23) constituye la parte central de la Apología y en ella Sócrates realiza su discurso ante el jurado. Primeramente recuerda la doble acusación realizada en contra suya: Impiedad (asebeia) y Corrupción de la juventud. Sus afirmaciones relativas a las advertencias de la voz divina provocan las protestas y el malestar del tribunal. A tales protestas, Sócrates contesta que según el Oráculo de Delfos, él es el hombre más sabio y más justo de Atenas. Las protestas se agudizan aún más, siendo declarado culpable. Al mismo tiempo, se niega a proponer una pena alternativa a la muerte así como a evadirse cuando sus amigos se lo piden. Sócrates no está dispuesto a escapar a la muerte.

3. Hecha pública la condena, Sócrates toma de nuevo la palabra para señalar que no tiene conciencia de haber cometido ninguna de las faltas de las que se le acusa. Profetiza que la vergüenza será para quienes le han condenado injustamente. El futuro le hará justicia.

4. En la tercera parte (27-34), Sócrates abandona el tribunal con una mirada y una actitud muy serena, en concordancia con las palabras que acababa de pronunciar. Ante la aflicción de sus amigos, les recuerda la oportunidad de su muerte. Severa advertencia de Sócrates respecto de Anito, con la predicción sobre el sombrío futuro de su hijo. La Apología finaliza con algunas observaciones de Jenofonte y un epílogo.

Primera parte (1-9)

Actitud de Sócrates ante su defensa

Creo que merece la pena recordar … con qué actitud deliberada reaccionó Sócrates, cuando fue citado a juicio, tanto en lo relativo a su defensa como ante su muerte. Es verdad que otros han escrito ya sobre ello, y todos han coincidido en la altanería de su lenguaje, lo que demuestra evidentemente que es así como se expresó, pero una cosa no dejaron suficientemente clara, y es que había llegado a la conclusión de que para él la muerte era ya en aquel momento preferible a la vida; con esta omisión resulta que la altanería de su lenguaje parece bastante insensata.

Sin embargo, lo que ha contando sobre él su compañero Hermógenes … explica que su lenguaje altanero se correspondía con su manera de pensar. En efecto, al ver que hablaba de toda clase de temas más que de su juicio, le preguntó: "¿No deberías examinar, Sócrates, los argumentos de tu defensa?". Y que Sócrates de entrada le respondió: "¿No crees que me he pasado la vida preparando mi defensa?". Y al preguntarle él: "¿Cómo es eso?", le respondió: "Porque a lo largo de toda mi vida no he cometido ninguna acción injusta, que es precisamente lo que yo considero la mejor manera de preparar una defensa".

Y al preguntarle Hermógenes de nuevo: "¿No ves cómo a menudo los tribunales atenienses, dejándose arrastrar por discursos persuasivos, han condenado a muerte a personas inocentes y como, en cambio, con frecuencia absolvieron a culpables, o bien compadecidos por sus discursos o bien porque hablaban adulándoles?". "Pero, ¡por Zeus!, respondió Sócrates, "es que dos veces que intenté examinar mi defensa se me opuso el genio divino".

Y como él por su parte le contestara: "¡Qué cosas más raras dices!", Sócrates le respondió a su vez: "¿Te parece raro que también la divinidad crea que para mi es mejor que muera ahora? ¿No sabes que hasta el momento presente a nadie le reconocería haber vivido mejor que yo? Y, lo que todavía es más agradable, yo tenía conciencia de haber vivido mi vida entera en la piedad y en la justicia, de modo que, sintiendo por mi mismo una gran estima, me daba cuenta de que los que me frecuentaban experimentaban hacia mí el mismo sentimiento. En cambio ahora, si sigue prolongándose mi edad, sé que necesariamente tendré que pagar el tributo a la vejez, ver peor, oír con más dificultad, ser más torpe para aprender y más olvidadizo de lo que aprendí. Ahora bien, si soy consciente de mi decrepitud y tengo que reprocharme a mí mismo, ¿cómo podría seguir viviendo a gusto?",

Y Sócrates seguía diciendo: "E incluso puede ocurrir que la divinidad en su benevolencia me esté proporcionando no sólo el momento más oportuno de mi edad para morir, sino también la ocasión de morir de la manera más fácil. En efecto, si ahora me condenan, es evidente que podré utilizar el tipo de muerte considerado el más sencillo por quienes se ocupan del tema, y el menos engorroso para mis amigos, al tiempo que infunde la mayor añoranza hacia los muertos, pues el que no deja ningún recuerdo vergonzoso o penoso en el ánimo de los presentes, sino que se extingue con el cuerpo sano y con un alma capaz de mostrar afecto, ¿cómo no va a ser a la fuerza digno de añoranza? Con razón los dioses se oponían entonces a la preparación de mi discurso de defensa, cuando nosotros creíamos que había que buscar escapatorias por todos los medios. Porque si hubiera llegado a conseguirlo, es evidente que, en vez de terminar ya mi vida, me habría preparado para morir afligido por las enfermedades o la vejez, a la que afluyen todas las amarguras, con absoluta privación de alegrías. ¡No, por Zeus!.

 

Segunda parte (10-26)

Inocencia de Sócrates

Hermógenes - contaba que les había dicho - no seré yo quien esté deseoso de tal situación, sino que, si disgusto a los jueces exponiéndoles todas las ventajas que creo haber obtenido de los dioses y de los hombres, así como la opinión que tengo de mí mismo, en ese caso antes elegiré morir que seguir viviendo servilmente, mendigando el beneficio de una vida mucho peor que la muerte".

Hermógenes contaba que con estas ideas, una vez que le acusaron sus adversarios en el juicio de que no creía en los dioses que reconocía la ciudad, sino que trataba de introducir nuevas divinidades y corrompía a la juventud, compareció ante el jurado y dijo: "Una cosa que me sorprende ante todo, jueces, es en qué opinión se apoya Meleto para afirmar que no creo en los dioses que reconoce la ciudad, puesto que tanto los que se encontraban presentes como el propio Meleto, si lo deseaba, podían verme cuando hacía sacrificios en las fiestas de la ciudad y en los altares comunales. "

 

 

"Ea, escuchad también otra cosa, para que quienes de entre vosotros lo deseen desconfíen todavía más del favor con que he sido honrado por los dioses. Un día que Querofonte acudió al oráculo de Delfos para interrogarle acerca de mí, en presencia de muchos testigos le respondió Apolo que ningún hombre era ni más libre, ni más justo, ni más sabio que yo".

… debéis examinar cada uno de los elogios que hizo de mí. En efecto, ¿a quién conocéis que sea menos esclavo que yo de las pasiones del cuerpo?, ¿qué hombre veis que sea más libre que yo, que no recibo de nadie regalos ni salario?, ¿a quien podríais considerar razonablemente más justo que a un hombre que está acomodado a lo que tiene y que no necesita ningún bien ajeno? Y en cuanto a sabio, ¿cómo se podría con razón negar que lo es un hombre como yo, que desde que empecé a comprender lo que se decía nunca dejé, en la medida de mis posibilidades, de investigar y aprender todo lo bueno que pude? Y de la eficacia de mis esfuerzos, ¿no os parece que también es una prueba el hecho de que muchos ciudadanos que aspiran a la virtud, y también muchos forasteros, me prefieran a mí entre todos para ser mis discípulos?"

"¿Cuál diríamos que es el motivo de que, a pesar de saber todos que en absoluto podría corresponder, por falta de dinero, sin embargo, muchos estén dispuestos a hacerme algún regalo? ¿O el hecho de que nadie me reclame el pago de algún favor y, en cambio, muchos reconozcan que me deben gratitud? ¿O que, durante el asedio, mientras otros se compadecían por su suerte yo no vivía con más apuros que cuando la ciudad gozaba de mayor prosperidad? ¿O por qué los otros se procuran en el mercado bocados exquisitos a muy alto precio, mientras yo me ingenio de mi alma placeres más agradables que ellos sin ningún gasto?  Y si nadie verdaderamente podría refutarme nada de cuanto he dicho de mí mismo, alegando que miento, ¿cómo no sería elogiado en justicia tanto por los dioses como por los hombres? "

"Aun más, Meleto, ¿tú afirmas que corrompo a los jóvenes con esta conducta? Todos sabemos sin duda qué clase de corrupciones afectan a la juventud; dinos entonces si conoces algún joven que por mi influencia se haya convertido de pío en impío, de prudente en violento, de parco en derrochador, de abstemio en borracho, de trabajador en vago, o sometido a algún otro perverso placer".

Es evidente que se dijeron muchas más cosas, tanto por parte de Sócrates como de los amigos que hablaron en su defensa pero yo no puse todo el empeño en contar todo lo que se dijo en el proceso, sino que me conformé con hacer ver que Sócrates se preocupó por encima de todo en dejar claro que no había cometido ninguna impiedad con los dioses ni injusticia con los hombres; y en cuanto a no morir, él no creía que debía suplicar para evitarlo, sino que incluso pensaba que era un buen momento para terminar su vida.

Que ésa era su manera de pensar se puso muy en evidencia cuando la votación de la sentencia fue negativa, pues en primer lugar, cuando se le invitó a fijar por su parte la pena, ni quiso hacerlo personalmente ni permitió que la fijaran sus amigos, sino que incluso afirmó que el hecho de fijar su pena equivaldría a reconocerse culpable. En segundo lugar, cuando sus amigos quisieron sacarlo de la cárcel furtivamente, no lo consintió, e incluso pareció burlarse de ellos al preguntarles si conocían algún lugar fuera del Ática inaccesible a la muerte.

Cuando terminó el juicio, dijo Sócrates:. "Pues bien, señores, quienes instruyeron a los testigos haciéndoles ver que debían testimoniar con perjurio contra mí y los que se dejaron sobornar por ellos deben ser conscientes de haber cometido un grave delito de impiedad y una gran injusticia. En cuanto a mí, ¿por qué me voy a sentir menos orgulloso que antes de mi condena, puesto que no he sido convicto de haber cometido ninguno de los delitos por los que me acusaron? …

 

Tercera parte (27-34)

Actitud de Sócrates ante la condena

"Sin embargo, tampoco por el hecho de morir injustamente tengo que tener menos alta la cabeza, porque la vergüenza no es para mí sino para quienes me condenaron. …

Sé que también testimoniarán en mi favor el futuro y el pasado, haciendo ver que jamás hice daño a nadie ni volví peor a ninguna persona, sino que hacía el bien a los que conversaban conmigo, enseñándoles gratis todo lo bueno que podía".

Después de pronunciar estas palabras se retiró con semblante, actitud y paso sereno, muy de acuerdo con las palabras que acababa de pronunciar. Pero al darse cuenta de que sus acompañantes estaban llorando, dijo: "¿Qué es eso? ¿Es ahora cuando os ponéis a llorar? ¿Acaso no sabéis hace mucho tiempo que desde que nací estaba condenado a muerte por la naturaleza? Sin embargo, si muero prematuramente en medio de una inundación de bienes, es evidente que tendré que lamentarme tanto yo como mis amigos, pero si libero mi vida de las amarguras que me esperan, creo que todos vosotros debéis congratularos pensando que soy feliz".

Estaba presente un tal Apolodoro, amigo apasionado de Sócrates, pero persona simple por lo demás, que dijo: "Lo que peor llevo, Sócrates, es ver que mueres injustamente". Y entonces Sócrates, según se cuenta, le respondió, acariciándole la cabeza: "¿Preferirías entonces, queridísimo Apolodoro, verme morir con justicia?", y al mismo tiempo le sonrió.

Se cuenta también que, al ver pasar a Ánito, dijo: "Ahí tenéis a ese hombre lleno de orgullo, convencido de que ha llevado a cabo una hazaña grande y noble con haberme hecho matar porque, al ver que la ciudad le honraba con las mayores distinciones, dije que no debía educar a su hijo en el oficio de curtidor. ¡Pobre desgraciado, que no sabe, al parecer, que aquel de nosotros dos que haya dejado hechas las obras más útiles y más hermosas para siempre, ése será el vencedor!"

"Pero - siguió diciendo - tal como Homero ha atribuido a algunos de sus personajes en el momento de su muerte pronosticar el porvenir, también yo quiero hacer una profecía. Tuve una breve relación con el hijo de Ánito y me pareció que no era de espíritu débil, por lo que afirmo que no permanecerá en la vida servil que su padre preparó para él, sino que por no tener ningún consejero diligente caerá en alguna pasión vergonzosa y llegará lejos en la carrera del vicio".

Al ensalzarse a sí mismo ante el tribunal, Sócrates despertó el odio de los jueces y los impulsó más aún a votar su condena. Por mi parte, creo que ha alcanzado un destino grato a los dioses, pues abandonó lo más duro de la vida y encontró la más fácil de las muertes. Demostró así la fortaleza de su espíritu, pues cuando se dio cuenta de que para él era preferible morir a seguir viviendo, lo mismo que no se opuso a los otros bienes de la vida, tampoco se acobardó ante la muerte, sino que la aceptó y la recibió con alegría.

Por mi parte, cuando pienso en la sabiduría y nobleza de espíritu de aquel hombre, ni puedo dejar de recordarlo ni, al acordarme de él, puedo dejar de elogiarle. Si alguno de los que aspiran a la virtud tuvo trato alguna vez con alguien más beneficioso que Sócrates, considero que tal hombre debe ser tenido por muy feliz. 

Tomado del sitio: http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Jenofonte/JenofonteApologiaSocrates.htm  (Publicado en la web en 2004; recuperado 17.4.2009)

27 abril, 2007

GORGIAS

Gorgias. (485 aC-380 aC) Filósofo del período antropológico, llegado a Atenas procedente de Sicilia, enemigo de los siracusanos. Gran orador, maestro en Retórica, Sofista. Continua la filosofía eleática pasando de la relatividad de Protágoras al escepticismo y nihilismo. Sus tesis rebaten el ‘ser’ de Parménides: No existe la realidad; Si algo existiera, no lo conoceríamos; si pudiéramos conocer algo, no podríamos comunicarlo. Todas las opiniones son falsas porque no pueden ser contrastadas con la realidad. Además de negar toda clase de verdades objetivas, Gorgias rechaza la universalidad de las normas morales, que varían de un pueblo a otro, de una época a otra e incluso a lo largo de la vida de las personas. Por eso da importancia al manejo de las palabras y al arte de la retórica. El lenguaje es la única forma de realidad, la única instancia capaz de expresar, modificar y comunicar el mundo. En el diálogo de Platón que lleva su nombre se discute sobre la Retórica y sobre la diferencia entre hacer el mal o padecerlo. Se encuentra en: http://www.paginasobrefilosofia.com/html/index.html

FILOSOFÍA Y RETÓRICA Platón educador



FILOSOFÍA Y RETÓRICA
PAIDEIA PLATÓNICA o ISOCRÁTICA
Material de cátedra (Selección de textos, resumen y comentarios: Juan Carlos Paradiso para uso interno). (En su mayor parte el material corresponde al cap. V de Bowen junto con otros textos citados). 
Este capítulo fue actualizado 16.5.2010
Los estudios superiores en la Grecia Clásica, que alcanzaron un desarrollo sin par en el mundo de su época, estuvieron signados por contradicciones y dicotomías. Una de las más importantes es la que oponía la Filosofía a la Retórica, para algunos irreconciliables, y que podría representarse en el siglo V a.C. con la fórmula Sócrates versus los sofistas. En la siguiente generación entre ambas escuelas la controversia sigue (aunque después matizaremos esta afirmación) a través de la educación propugnada por Platón por una parte y por Isócrates por la otra.  
A pesar de su mala reputación – influencia de las permanentes críticas de Platón – los sofistas hicieron un aporte considerable al conocimiento y la educación. Fueron ellos quienes “introdujeron en Atenas la instrucción superior, con una gama temática que comprendía tanto las disciplinas conducentes al éxito social y profesional como los estudios gramaticales y matemáticos, más complejos y eruditos”  (BOWEN, 139)
Al entrar el siglo V a.C., que Sócrates no llegó a conocer porque fue obligado a beber la cicuta al finalizar el siglo anterior, Atenas se había convertido en el centro indiscutible de la cultura y el saber helénicos; a ella acudían estudiantes de todo el mundo griego. Las escuelas de los sofistas siguieron prosperando y proliferando, a favor de un nivel de enseñanza superior a las de los maestros elementales. Toda la enseñanza era de carácter privado: los atenienses no desarrollaron nunca un sistema de educación pública, que por primera vez recomienda Aristóteles, muy entrado ya en el siglo que nos ocupa.
No declinó el influjo de Sócrates, a pesar de su suicidio, y pese a que no ofrecía unas metas educativas positivas y que sus enseñanzas no abarcaban ningún cuerpo de conocimientos sistematizados. Por válida que fuera como método de análisis crítico, la mayéutica socrática se basaba en un enfoque negativo; para Bowen era difícil estructurar un conocimiento a partir de semejante base. Sócrates se proponía ante todo descubrir y dar a luz aquello que sus interlocutores sabían sin ser conscientes de ello, a la par que exploraba las contradicciones de sus sistemas implícitos de creencias. Elementos básicos del proceso eran el análisis y la argumentación lógica, que solían desembocar en la refutación de la tesis objeto de debate. Esa habilidad dialéctica constituía el rasgo característico de la persona culta (según este enfoque, agregamos). Sin embargo, la filosofía y la gramática no estaban aún claramente deslindadas, y las técnicas de análisis crítico de las creencias tradicionales estaban todavía insuficientemente elaboradas. El conservadurismo ideológico se asentaba sobre bases que seguían gozando de gran solidez: la piedad tradicional y la conformidad social eran elementos de estabilidad y de cohesión que no cabía poner en tela de juicio …
Los métodos indagatorios de Sócrates y las habilidades retóricas de los sofistas podían compartir algunos rasgos: ambas técnicas aparecían como meramente verbales y superficiales que no resolvían gran cosa pero que lo ponían todo en entredicho y evidentemente eran válidas para desarmar los argumentos en los debates.
El método socrático sólo constituía un elemento valioso para desbastar las opiniones que él consideraba deformadas y las pobres teorías que rodeaban al pensamiento especulativo y al saber superior en general. La impopularidad de Sócrates se debió en buena parte al hecho de que su método era tan tremendamente eficaz que atraía el interés del público en mucha mayor medida que cualquier otro sofista. Pero al mismo tiempo su método era irritantemente capcioso y, según los atenienses, se confundía muchas veces con la mera argucia.’ (pág. 139-140)
El estilo de vida ateniense no precisaba de un estudio filosófico exhaustivo de los valores últimos; se satisfacía con aquellos conocimientos propios de las tareas de la vida cotidiana …. Este mismo punto de vistas era compartido concretamente por muchos sofistas. Sócrates insistía en la importancia de analizar constantemente la propia conducta y sus motivaciones; creía, por consiguiente, en la necesidad de someter a examen las creencias tradicionales” (pag. 140)
Esta afirmación no puede tomarse tan al pie de la letra. Existen estudios (Conde 2007) que contradicen esta crítica extrema. Sobre Sócrates hay extenso material en la web que es aconsejable consultar en cuanto las opiniones que existieron sobre el filósofo no son siempre coincidentes (ver F. Conde)  

“La mayor parte de los sofistas (contrariamente a Sócrates) partía de una concepción escépticamente empírica del conocimiento, y trataba de desarrollarlo prácticamente: en su mayoría, en efecto, los sofistas se preocupaban menos de la creación o descubrimiento del conocimiento que de su aplicación concreta. Dos fueron las grandes tendencias que a partir de allí se desarrollaron en la Atenas del siglo IV en el ámbito de la enseñanza superior: la prolongación del método socrático de análisis crítico y lógica inductiva en la escuela de Platón por una parte, y la escuela retórica de Isócrates, por otra”. (pag 140)
Debemos discutir con más cuidado este tema de la lógica usada por los filósofos. Si en la dialéctica el método es inductivo, como cuando a partir de sus preguntas concretas intenta demostrar que hay una contradicción entre el pensamiento inicial del interlocutor y las generalizaciones que surgen de la propia experiencia, también se parte de verdades universales que llevan a conclusiones particulares (de verdad obligada), por lo cual no puede negarse este componente deductivo. Precisamente los dialécticos critican a los que estudian los fenómenos cambiantes, las apariencias. (JCP)

Isócrates y la escuela de Retórica
Para este tema ver: archivo de Olivieri, Tedeschi et al: ‘Isócrates’
Platón y la Academia (Bowen, pág. 149)
El siglo IV marca el apogeo de Platón, cuando éste se lanza a la gran empresa de consignar sus recuerdos de las enseñanzas de Sócrates, reivindicando la figura de su maestro y sus ideas. Como sabemos, su escuela fue conocida como Academia.
En contraste con la profusa bibliografía dejada por Platón – aunque entre los diálogos hay algunos que son apócrifos – sus clases no están registradas. Platón no tuvo un discípulo preocupado por ser su ‘Escriba’, como algunos sostienen él mismo lo fue de Sócrates. Su más destacado sucesor, Aristóteles, se alejó bastante de sus doctrinas, seguramente para enriquecimiento de la Filosofía, aunque ello le haya costado al Estagirita más de un reproche de deslealtad.
No se cree que Platón diera en realidad lecciones formales. De sus 40 años en la Academia sólo ha llegado hasta nosotros el texto de una sola lección (carta séptima, del bien). En ese mismo texto Platón arremete contra las lecciones formales y la costumbre de consignarlas por escrito. Critica los manuales de instrucción y niega que las notas escritas sean de ayuda para la memoria, puesto que la verdad, una vez entrevista, no puede ya ser olvidada jamás. Afirma que tomar notas constituye simplemente una forma de actividad memorística que da sólo una apariencia de conocimiento.

Se deduce que las enseñanzas de Platón debieron seguir las mismas pautas que sus diálogos: una sucesión de preguntas y respuestas orales. Aunque se duda de cuáles serían los contenidos. Parecerían de naturaleza filosófica, pero Platón expresa que no debe enseñarse técnicas de argumentación dialéctica a los menores de 30 años porque pueden abusar de ellas. De modo que para los jóvenes, el contenido lo constituirían sobre todo las matemáticas (aritmética, geometría).
La dialéctica es crucial en sus escritos. En la República es la forma suprema de la actividad pedagógica. En su sentido más lato la dialéctica incluye todo aquello que generalmente se designa como discusión, discurso, debate y argumentación. En Platón el término es usado con significado variable en diversos diálogos. Pero siempre es el método educativo más importante, puesto que capacita a las personas para responder a las preguntas de la forma más adecuada y científica. Bowen 149
La República y las Leyes se ocupan especialmente de la educación en tanto que actividad dialéctica.

Paideia. La educación hacia el bien

En el transcurso de sus años de madurez, Platón siguió reelaborando sus doctrinas. En todo el conjunto de sus escritos, Platón representa la búsqueda humana del conocimiento como preocupación central de la vida misma; el fomento de la armonía del alma de que habla el Timeo conduce a una visión del ser absoluto, de la verdad. La clave del pensamiento platónico la constituye, pues, esta noción del conocimiento como producto final y como meta de un proceso que él llama paideia. La palabra Paideia era en Grecia de uso común; pero puesto que Platón fue el primer pensador que propuso una auténtica teoría de la educación – aunque incompleta – enriqueció el contenido del término, confiriéndole una significación claramente intelectual. (pag 163)
En su calidad de exponentes máximos de la educación superior en Atenas, tanto Platón como Isócrates orientaron sus esfuerzos hacia la perfección de los individuos para la vida social y política. Ambos eran sensibles a la inestabilidad política del mundo griego ….
La estrategia de Isócrates sería la de formar directamente a los ciudadanos en las artes del comportamiento político y jurídico, incluyendo la retórica, mientras que la de Platón tomó como punto de partida una base mucho más amplia: la búsqueda del conocimiento o paideia renegando de la retórica.
El método de acción directa adoptado por Isócrates le indujo a explicitar públicamente sus puntos de vista sobre el problema griego. Muy distinto es el estilo de Platón, basado en sus enseñanzas en la Academia, en el fomento de la cultura, en la búsqueda personal de la verdad última y de los valores absolutos. Su único gran intento de acción directa, en Siracusa, no tuvo éxito.


Paideia. Si bien la palabra era muy usada en Grecia, Bowen afirma que Platón fue el primer pensador que propuso una auténtica teoría de la educación y enriqueció el contenido del término, confiriéndole una significación claramente intelectual. (Bowen, 163) Así este concepto connotaría educación general como la que defendía Platón. Otros consideran que existían varias versiones de paideia, incluyendo la propia concepción de Isócrates.

Bibliografía:
BOWEN, James (1997): El saber en la Atenas del siglo IV: La Retórica y la Filosofía.  En: Historia de la educación occidental. Tomo I: El Mundo Antiguo 2000 aC -1050 dC. Oriente próximo y mediterráneo. Barcelona: Herder (Orig. 1976: A History of Western education, I: London, Methuen and Co), cap. V, pp 139-167).
CONDE, Francisco (2007): Sócrates y los sofistas. En ‘Rincón socrático’, Recuperado 12.5.2010 del sitio http://www.paginasobrefilosofia.com/html/rinconsocratico/sofisoc.html
Olivieri Francisco José, Tedeschi Adriana y Sal Florencia (Grupo de investigación Máthesis): Los alcances de la paideia isocrática frente a la formación platónico – aristotélica. Obtenido 21 Abr 2009 en el sitio: http://filoesp.galeon.com/Akademos/colabora/math_iso.htm   

Egipto. Casa de la vida


MAYÉUTICA

Mayéutica. Método socrático de enseñanza basado en el diálogo individualizao entre maestro y discípulo con la intención de llegar al conocimiento de la esencia o rasgos universales de las cosas, esencia latente en el alma de cada uno. En un pasaje del Teetetes de Platón dice Sócrates que practica un arte parecido al de su madre, que era partera: como ‘hacer parir’ los conocimientos del alumno a partir de las preguntas del docente. Aunque Sócrates no sistematizó la mayéutica, se han destacado las siguientes fases en este método: Se pregunta acerca de un concepto, la respuesta es discutida o rebatida por el maestro o llevada hasta sus consecuencias para poner en evidencia contradicciones; luego una discusión que sume al interlocutor en confusión e incomodidad por no ver claro algo que antes se creía saber perfectamente. Este momento es condición necesaria para el aprendizaje: Sócrates la identifica con los dolores que siente la parturienta antes de dar a luz; luego se procura elevarse progresivamente a definiciones cada vez más generales y precisas de la cuestión que se investiga (la belleza, la ciencia, la virtud); la discusión concluiría cuando el alumno consigue alcanzar el conocimiento preciso, universal y estricto. En forma simple puede considerarse que el método tiene una parte negativa (o ironía) y una parte positiva, mayéutica propiamente dicha. El maestro no inculca el conocimiento: el discípulo lo extrae de sí mismo. Sócrates, mediante el diálogo y un trato más individualizado con el discípulo, le ayudaba a alcanzar por sí mismo el saber. El arte de la mayéutica implica la teoría platónica de la reminiscencia pues al considerar al discípulo competente para encontrar dentro de sí la verdad debe suponer que el alma de aquél la ha debido conocer en algún momento antes de hacerse ignorante. Este método es muy distinto al de los sofistas que daban discursos para que los discípulos aprendiesen. (J. Echegoyen Olleta http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiagriega/Presocraticos/Mayeutica.htm . Debe distinguirse del método catequístico (Ver Pestalozzi, carta 2) y de la erística que usaban algunos sofistas (según Platón afirma en Eutidemo: http://ar.geocities.com/cayocesarcaligula2004/Platon/eutpla24.htm )

ALEGORÍA DE LA CAVERNA

La Caverna de Platón, Cornelis Corneliz, 1604, Londres M. B.
La Alegoría de la Caverna
Sócrates: ...En una caverna subterránea, con una entrada tan grande como la caverna toda, abierta hacia la luz imagina hombres que se hallan ahí desde que eran niños, con cepos en el cuello y en las piernas, sin poder moverse ni mirar en otra dirección sino hacia delante impedidos de volver la cabeza a causa de las cadenas. Y lejos y en alto, detrás de sus espaldas arde una luz de fuego, y en el espacio intermedio entre el fuego y los prisioneros, asciende un camino, a lo largo del cual se levanta un muro, a modo de los reparos colocados entre los titiriteros y los espectadores, sobre los que ellos exhiben sus habilidades.
Glaucón: Me lo imagino perfectamente.
Sócrates: Contempla a lo largo del muro hombres que llevan diversos vasos que sobresalen sobre el nivel del muro, estatuas y otras figuras animales en piedra o madera y artículos fabricados de todas las especies... ¿crees que los prisioneros puedan ver alguna otra cosa, de sí mismos y de los otros, sino la sombra proyectada por el fuego sobre la pared de la caverna que está delante de ellos? ...¿y también de la misma manera respecto a los objetos llevados a lo largo del mundo? Y si pudieran hablar entre ellos, ¿no crees que opinarían de poder hablar de estas [sombras] que ven como si fueran objetos reales presentes? ...Y cuando uno de ellos fuese liberado, y obligado a alzarse repentinamente, y girar el cuello y caminar, y mirar hacia la luz... ¿no sentiría dolor en los ojos, y huiría, volviéndose a las sombras que puede mirar, y no creería que éstas son más claras que los objetos que le hubieran mostrado?... Y si alguien lo arrastrase a la fuerza por la espesa y ardua salida y no lo dejase antes de haberlo llevado a la luz del sol, ¿no se quejaría y se irritaría de ser arrastrado, y después, llevado a la luz y con los ojos deslumbrados, podría ver siquiera una de las cosas verdaderas?
Glaucón: No, ciertamente, en el primer instante.
Sócrates: Sería necesario que se habituase a mirar los objetos de allá arriba. Y al principio vería más fácilmente las sombras, y después, las imágenes de los hombres reflejadas en el agua y, después, los cuerpos mismos; en seguida, los cuerpos del cielo, y al mismo cielo le sería más fácil mirarlos de noche ...y, por último, creo, el mismo Sol... por si mismo, ...Después de eso, recién comprendería que el Sol... regula todas las cosas en la región visible y es causa también, en cierta manera, de todas aquellas [sombras] que ellos veían... Pues bien, recordando la morada anterior, ¿no crees que él se felicite del cambio y experimente conmiseración por la suerte de los otros?... Y considera aun lo siguiente: si volviendo a descender ocupase de nuevo el mismo puesto ¿no tendría los ojos llenos de tinieblas, al venir inmediatamente del Sol?... Y si tuviese que competir nuevamente con los que habían permanecido en los cepos, para distinguir esas sombras, ¿no causaría risa y haría decir a los demás que la ascensión, deslumbrándolo, le había gastado los ojos?... Pero si alguno tuviese inteligencia... recordaría que las perturbaciones en los ojos son de dos especies y provienen de dos causas: el pasaje de la luz a las tinieblas y de las tinieblas a la luz. Y pensando que lo mismo sucede también para el alma... indagaría si, viniendo de vidas más luminosas, se encuentra oscurecida por la falta de hábito a la oscuridad, o bien si, llegando de mayor ignorancia a una mayor luz, está deslumbrada por el excesivo fulgor.
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TEDESCO, J.C. (1986): Educación y sociedad en la Argentina (1880-1945). Dimensión argentina, Bs.As.: Ediciones Solar. La función política de la educación, cap 3, pp 63-88 / Cap. IV: El Estado y la Educación, pp 89-105 / Oligarquía, clase media y educación en Argentina (1900-1930) 173-214 / Directivismo y espontaneísmo en los orígenes del sistema educativo argentino, pp 261-284 /
TOLEDO, Oscar A. (Introdución, selección y notas) (1974): LA Ley 1420, En ‘Documentos para la Historia Integral Argentina II’, Buenos Aires: CEAL, pp 129-160 (Biblioteca: Medin)
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22 abril, 2007

Safo, de Lesbos



Safo suele ser mencionada como una literata de las más importantes de Grecia. Tuvo una escuela en donde formaba a mujeres a las cuales profesaba un verdadero amor - que no hacía envidiar al de los grandes filósofos por sus discípulos - inmortalizando su nombre como sinonimo de homosexualidad femenina. (Supongo que muchos griegos habrían querido cambiarla!) . La ilustración de Charles-Auguste Mengin es de 1867 y está tomada del texto: "Safo e Isócrates, dos modelos para la formación de los jóvenes en la Grecia clásica" de una tesis cuyo autor no identificado aún - pero ya lo haremos -. Está en el sitio: http://www.tdx.cesca.es/TESIS_URV/AVAILABLE/TDX-0324106-111420//3.SAFO.ISOCRATES.pdf

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