“De la inmigración como medio de progreso y de cultura para la América del Sud. Medios de fomentar la inmigración. Tratados extranjeros. La inmigración espontánea y no artificial. Tolerancia religiosa. Ferrocarriles. Franquicias. Libre navegación fluvial” [1]
En: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina
Juan Bautista Alberdi.
Figura: Alberdi en su madurez, Tomado de:
En: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina
Juan Bautista Alberdi.
Figura: Alberdi en su madurez, Tomado de:
¿En qué forma vendrá en lo futuro el espíritu vivificante de la civilización europea a nuestro suelo? Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe. Cada europeo que viene a nuestras playas nos trae más civilización en sus hábitos que luego comunica a nuestros habitantes, que muchos libros de filosofía.
¿Queremos que los hábitos de orden, de disciplina y de industria prevalezcan en nuestra América? Llenémosla de gente que posea esos hábitos. Este es el medio único de que América, hoy desierta, llegue a ser un mundo opulento en poco tiempo. Si queremos ver agrandados nuestros Estados en corto tiempo, traigamos de fuera sus elementos ya formados y preparados.
Aviso importante a los hombres de Estado sudamericanos: las escuelas primarias, los liceos, las universidades, son por sí solos, pobrísimos medios de adelanto, sin las grandes empresas de producción, hijas de las grandes porciones de hombres.
Se hace este argumento: educando a nuestras masas, tendremos orden; teniendo orden vendrá la población de afuera. No tendréis orden ni educación popular sino por el influjo de masas introducidas con hábitos arraigados de ese orden y buena educación.
¿Cómo conseguir todo esto?
Tratados extranjeros. Firmad tratados con el extranjero en que deis garantías de que sus derechos naturales de propiedad, de libertad civil, de seguridad, de adquisición y de tránsito les serán respetados. Esos tratados serán la más bella parte de la Constitución; la parte exterior, que es la llave del progreso.
Plan de inmigración. La inmigración espontánea es la verdadera y grande inmigración. Nuestros gobiernos deben provocarla, por el sistema grande, largo y desinteresado, por la libertad prodigada por franquicias que hagan olvidar su condición de extranjero, persuadiéndolo de que habita su patria; facilitando, sin medida ni regla, todas las miras legítimas, todas las tendencias útiles.
Tolerancia religiosa. Si queréis pobladores morales, y religiosos, no fomentéis el ateísmo. Si queréis familias que formen las costumbres privadas, respetad su altar a cada creencia. La América española, reducida al catolicismo con exclusión de otro culto, representa un solitario y silencioso convento de monjes. El dilema es fatal: o católica exclusivamente y despoblada; o poblada y próspera, y tolerante en materia de religión.
Inmigración mediterránea. Hasta aquí la inmigración europea ha quedado en los pueblos de la costa y de ahí la superioridad del litoral de América, en cultura, sobre los pueblos de tierra adentro. El medio más eficaz de elevar la capacidad y cultura de nuestros pueblos de situación mediterránea a la altura y capacidad de las ciudades marítimas es aproximarlos a la costa, mediante un sistema de vías de transporte grande y liberal, que los ponga al alcance de la acción civilizadora de Europa.
Los grandes medios de introducir Europa en los países interiores son el ferrocarril, la libre navegación interior y la libertad comercial. La riqueza, como la población, como la cultura, es imposible donde los medios de comunicación son difíciles, pequeños y costosos.
Ferrocarriles. Es preciso traer las capitales a las costas, o bien llevar el litoral al interior del continente. El ferrocarril y el telégrafo, que con la supresión del espacio, obran. El ferrocarril innova, reforma y cambia las cosas más difíciles, sin decretos ni asonadas.
Sin el ferrocarril, no tendréis unidad política en países donde la distancia hace imposible la acción del poder central. La unidad política debe empezar por la unidad territorial, y sólo el ferrocarril puede hacer de los parajes separados por quinientas leguas un paraje único.
Franquicias y privilegios. Proteged al mismo tiempo empresas particulares para la construcción de ferrocarriles. Colmadlas de ventajas, de privilegios, de todo el favor imaginable, sin deteneros en medios. Los caminos de fierro son en este siglo lo que los conventos eran en la Edad Media; cada época tiene sus agentes de cultura.
Dejad que los tesoros como los hombres de afuera se domicilien en nuestro suelo. Rodead de inmunidad y de privilegios el tesoro extranjero para que se naturalice entre nosotros. Esta América necesita de capitales tanto como de población. El inmigrante sin dinero es un soldado sin armas.
Navegación interior. Los grandes ríos son otro medio de internar la acción civilizadora de Europa. Pero los ríos que no navegan son como si no existieran. Es necesario entregarlos a la ley de los mares, es decir a la libertad absoluta. No más exclusivismo en nombre de la patria.
Nuevos destinos de la América mediterránea. Los Estados no se han hecho para las aduanas, sino éstas para los Estados. Si queréis que el comercio pueble nuestros desiertos, no matéis el tráfico con las aduanas interiores. La aduana es la prohibición; es un impuesto que debiera borrarse de las rentas sudamericanas. Es un impuesto que gravita sobre la civilización y el progreso de estos países, cuyos elementos le vienen de afuera.
No temáis tampoco que la nacionalidad se comprometa por la acumulación de extranjeros, ni que desaparezca el tipo nacional. Mucha sangre extranjera ha corrido en defensa de la independencia americana. No temáis, pues, a la confusión de razas y de lenguas. El emigrado es como el colono: deja la madre patria por la patria de su adopción.
Abrir sus puertas de par en par a la entrada majestuosa del mundo; sin discutir si es por concesión o por derecho.
[1] Selección de textos: Noelia Carena
¿Queremos que los hábitos de orden, de disciplina y de industria prevalezcan en nuestra América? Llenémosla de gente que posea esos hábitos. Este es el medio único de que América, hoy desierta, llegue a ser un mundo opulento en poco tiempo. Si queremos ver agrandados nuestros Estados en corto tiempo, traigamos de fuera sus elementos ya formados y preparados.
Aviso importante a los hombres de Estado sudamericanos: las escuelas primarias, los liceos, las universidades, son por sí solos, pobrísimos medios de adelanto, sin las grandes empresas de producción, hijas de las grandes porciones de hombres.
Se hace este argumento: educando a nuestras masas, tendremos orden; teniendo orden vendrá la población de afuera. No tendréis orden ni educación popular sino por el influjo de masas introducidas con hábitos arraigados de ese orden y buena educación.
¿Cómo conseguir todo esto?
Tratados extranjeros. Firmad tratados con el extranjero en que deis garantías de que sus derechos naturales de propiedad, de libertad civil, de seguridad, de adquisición y de tránsito les serán respetados. Esos tratados serán la más bella parte de la Constitución; la parte exterior, que es la llave del progreso.
Plan de inmigración. La inmigración espontánea es la verdadera y grande inmigración. Nuestros gobiernos deben provocarla, por el sistema grande, largo y desinteresado, por la libertad prodigada por franquicias que hagan olvidar su condición de extranjero, persuadiéndolo de que habita su patria; facilitando, sin medida ni regla, todas las miras legítimas, todas las tendencias útiles.
Tolerancia religiosa. Si queréis pobladores morales, y religiosos, no fomentéis el ateísmo. Si queréis familias que formen las costumbres privadas, respetad su altar a cada creencia. La América española, reducida al catolicismo con exclusión de otro culto, representa un solitario y silencioso convento de monjes. El dilema es fatal: o católica exclusivamente y despoblada; o poblada y próspera, y tolerante en materia de religión.
Inmigración mediterránea. Hasta aquí la inmigración europea ha quedado en los pueblos de la costa y de ahí la superioridad del litoral de América, en cultura, sobre los pueblos de tierra adentro. El medio más eficaz de elevar la capacidad y cultura de nuestros pueblos de situación mediterránea a la altura y capacidad de las ciudades marítimas es aproximarlos a la costa, mediante un sistema de vías de transporte grande y liberal, que los ponga al alcance de la acción civilizadora de Europa.
Los grandes medios de introducir Europa en los países interiores son el ferrocarril, la libre navegación interior y la libertad comercial. La riqueza, como la población, como la cultura, es imposible donde los medios de comunicación son difíciles, pequeños y costosos.
Ferrocarriles. Es preciso traer las capitales a las costas, o bien llevar el litoral al interior del continente. El ferrocarril y el telégrafo, que con la supresión del espacio, obran. El ferrocarril innova, reforma y cambia las cosas más difíciles, sin decretos ni asonadas.
Sin el ferrocarril, no tendréis unidad política en países donde la distancia hace imposible la acción del poder central. La unidad política debe empezar por la unidad territorial, y sólo el ferrocarril puede hacer de los parajes separados por quinientas leguas un paraje único.
Franquicias y privilegios. Proteged al mismo tiempo empresas particulares para la construcción de ferrocarriles. Colmadlas de ventajas, de privilegios, de todo el favor imaginable, sin deteneros en medios. Los caminos de fierro son en este siglo lo que los conventos eran en la Edad Media; cada época tiene sus agentes de cultura.
Dejad que los tesoros como los hombres de afuera se domicilien en nuestro suelo. Rodead de inmunidad y de privilegios el tesoro extranjero para que se naturalice entre nosotros. Esta América necesita de capitales tanto como de población. El inmigrante sin dinero es un soldado sin armas.
Navegación interior. Los grandes ríos son otro medio de internar la acción civilizadora de Europa. Pero los ríos que no navegan son como si no existieran. Es necesario entregarlos a la ley de los mares, es decir a la libertad absoluta. No más exclusivismo en nombre de la patria.
Nuevos destinos de la América mediterránea. Los Estados no se han hecho para las aduanas, sino éstas para los Estados. Si queréis que el comercio pueble nuestros desiertos, no matéis el tráfico con las aduanas interiores. La aduana es la prohibición; es un impuesto que debiera borrarse de las rentas sudamericanas. Es un impuesto que gravita sobre la civilización y el progreso de estos países, cuyos elementos le vienen de afuera.
No temáis tampoco que la nacionalidad se comprometa por la acumulación de extranjeros, ni que desaparezca el tipo nacional. Mucha sangre extranjera ha corrido en defensa de la independencia americana. No temáis, pues, a la confusión de razas y de lenguas. El emigrado es como el colono: deja la madre patria por la patria de su adopción.
Abrir sus puertas de par en par a la entrada majestuosa del mundo; sin discutir si es por concesión o por derecho.
[1] Selección de textos: Noelia Carena