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HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Seminario optativo de la Maestría en Educación Universitaria

01 septiembre, 2009

Monteagudo (Pacho O'Donnell)


Es noche estrellada en Lima. De la Casa de Gobierno sale alguien y se dirige con paso vivo hacia donde lo espera su amante, Juana Salguero.|
-Cuídate, Bernardo, son muchos los que le odian y desean tu muerte- le había dicho ella, afligida.
Es un hombre esbelto, de porte atlético, casi alto, de perfil clásico, tez algo oscura y mirada incendiada. Su éxito con las mujeres es fama extendida por toda América.
También su talante de político y escritor.
Uno de sus biógrafos, De Vedia y Mitre, así lo describía: "Cualquiera que analice su personalidad hallará que está fuera de cuestión, aun para sus detractores: 1°) su inteligencia superior; 2°) su capacidad intelectual; 3°) su excepcional cultura para el medio y para la época; 4°) su lealtad a la causa revolucionaria; 5°) que habiendo sido puesto en prisión innumerables veces desde la iniciación revolucionaria, jamás lo fue por causas delictivas".
Su vestimenta era, coma siempre, muy elegante: chaqueta de terciopelo, prendedor dé zafiro y diamantes sobre su corbatín de seda, zapatos charolados, capa negra que bailaba airosamente en cada uno de sus pasos por la calle de Belén.
De pronto, hasta entonces invisibles por la oscuridad que no horadaba la luz de gas, surgieron dos sombras que se le echaron encima. Uno de los asaltantes, de indisimulable aspecto indígena, lo sujetó por los brazos mientras el otro, un negro inmenso de labios gruesos y ojos amarillentos, apoyándole su mano izquierda sobre la boca le asestó con la otra una terrible puñalada partiéndole el corazón.
-Vaya por las que ha hecho -se escuchó.
Los asesinos huyen apresuradamente, casi sin hacer ruido sobre el empedrado brillante de humedad nocturna. Monteagudo, que pocas semanas antes había cumplido sus treinta y cinco años, se derrumba lentamente deslizándose contra la pared que chirría rasguñada por el acero del puñal que le sobresale de la espalda. Extrañamente silencioso, sin gritar de dolor ni de auxilio, se desangra inconteniblemente hasta la muerte.
La obra completa se encuentra disponible On-Line en el link indicado