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HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Seminario optativo de la Maestría en Educación Universitaria

18 mayo, 2009

ALTA EDAD MEDIA


ALTA EDAD MEDIA

EL SIGLO VI

Texto redactado en base a Manacorda y otros autores (ver la Bibliografía para una descripción completa) ajustado a las necesidades de la cátedra de Historia de la Educación.

 

El comienzo de la Edad Media se sitúa, convencionalmente, el año de la caída de Roma en poder de los bárbaros (año 476). No es un episodio aislado y se venía preanunciando en todo el siglo. Diez años más tarde caía Paris en manos de los francos en su imparable conquista de las antiguas Galias. Los godos y los francos se convirtieron al cristianismo y se ubicaron cómodamente en el poder, a favor de una fortaleza militar muy superior y arrastrados por un pueblo decidido a todo por su supervivencia, que venía de décadas de persecuciones y privaciones. Tendrían el poder pero no todo el acervo cultural necesario para ejercerlo sin sobresaltos. 

Admiraban y desconfiaban a la vez de la cultura romana, como les había pasado a los propios romanos con los griegos o a los judíos con los helenos.

Se ha llamado Alta Edad Media al primer período después de la caída del imperio de Occidente y comprendería aproximadamente hasta el siglo X. En esta etapa tienen lugar procesos políticos significativos. Por una parte, como dijimos, algunos reinos romano-bárbaros se habían implantado más o menos sólidamente en el territorio del imperio de occidente, donde la única autoridad política auténticamente romana era la iglesia y sobre todo el papado; por otro lado, el imperio de Oriente conserva su unidad y su fuerza, que le permitirá intentar la reconquista de Occidente. Estos tres centros de poder se enfrentarán en una lucha ideológica y militar. Más adelante, aparecerá un nuevo fenómeno religioso y político que incorpora un nuevo actor social que se sumará y enfrentará a los preexistentes: el fenómeno creciente del Islam.

 

Decadencia de la cultura clásica

En el campo de la instrucción hay un proceso paralelo doble: una gradual desaparición de la escuela clásica y la gradual formación de una escuela cristiana, en su doble forma de escuela episcopal (del clero secular) en las ciudades y de escuela cenobítica (del clero regular) en el campo. Sin embargo, el nivel cultural era en general bastante bajo, incluso con un empobrecimiento o aún embrutecimiento cultural de los hombres de la iglesia, habiéndose  señalado que existieron algunos puestos civiles o eclesiásticos ocupados por analfabetos.

Recordemos que el ascetismo, es decir la elección de vivir en retiro, aislamiento, sufriendo privaciones y aún sacrificios, fue el camino que muchos cristianos de la primera época habían elegido, intentando parecerse a Jesús, pero tomando sin dudas ejemplos de otras culturas, como la griega o la hindú. La vida monacal había tomado dos formas o figuras: el anacoreta o eremita – solitario y ermitaño – y las comunidades de retiro. Los eremitas podían quedarse solos al cuidado de ermitas en el desierto. En cuanto a las comunidades monacales, se considera que empezaron a formarse en Egipto, probablemente por reunión paulatina de muchos anacoretas; y fueron apareciendo poco después en Oriente y en Europa. Dieron origen a los monasterios, a órdenes religiosas, como los benedictinos y a escuelas llamadas cenobíticas.

Estos monasterios se fueron constituyendo en el sostén y guardián del conocimiento admitido de la época. Podemos decirlo con otras palabras: guardianes de lo que debía conservarse y lo que no debía conocerse, conocimiento e ideas que podían o no podían ser admitidos por el credo profesado. Pero veamos:

“También entre los hombres de iglesia hay un proceso de empobrecimiento cultural. Si el Concilio de Cartago del año 400 d.C. prohibía a los obispos la lectura de los textos clásicos, el Concilio de Roma del 465 se ocupa de un problema todavía más elemental: ya no se trata de la disputa entre la paideia de Aquiles y la paideia de Cristo, sino que se manifiesta una ignorancia total de los eclesiásticos. Los analfabetos –dice el concilio- no se atrevan a aspirar a las órdenes sagradas; lo cual quiere decir que se atrevían. Y treinta años después,  el papa Gelasio I insistirá: (admitiendo que el problema existe) “No se admita al sacerdocio al que sea ignorante de las letras o tenga algún defecto físico’ (Manacorda, 174)

Conversiones religiosas de los bárbaros

La primera ola de bárbaros era ya en gran parte cristiana – como consecuencia de las conversiones de los visigodos ante el emperador romano y de los francos en las Galias – y esos pueblos se aculturaron pronto a las tradiciones clásicas, pero luego del siglo VI, con los ostrogodos de Italia y los vándalos de África la aculturación de los bárbaros será más dificultosa, seguramente porque ellos ahora estaban en el poder y no necesitaban someterse para ser admitidos.

Entre los Ostrogodos en Italia, el rey Teodorico fue el último que dio lugar a la cultura clásica. El se ocupó de garantizar los honorarios a los profesionistas de las artes honestae, como los maestros de gramática y retórica, reservando sin embargo el cultivo de las artes liberales a los romanos. (Manacorda 173-174)

Los francos se convierten a principios del siglo VI. Los visigodos de España se convertirán al catolicismo más tarde, en 589. Pero los últimos reyes cristianos españoles, antes de la invasión de la península por parte de los moros y árabes, fueron precisamente visigodos.

 

Educación en las sinagogas

La costumbre hebrea constituida antes de la destrucción del templo y de la diáspora  estaba centrada en la sinagoga y estaba caracterizada por un método de memorización y repetición coral de la Midrash, con escasa o nula atención a la escritura. Se trataba de una forma obsesiva de conservar las tradiciones patrias frente al desafío de otras culturas con las cuales debían convivir, más que de una instrucción formal; y llegó a tener buenos resultados, ya que San Jerónimo pudo constatar que los niños hebreos conocían bien la ley.

Podríamos preguntarnos si la educación de Jesús de Nazaret siguió las pautas tradicionales judías de su época. Es difícil responder directamente a esta pregunta, en cuanto no hay mayores datos en los evangelios oficializados por la iglesia respecto a este punto, lo cual nos deja un vacío importante en nuestro tema, siendo que Jesús fue un verdadero renovador que siguió y predicó una filosofía y echó mano a eficaces recursos pedagógicos, de los cuales sí tenemos relatos en los evangelios oficiales. Pero, volviendo a la forma como fue educado el Nazareno, podríamos especular que probablemente sus padres intentaron que tuviera una educación formal. El propio Jesús no dejó registros escritos. Hay narraciones en los evangelios apócrifos que sugieren que varios maestros intentaron enseñarle con el tradicional método memorístico de los judíos, y que el niño se resistía a aprender mecánicamente. 

No es raro que esto ocurra con los niños superdotados, puesto que la historia nos enseña que muchos de ellos fracasaron en la escuela.

 

La escuela cristiana ‘More Synagogae’

Con el dualismo de Estado e iglesia, venido a menos el poder imperial y su atención por la escuela, es precisamente la iglesia, como parte de sus actividades específicas, la que reorganiza cultura y escuela. No es por casualidad que muchos obispos fueran antes funcionarios romanos de los reyes bárbaros. La iglesia tiene una doble estructura, viviendo en parte en medio de la gente en los obispados y rectorías (clero secular) y en parte alejada de la gente en los cenobios (clero regular); en estas dos estructuras eclesiales debemos buscar los primeros testimonios del surgimiento de nuevas iniciativas de educación cristiana, junto a las islas sobrevivientes de romanidad clásica. En general, el clero secular, que habita en las ciudades, conserva durante más tiempo la cultura clásica, mientras que el clero regular de los cenobios la rechaza, así como rechaza el ‘siglo’ en su conjunto.

Pero volvamos a la herencia recogidas de las tradiciones hebreas. Así como los hebreos decoraban las sinagogas con frescos de la vida de Moisés, este tipo de arte se continúa en los cristianos, agregando escenas del Nuevo Testamento, es decir de las Escrituras, referidas a la vida de Cristo, al que luego se fueron agregando los nuevos santos y mártires, que la iglesia podía exhibir en profusión en los primeros tiempos. Estas pinturas tenían siempre fines de transmisión y conservación cultural, aunque en el caso del cristianismo podríamos también hablar de edificación de nuevas pautas.

Aunque quizás sea excesivo atribuir a la escuela de la sinagoga el mérito de haber llevado a cabo por primera vez en la historia un sistema de instrucción pública y obligatoria (el gimnasio llegó a serlo para los griegos, en su diáspora positiva) sin embargo es cierto que el cristianismo, fundado en la tradición hebrea, marca una neta separación de la tradición antigua, que quería excluir de la instrucción a los grupos populares.

El mandato ‘vayan y enseñen a todas las gentes’ marca una nueva actitud mental: todos deben ser, si no cultos, al menos instruidos a través de un proceso institucionalizado, estando abierto para cualquiera el acceso a aquella corporación de maestros que es precisamente el clero. La nueva tradición cristiana ignorará durante siglos, al menos en principio, todo ostracismo o discriminación educativa de otras sociedades.

 

Las escuelas en los obispados y en los cenobios (Manacorda, 180)

Hemos mencionado la constatación del papa Gelasio sobre la ignorancia del clero en estas etapas. Hay pocas iniciativas educativas del clero secular. El Concilio de Toledo del 527 decide que los niños destinados, por voluntad de los padres, desde la infancia al sacerdocio, deben ser instruidos en la casa de la iglesia. Y el concilio de Vaison en Francia en 529 establece que todos los sacerdotes que están establecidos en las parroquias, siguiendo la costumbre de Italia, acepten en su propia casa lectores más jóvenes, e intenten, alimentándolos espiritualmente como buenos padres, enseñarle los salmos, habituarlos a las divinas lecturas e instruirlos en la ley del Señor, de modo que se provean a sí mismos de buenos sucesores y puedan recibir del Señor premios eternos.

Ambos concilios aconsejan que al llegar a los 18 años se permita a los jóvenes elegir entre matrimonio y sacerdocio.

 

Paralelamente, se organiza el monaquismo occidental. Aunque en ninguna de las Regulae benedicti o de las posteriores Consuetudines monasticae se habla propiamente de escuela, los problemas de la educación están muy presentes. Existía la costumbre de muchos padres de ‘ofrecer’ a los conventos a sus propios hijos todavía niños en forma de oblati para que se prepararan para la vida monástica (destino que por lamentable que nos parezca, era mejor que el de los niños vendidos a los bárbaros).

En la Regulae Benedicti o Reglas benedictinas hacia el año 540, la primera preocupación era la educación moral y la participación en la liturgia, además de una preocupación literaria. La regla que habla del lector semanal prescribe:

“En las comidas de los monjes no debe faltar nunca la lectura, pero no debe leer allí quien haya tomado un libro cualquiera al azar; sino que, empezando por el domingo, leerá después durante toda la semana; los monjes no deben leer o cantar por orden de ancianidad, sino sólo aquéllos que pueden edificar a quien los escucha” (Manacorda, 182)

 

Así, pues, había monjes que leían bien y otros que leían menos bien, y entre los novicios se podían encontrar todavía monjes analfabetos, dado que la regla 58 prevé que el novicio

‘escriba con su propia mano o bien, si no sabe escribir, haga escribir a otro su solicitud de admisión, y trace con su mano un signo y lo ponga sobre el altar’ (Manacorda, 182)

 

En los comienzos del Prólogo, Benito distingue 4 especies de monjes: cenobitas, que viven en común bajo regla; anacoretas o eremitas, que después del cenobio afrontan la experiencia de la soledad; sarabaítas, que viven sin regla solos o en pequeños grupos; y finalmente giróvagos, que van buscando hospitalidad por pocos días en los monasterios, siempre dando vueltas (parecen los antecesores de los goliardos de las futuras universidades). 

En cuanto a los más jóvenes y a los niños (ofrecidos como oblati) encontramos lo que con palabras de Quintiliano llamaremos el respeto debido, la maxima reverentia. Esta máxima precede en casi 500 años a las disposiciones de Benito. Reconocemos que en la pedagogía cristiana existe un elemento nuevo al considerar la edad infantil: junto a la tradicional exigencia de la sumisión infantil, se hace la exigencia de una consideración especial, de una atención afectiva.

La desigual relación pedagógica está marcada por la advertencia de que el maestro deba hablar y enseñar y el discípulo callar y escuchar, pero estamos ante la novedad de una relación amorosa, recomendando que los ancianos y los jóvenes se amen.

 

La desaparición del prejuicio contra la instrucción del pueblo es otro de los rasgos del cristianismo. Pero también requiere el sadismo de los golpes: “Cada edad y cada inteligencia deben ser tratados de una manera especial; por esto los niños y los adolescentes o incluso los que no pueden darse cuenta de la gravedad de la excomunión, cuando comenten alguna falta, sean castigados o con ayunos prolongados o con fuertes golpes, de modo que se corrijan” (Regla 30) (Manacorda, 184)

Frente a la edad adulta la infantil se presenta como incapacidad de entender; por eso no se les puede persuadir sino con golpes. Igual que la mujer, el niño es un ser imperfecto en relación al hombre, nos advierte San Cesáreo:

“Hombre es palabra que deriva de virtud y mujer de molicie, o sea de fragilidad”.

Isidoro de Sevilla distingue entre puerilidad (edad tierna y pequeña) de pubertad, que viene de pubis, o sea de las vergüenzas del cuerpo. 185

Este sadismo se manifestaba aún con errores en el canto, ya que por esta falta los niños deben ser golpeados.

Claro que el sadismo no fue inventado en esta época. Ya en la tradición hebrea, Nehemías, al regreso de la cautividad de Babilonia, golpeaba y arrancaba pedagógicamente los cabellos de los niños que ya no hablaban el hebreo.(Manacorda, 186)

… tampoco el sadismo educativo se terminó en nuestros tiempos. En 1955, aún en el Colegio La Salle de Rosario, los más díscolos podían ser fuertemente castigados. A quien esto escribe su maestro, lo levantó literalmente del piso agarrándolo fuertemente de los cabellos. (JCP)

Sin embargo, para evitar grandes abusos, la regla 70 advierte que toda intervención o golpe a personas se dé sólo con la autorización del abad, y somete a la disciplina de la regla a quien golpee sin moderación a los niños.(Manacorda, 186)

Se hablaba propiamente de enseñanza en aquella Regula Magistri que quizás ha sido el modelo principal y donde se dispone que “durante tres horas los niños, en su década, sean instruidos con sus tablillas por un monje letrado, y también los analfabetos adultos, hasta los 50 años deben aprender las letras”. “Estando cada década en un lugar separado bajo las órdenes de los monjes nombrados, unos lean, otros escuchen, enseñen y aprendan las letras, otros mediten (canten) los salmos que le sean propuestos” 186  

Había pues una lectura individual y una lectura común litúrgica. La lectura es sobre todo algo propio del domingo y la cuaresma y es considerada una ocupación normal de los monjes. Una pieza esencial del monasterio es la biblioteca y existía preocupación por aquellos monjes a quienes no les atraía suficientemente la lectura:

“En estos días de Cuaresma, cada uno reciba un códice de la biblioteca, para leer en forma continuada y completamente; tales códices se han de distribuir al inicio de la Cuaresma. Se encargarán uno o dos ancianos, que darán la vuelta al monasterio en las horas en que los monjes se aplican a la lectura, para estar atentos de que no se encuentre algún monje perezoso, el cual pierda el tiempo en el ocio o en charlas y no se aplique a la lectura, y no sólo rehaga inútil a sí mismo, sino que distraiga también a los otros. Si se llegara a encontrar un tipo así, se le debe reprobar … Los domingos se apliquen todos a la lectura, excepto aquellos que están destinados a los diversos oficios. 

Pero si hubiera alguno tan negligente o perezoso que no quisiera o no supiera estar recogido y leer, se le encomiende algún trabajo para que no permanezca en el ocio …”  (Manacorda, 187)

 

En cuanto al modo de la lectura, normalmente se seguía leyendo en alta voz, ya que Benito aconsejaba a quien quisiera leer durante la siesta de la tarde hacerlo sin molestar a los otros. Que se intentaba cambiar el hábito de leer en alta voz lo probaría una advertencia de Isidoro de Sevilla:

“La lectura silenciosa es más aceptable a los sentidos que la que se hace en alta voz. En efecto, la inteligencia se instruye mejor cuando la voz de quien lee se apaga y la lengua se mueve en silencio”. Manacorda comenta: ‘Esto quiere decir que incluso el que leía silenciosamente seguía articulando la lengua’.

Esta distinción no es banal. Aún en nuestra época, cuando las especulaciones sobre la relación pensamiento y lenguaje han alcanzado un desarrollo notable, los conductistas con Watson sostenían que el pensamiento es solamente lenguaje interior y que los músculos de la lengua debían moverse sensible o insensiblemente para producir pensamientos. Luego llegarían los aportes notables de Vygotsky y de Piaget, habitualmente conocidos en nuestro medio en orden inverso a su producción, por el largo ostracismo de las ideas del soviético. También, desde la pedagogía y desde la psicología de la comprensión de textos se discute la importancia relativa de ambos métodos para el aprendizaje: lectura silenciosa o lectura en voz alta.(JCP)

 

En la Regula, las reflexiones más generalizadas sobre la lectura se encuentran allá donde se habla del trabajo manual cotidiano. Se daba importancia a la relación entre trabajo manual y trabajo intelectual, de cuya unidad el ora et labora es un símbolo. En la Regula se dice:

“El ocio es enemigo del alma, por eso los monjes en determinadas horas deben atender al trabajo manual, y en otras horas … a la lectura espiritual. Por eso creemos que los horarios de ambas ocupaciones puedan combinarse …188

El trabajo tiene su motivación moral con la convicción de que el ocio es el padre de todos los vicios, pero sus manifestaciones más concretas, como cosechar las mieses, son motivadas por las necesidades de la vida del monasterio. El trabajo real para la economía del monasterio, el del campo, es confiado a otros, a trabajadores agrícolas, los cuales trabajan en las propiedades del monasterio en las mismas condiciones en que lo harían para los otros patrones, ya sean los sobrevivientes romanos o los bárbaros.

 

La nueva cultura escolástica 190

Considerando las iniciativas educativas del clero secular y del clero regular, se puede decir que han cambiado los contenidos desde los clásicos de la tradición helenístico-romana a los clásicos de la tradición bíblico-evangélica.

La cultura que los cenobios ofrecían a los oblatos y a los monjes, y que las rectorías y obispados ofrecían a los clérigos, era bien poca cosa en comparación con la antigua cultura clásica, aunque fuera edificante: salmos y sagradas escrituras en general, más la ley eclesiástica y alguna fabulosa vida de santo. Esta nueva ‘instrucción concreta’ no podía prescindir de una ‘preparación formal en el leer, escribir y hacer cuentas, aunque a niveles mucho más reducidos que los tradicionales.

 La tradición cultural del mundo clásico conserva sólo un valor instrumental. La hipótesis es que el estudio de la gramática aunque sea a niveles mínimos, sirve para llegar a la comprensión de las sagradas escrituras. El cálculo es un instrumento para medir las estaciones y las horas de la liturgia.

Se piensa que la enseñanza sería a partir del aprendizaje de memoria del nombre de las letras, lo cual era una continuidad de los métodos tradicionales judíos. Pasarían después a deletrear y eventualmente a silabear, antes de llegar a la lectura de los textos. Así, para la escritura se sigue usando el pruductalis, plantilla en la que están trazadas las letras que el muchacho debe reproducir. 

Pero otras veces, tenemos testimonios de un aprendizaje espontáneamente ‘global’ por parte de muchachos que aprenden a leer y a escribir sin conocer el alfabeto o el orden de las letras, limitándose a observar las escrituras o las didascalias con imágenes sacras. 191

En cuanto a la relación pedagógica, había contradicción entre los principios escritos y las costumbres sádicas, así como en la real consideración de la relación trabajo manual o intelectual (ora et labora).

Contra la cultura clásica

Al constituirse las escuelas cristianas, la polémica contra la cultura clásica se renueva para llegar a una desaparición temporal de la misma (‘un eclesiástico no debe leer los libros de los gentiles; lea los de los heréticos sólo por exigencias de los tiempos’), aunque Casiodoro en la corte de Teodorico luego intenta reconciliar ambas tradiciones.192 Pero aún para Casiodoro:

“las artes liberales se deben aprender solamente para poder entender más sutilmente las palabras divinas, gracias a la instrucción que hay en ellas”.193

 

El papa Gregorio I fue el más tenaz adversario de la cultura clásica. Para él es indigno de un cristiano preocuparse de la elegancia de sus escritos o el enseñar gramática, o sea la lectura de autores antiguos.

En este momento se registra una fractura histórica profunda: el mundo helenístico-romano casi desaparece de Occidente; los contactos con lo que queda del imperio romano-bizantino son mínimos; en Italia la invasión Longobarda marca una ruptura más profunda y abre un surco entre los dos pueblos que conviven sobre la misma tierra. 

Italia, cuya población reducida terriblemente se ha empobrecido y barbarizado, ya no será durante los dos siglos siguientes un centro sobreviviente de la cultura. Estos centros serán otros, en los confines del imperio, sobre todo en Bretaña y en Irlanda, desde donde la cultura llegará de nuevo a irradiarse hacia nosotros.

Es una cultura nueva, ahora ya totalmente ‘medieval’ y cristiana. Ciertamente, con la lengua latina, se quiera o no se quiera, se heredan infinitas reminiscencias de las tradiciones clásicas.194

En la elaboración de esta nueva cultura, es característica la asunción, como patrimonio cultural propio, de los textos bíblicos, prosiguiendo su expansión entre los pueblos más alejados. 

Tiene mucha importancia el modo de leer las escrituras y la organización de las diversas disciplinas en un todo coherente.

Los cristianos y, digamos también, los celtas o los anglos convertidos, no pueden leer el Antiguo Testamento del mismo modo en que lo leen los hebreos: y para que no sea la genealogía de un pueblo remoto, se les recubre de un sentido nuevo, más de acuerdo con las tradiciones propias, como en el ejemplo de los druidas-celtas.

Igualmente es de gran importancia la definitiva sistematización de las ciencias o disciplinas. Es una herencia greco-romana con sus 7 artes liberales. Estas artes serán en esta época definidas con los nombres de quadrivium y trivium. 

Son vías por donde viaja el que va en busca de conocimientos:

v      El nombre de Trivium (gramática, dialéctica, retórica) empezó a usarse como un curriculum previo al Quadrivium, aunque el nombre Quadrivium fuera conocido previamente.

v      Las 4 vías quadrivium (nombre dado por Boecio) de los que hoy llamamos ‘ciencias’ son la aritmética, la geometría, astronomía y música. Definiendo en esta época la filosofía como el conjunto de la cultura, el quadrivium es una introducción a la Filosofía.

Insistimos: las materias que se incluían en Trivium y Quadrivium no eran exactamente las mismas en todas las épocas ni en todos los sitios.

 Si bien la gramática era constante, a veces se incluía la lógica, reemplazando a la dialéctica o la retórica, seguramente bajo la influencia de las disputas que se registraban entre dialécticos y retóricos desde la época de los griegos.

Las sagradas escrituras se añaden al vértice de esta tradicional enciclopedia pagana. Pero no hubo total acuerdo sobre esta sistematización de las disciplinas, ni siempre los mismos nombres significaron la misma cosa. Las interpretaciones sobre el significado de las disciplinas fueron causa de una larga división entre la iglesia romana y la iglesia céltica.

Sobre cómo se usaba el cálculo, hay un histórico texto de Beda que habla de la flexión de los dedos:

“Disponiéndonos a hablar, con la ayuda de Dios, del cálculo del tiempo, considero necesario mostrar antes que todo la utilísima y rapidísima habilidad de contar con los dedos, ya sea para hacer más fácil el contar, ya para pasar a calcular la serie de los tiempos, preparando mejor el ingenio de quien lee …

“Cuando dices uno, doblando el meñique de la mano izquierda, lo apoyarás sobre la palma de la mano. Cuando dices dos, te apoyarás doblando el anular. Cuando dices 3, doblarás igualmente el medio. Cuando dices 4 enderezarás el meñique”

Con este sistema, usando la mano izquierda, la derecha o ambas, y apoyando el cuerpo de distintas maneras, se podían indicar todos los números hasta 900.000.

Escuelas canónicas ciudadanas

Junto a esta reelaboración cultural, otra revolución se está llevando a cabo, permitiendo que el acceso a la instrucción se amplíe, para incluir a los niños de clases subalternas, antes excluidos. Si las parroquias y los cenobios son la nueva escuela y los presbíteros y los priores fratres los nuevos maestros, a la escuela ya no van los hijos de centuriones, sin niños de origen humilde, y a menudo esclavos de ultramar. Es la nueva actitud cristiana de apertura a todos en cuanto a educación (sobre todo sirviendo a la aculturación).

Los muchachos o adolescentes que se encuentran en el clero empiezan a ser alojados en una estancia del atrio, de manera que pasen esos años en las disciplinas eclesiásticas, evitando la lujuria, confiados a un anciano muy venerable, que sea maestro de doctrina y ejemplo de vida. Las sucesivas reglas monásticas seguirán estas prescripciones.

Esto configura una verdadera escuela en la parroquia. Sus alumnos acceden a través de un reclutamiento dentro de la organización eclesiástica:

“El concilio del año 638 prescribe que los muchachos cuyos padres han recibido un título de libertad, sean aceptados en la iglesia a quien deben obsequio, a fin de ser instruidos. (Manacorda, 200)

Lo mismo es enfatizado por el concilio de Mérida del año 666. Se unía la utilidad del párroco y la seguridad para la iglesia de que no faltaran sacerdotes que además debían tener un proceso de educación, porque el nivel de instrucción era evidentemente muy bajo. Dada la ignorancia y quizás también la escasez de sacerdotes, se ha de procurar su instrucción creando verdaderas escuelas en las parroquias, reclutando libertos, para que fueran al mismo tiempo clérigos y siervos. Un poco como sucedía y sucederá en la relación de aprendizaje artesanal, en la cual todo maestro se procura un muchacho aprendiz.

Estamos hablando de escuelas canónicas, del clero secular, episcopales, instituidas en las iglesias de las ciudades. Son diferentes de las cenobíticas de aislamiento, para los monjes.

 Existían reglas para evitar el pecado:

“Es necesario que los rectores … cuiden que los niños y los adolescentes que se alimentan y se instruyen en la congregación … estén sometidos bajo el yugo de la disciplina eclesiástica, de manera tal que en su edad lasciva y propensa a pecar no puedan tener ocasión de caer en pecado …” (Manacorda, 201)

 

Época carolingia

(La figura representa al emperador Carlomagno (tomada de Wikipedia)

Escuela entre papado e imperio

Los francos habían adoptado la religión cristiana. Con la dinastía carolingia la ortodoxia es mayúscula. Carlomagno hará crecer la adherencia al cristianismo sin pausas ni contemplaciones. Es el representante más conspicuo de una nueva síntesis de las culturas romano-cristiana y bárbaro-germánicas. Cada una de estas síntesis, a su vez, es expresión de contradicciones, de luchas hegemónicas entre diferentes culturas (como es el caso de los romanos y los cristianos) o de diferentes tribus bárbaras germánicas que confluyen en los francos.

Carlomagno hereda el trono carolingio inaugurado por su padre, quien a su vez había desplazado a los merovingios. Desde el ascenso de Carlomagno, en la segunda mitad del siglo VIII el nuevo rey consolidará su posición a través de sucesivas conquistas territoriales, alianzas matrimoniales (su primera esposa es hija del rey lombardo) unificación religiosa bajo el signo del cristianismo, logrado con la fuerza de las armas y la bendición papal. A su vez propicia un  florecimiento cultural, atrayendo en su corte a numerosos intelectuales de todos los confines del imperio en expansión. Dice Marrou que “el largo crepúsculo italiano da la mano al alba céltica” asumiendo seguramente que entre todas las culturas y etnias asimiladas no pasaría desapercibida la herencia de los primeros celtas, aunque éstos estaban dispersos en el continente, con su cultura sumergida o quizás emergiendo en historias que los triunfadores germánicos asimilaban sensible o insensiblemente. De los celtas, que se cuentan entre los primeros habitantes de Europa, sólo quedan restos dispersos o híbridos – como los celtíberos en España, ya asimilados por los visigodos y luego por los moros – o los reductos más definidos pero aislados del limite Norte y Este de Europa, desde Escocia, Irlanda, Wales, Galicia.

Los ilustres monjes que atrae Carlomagno, entre los cuales sobresale Alcuino de York, se constituirá el Sacrum Imperium, y ellos serán los inspiradores de la política cultural y educativa de la Renovación. En este Sacro Imperio, guerreros e intelectuales son soportes y gestores del poder estatal.

El Estado actúa en nombre de la Iglesia y su acción educativa se ejerce a través de la Iglesia. La instrucción en general, y la formación del clero en particular, es confiada exclusivamente al orden clerical, pero éste forma parte del Estado. Son decisiones del Estado que la Iglesia mediatiza. Podríamos pensar que es lo inverso de lo que ocurre en el frente de batalla, que las ideas de la iglesia se cumplen con el rigor de las armas del Estado.

Los documentos del nuevo Estado se refieren expresamente a esta nueva política de confluencia de Estado e Iglesia. En una Epistola, del año 787 (Epistula de litteris colends) dirigida a Baugulfo, Abad de Fulda, ya se dice que los eclesiásticos deben dedicarse a la enseñanza, no olvidando los estudios literarios, pues cuanto más plenamente se haya instruido en el magisterio de las letras, mejor se comprenderán espiritualmente los misterios de las escrituras.

Después de las disputas bizantinas y luego de la censura de la cultura clásica por parte de papas como Gregorio, en esta Renovación carolingia la cultura clásica vuelve a ponerse en primer plano, con una salvedad: “siempre que se tome para usos mejores”. (Manacorda, 206)

El Estado cuida la preparación profesional de sacerdotes, dado que se trataba precisamente de una función de gobierno. La sede de aquella instrucción de religiosos será el obispado, bajo la atención del Estado. Los propios concilios eclesiásticos en Francia, como los de Chalons y Tours en 813 (época de Carlomagno) apelarán a lo que ‘el emperador ha decidido’.

Sin embargo, surge ya un cierto conflicto entre Estado e Iglesia, quizás expresión de contradicciones que en una época no podían hacerse manifiestas. Existían diferentes puntos de vista con respecto a la educación de niños laicos: existe una preocupación evidentemente política para que se eduque a estos niños que no están destinados a la vida religiosa, pidiendo para ellos una mayor instrucción hacerlos participar de la cultura y la sociedad. Carlomagno ordena: “Los padres manden a sus propios hijos a un convento o a la parroquia para que aprendan el Pater o el Credo, a poder ser en su propio dialecto”. (Manacorda, 206-207)

Más tarde, el nuevo emperador, recomienda que en los monasterios se vuelva a restringir la educación – la admisión en la escuela – a los oblatos. Pero ya empezaban a aparecer escuelas públicas del Estado, de manera que se empieza a generalizar la idea de liberar a la iglesia de la educación de otros miembros del pueblo; ello se posibilita por la creación de escuelas en los lugares más importantes del imperio. Pero, dice Manacorda, esta política se modificará pronto y radicalmente, pretendiendo volver a ejercer el control de toda iniciativa en educación.

Pero, si el papado romano vuelve a ocuparse de estos temas, es especialmente porque le interesa la formación de los clérigos.

Parece que existen en este momento, instituciones educativas diversas. La primera es una escuela de estado para los laicos, en algunas de las mayores ciudades; la segunda es una escuela eclesiástica, que a nivel parroquial estaba abierta a los laicos y a nivel episcopal estaba reservada a la formación de los clérigos; la tercera en los monasterios, reservada generalmente a los oblatos, sin estar absolutamente cerrada a los laicos. En general, los laicos que frecuentarán las escuelas cenobiales serán nobles aspirantes a la carrera eclesiástica.209  

Así pues, entre finales del siglo VIII y la mitad del siglo IX, Carlomagno y sus sucesores por una parte, y los papas definieron un nuevo derecho escolástico. Se crearon las bases para la instrucción profesional del clero en las sedes episcopales y cenobiales y también para un mínimo de adoctrinamiento religioso de los laicos en las parroquias y eventualmente en los monasterios.

Experiencias de vida en una escuela cenobial (relato de un protagonista) 209 la didáctica, aprendizaje global de la lectura, el latín y el alemán, enseñanza mutua, catequística y mnemotécnica211, salmos bíblicos, educación física y guerrera212 educación de los bárbaros y su rechazo a la escuela y a los castigos.

GLOSARIO

Ascetismo. Ver  http://www.filosofia.org/enc/eha/e020793.htm

Beda. El ‘venerable’. Máximo exponente de la cultura anglosajona del siglo VIII (672-735) y fundador de la cultura cristiana anglosajona. Buena parte de su vida la pasó en el monasterio de Jarrow donde escribió, enseñó y estudió. Se interesó por la filosofía, la historia, las ciencias naturales y la investigación sobre patrística. En sus trabajos podemos advertir influencia de San Isidoro, ordenando la cultura al servicio de la fe. http://www.artehistoria.com/frames.htm?http://www.artehistoria.com/historia/personajes/4779.htm

Benedictino. Monje que pertenece a la orden fundada por san Benito de Nursia en siglo VI, la cual alcanzó gran importancia especialmente en la Edad Media, en que sus monasterios fueron casi el único asilo de la cultura europea. La orden, en su larga vida, se ha dividido en ramas y congregaciones. (Vox)

Clérigos. Clero.  Religiosos que se separaban del pueblo (En latín cleros = separado) y adquirían un compromiso como diáconos, presbíteros, monjes o monjas. Su estilo de vida se distinguía con el uso de un “hábito” del de los laicos (pertenecientes al pueblo). Entre los clérigos se distingue el clero secular y el regular.

Clero Regular. Compuesto por monjas y frailes que vivían en conventos o monasterios bajo la disciplina de la orden a la que pertenecían. Viven en un convento, bajo una regla de vida muy específica  (“regula” = regla). Se establecieron en América con el propósito de adoctrinar en la fe católica a los naturales. Los frailes regulares -franciscanos, dominicos, agustinos, dieguinos, carmelitas, mercedarios, jesuitas, filipenses, juaninos, hipólitos y betlemitas- inicialmente no estaban sometidos al control de los obispos, pero en el siglo XVII se ordenó la secularización de las parroquias indígenas administradas por las órdenes religiosas y se prohibieron los bienes raíces de éstas en los "pueblos de indígenas". http://www.agn.gob.mx/archivos/24.html

Clero Secular. Constituido por sacerdotes católicos no sujetos a votos religiosos ni a reglas de instituto religioso o monacal. Ellos no están bajo un reglamento sino que dependen del Obispo, viven en el mundo y la realidad terrenal ‘van con el siglo’; tienen su casa y su vida al lado del pueblo. También es llamado clero diocesano, encargado de administrar las parroquias adscritas a los obispados o diócesis, cuyo titular era el obispo, quien ejercía jurisdicción sobre el Clero Secular, con la colaboración del Cabildo Eclesiástico, encargado del gobierno de la diócesis durante la vacante del obispo. http://www.agn.gob.mx/archivos/24.html

Cenobial o cenobítica. Se refiere a las instituciones que congregaban a monjes, sacerdotes regulares que se aislaban del mundo de las ciudades y elegían una vida de aislamiento, aunque en comunidad sacerdotal.

Destrucción del templo de Jerusalén y diáspora judía. La destrucción del templo de Jerusalén ocurre en el año 70 por los romanos. Cuando Tito regresa en la primavera del año 71 con sus tropas victoriosas a Roma y celebra su marcha triunfal, su padre, el emperador Vespasiano, dio orden de conservar la memoria del trascendental acontecimiento para la posteridad mediante la construcción de un arco de triunfo. El arco de Tito se decoró en su parte interior con relieves que representaban los puntos culminantes del triunfo: los prisioneros judíos y los vencedores romanos, pero especialmente el rico botín que habían hecho las tropas. Sobre el carro de triunfo romano oscilaba tanto el arca de la Alianza como el candelabro de siete brazos y otros objetos del destruido templo. Luego los judíos se reorganizan pero son vencidos definitivamente, entre 132-135: son asesinados o esclavizados y otros abandonan Israel en todas direcciones: será la diáspora que los mantendrá sin patria hasta el siglo XX. Recuperado 12.5.2009 del sitio en internet:   http://www.editorialbitacora.com/armagedon/diaspora/diaspora.htm

Didascalia. Instrucciones dadas por el autor a sus intérpretes ( por ejemplo, en el teatro griego ). Por extensión, en su empleo moderno : acotaciones. En el teatro griego, el autor mismo es a menudo director y actor, de modo que las indicaciones sobre la forma de actuar son inútiles y por ello están totalmente ausentes del manuscrito . Las didascalias contienen más bien informaciones sobre las obras , sus fechas y lugar de composición y representación, el resultado de certámenes dramáticos, etc. En las didascalias están tan ausentes las acotaciones concretas sobre la manera de actuar, que no se sabe claramente quién pronuncia las réplicas cuando éstas aparecen recortadas por un trazo distintivo. Más tarde, con los latinos, consisten en una breve indicación acerca de la obra, y en una lista de dramatis personae. El término acotación parece más apto para describir, en el curso de la historia del teatro, el papel metalingüístico de este “texto secundario ” .

Edad Media (EM). Se consideran varios períodos. La Alta Edad Media desde el siglo V al X, la Plena EM desde el XI al XIII y la Baja EM desde el XIV al XV. Previamente se acostumbra estudiar un período llamado Tardo Antiguo (tiempo en el que Occidente aprecia los efectos de la crisis y la degradación del Imperio Romano). En el sitio de la Biblioteca Virtual Cervantes “La Historia Medieval a través de los textos”, se encuentran documentos originales del período.    http://www.cervantesvirtual.com/historia/textos/medieval/alta_edad_media.shtml . Ver también Manacorda, Bowen, Bajtin y otros en blog de la cátedra.

Godos. El tema de la Educación entre los godos tiene poco desarrollo y es probable que sus tradiciones fueran especialmente de transmisión funcional en el hogar, en la comunidad, en el campo donde trabajaban como pastores. Sin embargo, hay un interesante relato sobre la forma en la cual coexistían tendencias modernizantes o romanizantes junto a otras de tipo tradicional que intentaban mantener la cultura de los godos. Ver Educación física y guerrera (Manacorda, 212)

Gregorio I. Este Papa, también conocido como San Gregorio I Magno (c 540-604) es a la vez uno de los Padres de la Iglesia y Doctor de la Iglesia. También fue el primer monje en alcanzar la dignidad pontificia, y probablemente la figura definitoria de la posición medieval del papado como poder separado del Imperio Romano. Gregorio es autor de una Regula pastoralis, manual de moral y de predicación destinado a los obispos. En el año 600 d. C. ordenó que se recopilaran los escritos de los cánticos o himnos cristianos primitivos (conocidos también como Antífonas, Salmos o Himnos); dichas liturgias de alabanza a Dios eran celebradas en las antiguas catacumbas de Roma ya en el año 52 d. C., iniciadas por Simón Pedro. Luego de esta reconstrucción llegarían a ser conocidos como canto gregoriano, mucho más tarde reconocidos como canto oficial de la iglesia católica. 

Iglesia céltica. Ver Floreal H. Forni, Luis A. Cárdenas, Fortunato Mallimaci (2003):  ‘guía de la diversidad religiosa de Buenos Aires’ Publicado por Editorial Biblos. Reproducido parcilmente en Googlo libros en sitio: http://books.google.com.ar/books?id=76xbPBRe95IC&pg=PA170&lpg=PA170&dq=iglesia+romana+y+céltica&source=bl&ots=JETqybwxAd&sig=xaiElGKIHn04m7_FiVtHy3eQGNU&hl=es&ei=sIsNSubgHM2VlAeU44mRCA&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=5#PPA170,M1 pág 170

Midrash. Palabra hebrea referida a un método para exégesis del texto bíblico. También se refiere a una manera de interpretar un versículo bíblico. Tradicionalmente, la comprensión del texto bíblico en el Judaísmo es dividida entre peshat (significado directo), remez (indicaciones o sugestiones), derash (exegesis) y sod (mística). El Midrash se concentra en remez y especialmente en derash http://en.wikipedia.org/wiki/Midrash

Monaquismo. El monaquismo apareció por vez primera en Oriente, tomando gran fuerza en Egipto en el siglo IV, donde desarrolló sus dos grandes tendencias: la anacoreta y la cenobítica. La constitución de la regla de san Basilio Magno (360) sirvió para unificar en gran medida el cenobitismo en toda la cristiandad oriental, que en tiempos de Teodosio experimentaría una enorme expansión. En Occidente el movimiento monástico fue algo más tardío, aunque las causas del mismo serían en gran parte iguales a las del oriental. Ver: http://www.artehistoria.com/frames.htm?http://www.artehistoria.com/historia/contextos/799.htm

Oblati (= ofrecidos) oblatos en una mala adaptación del latín al castellano.

Regulae Sancti Benedicti. Pueden leerse en latín en: http://www.bences.hu/lelki/regula/l_regula/l_regula.html . Existe un discurso de Juan Pablo II acerca de San Benedicto en donde aparece la versión oficial de la iglesia http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-ii_apl_11071980_sanctorum-altrix_sp.html

Bibliografía

Manacorda, Mario Alighiero (1987): Historia de la Educación: de la Antigüedad al 1500, Traducido por Miguel Martí (608 páginas). Barcelona / México: Siglo XXI /Galache. Cap. 4: La Educación en la Alta Edad Media (pp 173-218). Cap. 5: La educación en la Baja Edad Media (pp 219-262). Cap VI: La educación en los siglos XIV y XV. Ubicación en la web (Biblioteca Google): http://books.google.com/books?id=oXVf7kQ84HEC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_book_other_versions_r&cad=1_2

Manacorda, Mario Alighiero (1992): Historia de la Educación 2. Del 1500 a nuestros días. Traducido por Miguel Martí. Barcelona /México: Siglo XXI. Cap XI: Hacia el año dos mil: La primera mitad del siglo XX, pp 487-524, Cap XII: La segunda mitad del siglo XX, pp 525-560 Ubicación en la web (Google libros): http://books.google.com.ar/books?id=jp8R98ru11IC&printsec=frontcover&source=gbs_summary_r&cad=0#PPA301,M1

MANACORDA, Mario Alighiero (1987): Historia de la Educación 1. De la Antigüedad al 1500. México: Galache / Barcelona: Siglo XXI. cap IV: La educación en la Alta Edad Media, pp 173-218. Para un resumen completo de los dos tomos realizado por M. González García, ver: http://www.universidadabierta.edu.mx/SerEst/Apuntes/GonzalezMaribel_HistoriaEducacion.htm