Cuando en la pascua de 1900 Elias Stadiatos y otros buscadores de esponjas decidieron bucear en las costas de Anticitera, isla diminuta situada a medio camino entre Creta y el Peloponeso, donde se habían refugiado de una tormenta, se llevaron la sorpresa de su vida: no sólo descubrieron un tesoro incalculable de bellísimas esculturas, joyas, armas y muebles de la antigua civilización griega, sino también un enigmático artefacto de bronce que sólo ahora los científicos están terminando de descifrar.
Tras más de medio siglo en el que no atrajo mucha atención y de décadas de investigaciones internacionales, hoy se sabe que el mecanismo de Anticitera, dispositivo que data de alrededor de 150 años antes de la era cristiana, no sólo es una maravilla de ingenio tecnológico y elegancia conceptual que permitía calcular los movimientos de la Luna , el Sol y los cinco planetas conocidos en la época, además de los eclipses y hasta los años en que había juegos olímpicos, sino que podría revolucionar mucho de lo que se daba por cierto sobre el origen de las ideas astronómicas que rigieron nuestra visión del universo durante siglos.
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