TEDESCO, J.C. (1982): Educación y sociedad en la Argentina (1880-1900), Bs. As.: CEAL, cap VI, 119-128 (Resumen y notas por JCP para uso de la cátedra)
Los conflictos en relación a la enseñanza religiosa habían seguido a las luchas políticas iniciadas después de 1810. Al llegar al Congreso Pedagógico ya habían surgido muchos enfrentamientos. Para los intelectuales proscriptos, la Iglesia había apoyado al rosismo y a los caudillos del interior. La consigna de Facundo Quiroga, que resumía los términos de la lucha, era “Religión o muerte”.
En 1853 en el debate de la Convención constituyente, se rechazaron las posiciones católicas que pretendían que la Religión católica sea admitida como religión del Estado. Cuando se incorpora la provincia de Bs As a la Confederación, en 1860, se repite el intento y fracasa.
El programa de los proscriptos concebía la libertad de conciencia como una conquista para la llegada de europeos no católicos.
La libertad de cultos se logra a nivel constitucional. Luego los liberales intentan eliminar la vigencia del catolicismo en las escuelas públicas. Aún antes de haberse discutido y aprobado la ley 1420, una disposición del Consejo General de Educación había reglamentado la enseñanza religiosa, disponiendo que fuera impartida por los párrocos y no por los maestros. Elllo había motivado una queja del arzobispo de Bs. As.
En 1882, en el Congreso Pedagógico, hubo incidentes. Más tarde, en el debate de la Ley de Educación, el enfrentamiento alcanza el cenit. Como consecuencia hubo varios obispos expulsados.
Declinación del poder de la Iglesia (Tedesco, cap VI: 121)
El poder de la Iglesia estaba declinando. Por una parte se enfrentaban a las prácticas liberales que permitían el desarrollo capitalista y por el otro, perdían influencia frente a las élites dirigentes.
Hay dos fenómenos estrechamente relacionados. Por una parte, la orientación político-ideológica de los católicos frente al Estado era garantizar la influencia del Estado pero revestido con la legitimidad religiosa. Y para ello el Estado debía enfrentar las políticas liberales que permitían el avance capitalista.
El segundo fenómeno es que la orientación de la Iglesia contrariaba las tendencias hacia la participación del país en el mercado mundial, lo cual la llevaba a distanciarse de las élites dirigentes.
Esto tiene que ver con las alianzas del papado. Luego de la revolución burguesa en Europa, la alianza de la Iglesia con el poder feudal hizo que el enfrentamiento de los revolucionarios se hiciera globalmente contra ambos poderes (feudalismo e iglesia). El capitalismo, al destruir las antiguas relaciones de producción, destruyó también sus bases ideológicas y colocó al pensamiento católico en crisis.
Y así como nuestras élites políticas se inspiraron en las de Europa, la Iglesia argentina se inspiró en el Papa, reproduciendo en apariencia conflictos europeos.
La debilidad de la Iglesia queda puesta de manifiesto por la disminución del número de sacerdotes en relación a los habitantes, por el crecimiento demográfico acelerado. La carrera de sacerdocio perdía atractivos, por lo cual la mayoría debía incorporarse desde el exterior[1].
Los gobiernos de este período estaban más o menos dispuestos a restituir el decoro y la respetabilidad que reclamaba el obispo, pero no así su independencia.
Independencia o control en las relaciones entre Estado e Iglesia (Tedesco: 123)
En la Argentina se muestra la tendencia a concentrar el control de los mecanismos de poder en el Estado y en la élite dirigente.
Así sucedió en las relaciones con la Iglesia. El Estado prefirió controlarla y no pasar a la separación institucional, que quizás hubiera permitido que la Iglesia quedara fuera del control y un agente de oposición importante por su arraigo en vastos sectores de la población.
Se reivindicó, por ejemplo, el ejercicio del Patronato, para poder intervenir en el nombramiento de los curas párrocos que, hasta ese momento eran nombrados por el arzobispo, a pesar de la ley. En 1886 se planteó un incidente cuando el gobierno trató de hacer cumplir la ley. Eduardo Wilde, en su calidad de Ministro de Justicia, Instrucción Pública y Culto, fue quien llevó la posición del gobierno. Wilde reconocía las funciones sociales de la religión y de los sacerdotes, pero por eso quería que el gobierno interviniese[2].
El reconocimiento de las funciones sociales de la religión en cuanto al dominio y control de las conductas de los habitantes llevó también al Estado a controlar la enseñanza que se brindaba en los seminarios de formación de sacerdotes.!
“”Nuestro clero se educa actualmente bajo la impresión de ciertas teorías e incitaciones preconizadas en la cátedra, que el Estado no podría menos que considerar subversivas, pues en algunos casos ellas contradicen las leyes del país o dificultan su rápida ejecución”- (Wilde 1884) Justificando las tareas de inspección del Estado sobre los seminarios.
Las teorías correspondían a los principios de la Iglesia cuyo resumen más representativo es el Syllabus.
El gobierno prefirió mantener la unión con la Iglesia sobre la base de la dependencia, lo mismo que con las universidades, aplicando la misma argumentación.
Wilde sostiene que mientras la Iglesia admita el sostén de cualquier entidad, permanecerá en una dependencia más o menos acentuada, pero completamente incompatible con su dignidad y misión en la tierra”. (pag 126)
El Estado hizo valer lo que Wilde denominó el ‘derecho de vigilancia’, para evitar que los individuos “encasillándose en sus creencias, se sustraigan a la ley civil … y se conviertan en predicadores de ideas subversivas …”(pag 126)
Sin embargo, en determinado momento la Iglesia intentó convertirse en factor de oposición. Sancionada la ley 1420, en el interior del país se inició una campaña a través de pastorales de los obispos contra los diarios y contra las escuelas normales por estar a cargo de maestras protestantes. Los obispos de Córdoba, Salta, Santiago del Estero se pronunciaron así. En algunas provincias las escuelas normales tienen una deserción importante y en La Rioja casi deben cerrar sus puertas.
Las pastorales se amparan en las concepciones ultramontanas del Syllabus. No sorprende que se hayan originado en el interior del país, sobre todo en el Norte, mientras que Bs As tenía una posición más racionalista, ligada a la ideología burguesa europea. La Iglesia derivó en el terrorismo ideológico propio de la Inquisición. En esto no fue acompañada ni por los mismos sectores católicos de Buenos Aires que, cuando defendieron la enseñanza religiosa, trataron de quitarle al Syllabus su contenido regresivo. Los católicos porteños trataron en todo momento de aparecer tan liberales como sus opositores y de demostrar la falsedad de los argumentos liberales con sus mismos ejemplos. Así, EEUU e Inglaterra eran presentados, según el orador, como modelo de país con libertad de cultos o como modelo de país donde el espíritu religioso y cristiano había sido el motor de su desarrollo,
Esta situación de algunos grupos católicos se puso de manifiesto cuando ellos llegan a sostener la necesidad de la separación de la Iglesia y el Estado. José Manuel Estrada o Pedro Goyena reivindican la independencia de la Iglesia, sobre la base de que lo contrario implica el predominio del Estado sobre ella.
[1] El arzobispo de Bs As se refiere a las vocaciones sacerdotales en su Memoria de 1887 (pp 353-361) advirtiendo que para ello hacía falta restituir el decoro, la respetabilidad y la independencia para el sacerdocio
[2] Ver párrafos de Wilde en cartas al arzobispo y en el Debate parlamentario de la ley 1420