“En la vida hay conocimientos que se buscan y conocimientos que se encuentran.
Los conocimientos que se buscan suelen ser técnicos o eruditos. Normalmente se adquieren poco a poco con una presunción previa de lo que vendrá. Claro que también puede tratarse de asuntos emocionales e íntimos. Pero, aun en estos casos, los conocimientos que se buscan suelen ser un desarrollo de la propia vida. Añaden, no restan. Aportan datos, memorias y vivencias. Acumulan.
Los conocimientos que se encuentran, por el contrario, suelen amputar una parte de ti. Por lo pronto, te roban la inocencia. Tú estabas tan tranquilo, ignorante feliz de tu ignorancia, cuando, zas, te atrapa una novedad, una maldita sabiduría a la que no aspirabas. Por lo general, una revelación es eso: un fogonazo de insoportable claridad, un rayo de realidad que te cae encima. Una luz despiadada bajo la que descubres que lo que antes para ti eran paisajes no son más que forillos, y que has vivido un teatro creyendo que era vida; de modo que has de recolocar tu pasado, reescribir de nuevo tu memoria y perdonarte a ti mismo por tanta estupidez y tan feroz ceguera. Para bien o para mal nada sigue igual tras una revelación como es debido”
Los conocimientos que se buscan suelen ser técnicos o eruditos. Normalmente se adquieren poco a poco con una presunción previa de lo que vendrá. Claro que también puede tratarse de asuntos emocionales e íntimos. Pero, aun en estos casos, los conocimientos que se buscan suelen ser un desarrollo de la propia vida. Añaden, no restan. Aportan datos, memorias y vivencias. Acumulan.
Los conocimientos que se encuentran, por el contrario, suelen amputar una parte de ti. Por lo pronto, te roban la inocencia. Tú estabas tan tranquilo, ignorante feliz de tu ignorancia, cuando, zas, te atrapa una novedad, una maldita sabiduría a la que no aspirabas. Por lo general, una revelación es eso: un fogonazo de insoportable claridad, un rayo de realidad que te cae encima. Una luz despiadada bajo la que descubres que lo que antes para ti eran paisajes no son más que forillos, y que has vivido un teatro creyendo que era vida; de modo que has de recolocar tu pasado, reescribir de nuevo tu memoria y perdonarte a ti mismo por tanta estupidez y tan feroz ceguera. Para bien o para mal nada sigue igual tras una revelación como es debido”
“La Hija del Caníbal” - Rosa Montero
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